CORREOS
Una cartera vallisoletana ante la situación de Correos:
"Me apasiona, pero si hay una baja casi no llegas a cubrir todo"
Esmeralda Arranz, tercera generación de carteros rurales, destaca la dificultad para «abarcar todos los pueblos»
J. M. LOSTAU
Actualizado: 31.07.2024 | 19:36
La provincia de Valladolid cuenta con un centenar de carteros rurales. El caso de Esmeralda Arranz Santos, destinada en la cartería de Íscar y natural de Pedrajas de San Esteban, es una tradición familiar. Con casi cuatro décadas de vinculación a Correos, Arranz es la tercera generación de carteros, tras su abuelo, su padre, y también estuvieron su hermano y ahora una prima suya.
En su zona son 16 carteros rurales circulares, y uno en moto, siendo una de las más grandes de la provincia, aunque padecen los mismos problemas que en otras áreas rurales. Para Esmeralda es una profesión «que a la mayoría de los que estamos nos apasiona. A mí me encanta lo de ir a los pueblos, el contacto con la gente y la cercanía que tienes». Además, casi todos ellos son personal laboral, y los funcionarios se cuentan con los dedos de la mano.
Al final, indica, «en los pueblos lo mismo solo me ven a mí y al panadero, te cuentan sus problemas, y te preguntan si llevan mucho tiempo sin verte». Una profesión en la que empezó en su localidad de Pedrajas antes de hacerse un reajuste con dos carteros, y reagrupándose el trabajo en la Unidad de Íscar, que aglutina muchos pueblos de Segovia y Valladolid.
Aunque también repartió en Megeces, en su ruta lineal ahora visita Íscar, varias calles, Alcazarén, Hornillos y Olmedo. Mientras es acompañada en su jornada laboral en Alcazarén, detalla cómo es una jornada de trabajo para ella que arranca a las 07.30 horas. Algunos compañeros ya están a las 07.00, y yo coloco toda la correspondencia, paquetes, cartas y una vez que está ordenado, lo empiezo a preparar con los certificados, por un lado, paquetes por otro, cartas. Y luego si alguien pide sobres también se lo llevas al día siguiente, puedes cobrar algunos recibos, y hay recogidas también de paquetes». Y pone un ejemplo de un cliente que esta semana quería distribuir vino y el envío se hizo en el mismo día. Su rutina le lleva por estos pueblos para acabar en Olmedo, «donde recojo todo lo que nace en la oficina, cartas y paquetes y lo llevo a Íscar para que salga luego».
En este recorrido Esmeralda saluda a unos vecinos franceses que han retornado en esta época estival al pueblo: «Ves a gente así que viene solo en verano y es una gozada porque hay casas cerradas durante todo el año y ahora se abren y se llenan de vida», detalla. Arranz deja claro que «es más ameno ser cartero rural que en una ciudad» a pesar de contar con menos recursos siendo lo más difícil cuando hay «recargos. Si una persona coge un día o vacaciones, o una baja como no se cubren hay que doblar y hacer su tarea, y a veces casi no llegas. En los pueblos hay que llegar a todos los sitios, una casa por muy lejos que esté hay que llegar».
El déficit de carteros es la cara menos amable de una profesión vocacional que tiene también otro componente de conocimiento del callejero, aunque cuentan con «un embarriado y puedes seguirlo. Pero si llegas a un pueblo en el que nos ha salido nunca, antes se hacía preguntando a la gente, pero ahora con la protección de datos menos, y te toca utilizar el móvil para buscarlo», remarca. Es la misma distribución desde hace años cuando se hicieron «esas rutas, que se fueron equilibrando, aunque abarcamos muchos pueblos», indica. La evolución de la profesión va ligada a la tecnología, aunque Esmeralda, con cuatro décadas de trayectoria laboral, recuerda «al pasado con añoranza» aunque mira al futuro donde los nuevos dispositivos han cambiado el ‘modus operandi’ del trabajo: «Cuando yo empecé te llevaban el correo a la oficina y lo llevábamos lo que salía al autobús y ahora ha evolucionado hacia una PDA que puedes hacer de todo, ordenadores, es muy sencillo y cómodo».
Aunque el incremento de empresas de reparto ha provocado que «haya una competencia grande, y es debido a lo mal que se ha gestionado el correo todos estos años. Hay que luchar porque siga el correo universal», defiende esta cartera rural. Durante su recorrido y antes de acudir a una urbanización cercana en la entrada de Alcazarén, accede a su Ayuntamiento donde «llevamos la prensa que todavía se sigue leyendo, y cogemos cartas».
En esta jornada también tiene que entregar unas cartas certificadas y algún paquete, aunque son minoritarios: «Podré llevar unos 10 al día, aunque antes repartíamos todo nosotros, ahora se ha distribuido. Mis compañeros de la tarde llevan paquetes y notificaciones y los paquetes premium, y nosotros los standard. Se encargan de dar las notificaciones del segundo intento y nosotros el primero». En el tema de cartas han visto cómo las nuevas tendencias han reducido el número, pero aclara que «el correo se necesita, es un servicio público universal».
Reflexión que deja mientras se sube al vehículo y continúa una ruta que le llevará primero a Hormillos para continuar después hasta Olmedo en su penúltima etapa, antes de retornar a Íscar. Ni el calor sofocante de una de las primeras jornadas del verano frena la pasión que Esmeralda tiene hacia un trabajo, el de cartero, que en pleno siglo XXI, sigue siendo de un valor imprescindible, a pesar de las dificultades intrínsecas de una profesión que atesora más de tres siglos de historia desde la época de Fernando VI. Mañana volverá de nuevo a subirse al vehículo para repartir cartas y conversar con los vecinos del medio rural.
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