domingo, 2 de junio de 2024

ANTONIO, 50 AÑOS DE SACERDOTE

HOMILÍA 

(Saludo apropiado...) 

Primero: agradecimiento a Dios y a los presentes… 

Eso de “bodas de oro” suena muy ampuloso… sencillamente 50 años. Y aunque fueran menos o más, el mérito y la gratitud son los mismos (se trata de algo convencional).

Cincuenta años de vivencia y ejercicio del Sacerdocio Ministerial eclesial, en el ámbito del carisma de la Orden de Predicadores, de la Familia Dominicana es una vocación, un privilegio y un gran desafío. 

En estos cincuenta años no he tenido mayor dificultad de adaptación en los diversos lugares y campos de acción pastoral del ministerio sacerdotal, comenzando porque, al año de mi ordenación presbiteral, decidí voluntariamente ir a Ecuador, lo que comportó un cierto riesgo por el cambio, no tanto de país como de una gran provincia dominicana misionera, la del Santo Rosario, a la Misión Dominicana de Puyo. 

Es difícil responder cuando me preguntan donde me he sentido o me ha ido mejor: en Shell, mi primera parroquia (1976-1983), en Puyo, primero como rector del colegio San Vicente Ferrer, luego como párroco de toda la ciudad de Puyo (1986-1992), en Baños de Agua Santa (2004- 2014), en Guayaquil y actualmente en Quito. 

En total más de treinta y dos años como párroco. En todas estas parroquias y conventos he querido a mis “fieles” y me he sentido querido y agradecido por ellos. 

Otros servicios como profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Católica en Quito, en el Instituto Internacional de Teología a Distancia, en el seminario de la diócesis de Ambato y, especialmente como primer director del Instituto de Teología y Pastoral de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (ITePE) (2000-2004), fueron un complemento y proyección importante como Sacerdote y dominico. Todo, gracias a que cuando fui a Ecuador ya tenía la Licenciatura Eclesiástica en Teología. 

Durante los 25 años como misionero en el Vicariato de Puyo, tuve la oportunidad de desarrollar, sin ser especialista, mi afición por la historia y por la escritura como director de varias publicaciones (El Oriente Dominicano, Carta Misionera, periódico La Gente, Informativo Encuentro, revista Anunciar…), no solo de carácter religioso sino también histórico y cultural. 

LO ANECDÓTICO 

“Descubrí América” el 12 de octubre del año 1975 con 26 años de edad, legalmente como migrante. Al día siguiente de noche ya viajé al Oriente de Ecuador, “a la selva”, a Puyo, por una carretera indescriptible. Durante los primeros veinticinco años propiamente como misionero del Vicariato apostólico de Puyo (Misión Dominicana). 

Mi primera Semana Santa en la selva…, las tarabitas elementales, bogar por los ríos Bobonaza y Pastaza en canoas a palanca, un pequeño naufragio, dormir a la luz de la luna, beber y ser bañado con chicha de yuca varias veces, y bailando a ritmo de tambor …caminar durante horas por la selva hasta hundirme con el caballo en el fango, viajar numerosas veces al interior en avionetas de cuatro pasajeros balanceándose sobre la tupida selva… son experiencias únicas…

Aún más arriesgado: en el año 1996, después de una Semana Santa en Kapawi, en la frontera amazónica con Perú, al regreso a Quito un accidente del autobús en que viajaba en el puente del Agoyán en Baños que quedó colgado, balanceándose en la barandilla. En el año 2006, en Baños de Agua Santa experimenté bien cerquita lo que es vivir la reactivación eruptiva y la explosión del volcán Tungurahua, en todo su esplendor y terror. Y en el año 2020 en Guayaquil los días más dramáticos de la pandemia del covid. 

VIAJES 

El haber vivido en Ecuador durante estos años me ha dado el privilegio de visitar otros países de América para participar en eventos eclesiales y de la Orden y, así he conocido: Colombia en cuatro ocasiones, México y Perú en tres veces, Venezuela, Argentina y Bolivia dos, y Estados Unidos, Filipinas, Guatemala, Chile, Brasil y Cuba en una ocasión. 

“Algunas veces se oye que el pasado ya no cuenta, y que vivir de recuerdos no sirve de nada, pero el presente no se explica sin el pasado: “Somos lo que hemos sido”. En un edificio la terraza, la culminación, no se sostiene si no está apoyada en los cimientos, las columnas, las vigas y las paredes”. 

PARA LOS DE PEDRAJAS

ECUADOR es un país pequeño en comparación con Perú y Colombia, entre los cuales se encuentra, y la mitad que España en extensión, pero por su ubicación geográfica en “la mitad del mundo”, en dos hemisferios (norte y sur), goza de días y noches casi iguales en horas durante todo el año, una naturaleza tropical espléndida y cuatro regiones bien diferenciadas (la Sierra de los Andes, la Selva amazónica, la Costa o Litoral, muy fértil, y las famosas islas Galápagos). A muy poca distancia y en pocas horas se puede pasar de la montaña (del volcán inactivo más alto del mundo desde el centro de la tierra: el Chimborazo, a la Amazonía (Puyo) o a la Costa (Guayaquil) y la playa del océano Pacifico; y con diversos climas al mismo tiempo según los niveles de altitud… 

Quisiera deciros, que la labor como sacerdote en Ecuador, tiene unas características diferentes a la idea que pudierais tener de un párroco en España. Al estar en América, ya se le califica a uno como misionero, y es cierto porque el trabajo entre gentes de otra cultura, generalmente más pobres, no se limita al aspecto meramente religioso o espiritual, sino que abarca la educación y promoción social y cultural… lo que me ha permitido una plena realización personal. (50 años dan para mucho) 

Y ¿el premio o la gratificación de todo esto durante cincuenta años? 

Lo dijo de alguna manera San Pablo en su primera carta a los Corintios (9,16-19.22-23), haciendo una apreciación o balance de su labor apostólica: 

“El hecho de predicar no es para mí un motivo de soberbia. No tengo más remedio y ¡ay de mi si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero si lo hago a pesar mío es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación de esta buena noticia. Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a todos. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.” 

Salvando las distancias con el apóstol y mis circunstancias, lo digo yo también: el mayor premio y recompensa ha sido y es, ser evangelizador. Transmitir a través de la predicación, la enseñanza y la celebración sacramental, la Palabra y la gracia de Dios desde las más diversas pastorales: indígena, educativa, parroquial, penitencial, por escrito…ha sido sumamente auto formativo y gratificante. Es el mayor honor… ¡Qué más puedo pedir! 

El poder celebrar y predicar el Evangelio en los lugares a veces más insólitos o inesperados, no en templos y altares formales sino pobres y frágiles y con todo tipo de personas, desde los más sencillos y pobres, como los “indígenas amazónicos”, hasta las más altas autoridades eclesiásticas, académicas o políticas, sin necesidad de hacer campaña electoral, tantas veces, a lo largo de cincuenta años, son oportunidades que no tienen muchos profesionales de otras ramas; y saber adaptarse a cada circunstancia y personas diferentes en cultura y situación social,,, es, ha sido, sin duda, un privilegio pero también una responsabilidad. Se tiene una sensación de respeto, pero también de la propia “indignidad”. 

Uno siente que es portador y transmisor de algo más grande que uno mismo y experimenta que esto es un don, pero también un dolor por sentir que no siempre se vive al nivel de lo que se predica o transmite (como puede sentir o siente un esposo o amante que no corresponde de la misma manera al amor recibido del ser amado). Pues siempre queda la distancia, dolorosa, de la incoherencia entre lo que hacemos y lo que realmente somos: “portadores de un tesoro en vasijas de barro”. 

Sin duda también he tenido lagunas, sombras y carencias y, siempre recibí del pueblo, de la gente, mucha tolerancia. Por eso, también necesito pedir perdón y expresar mi gratitud. 

El Señor se sirve con frecuencia de instrumentos defectuosos para hacer muchas cosas buenas y mucho bien con Él. 

A Él sea el honor y la acción de gracias por estos cincuenta años de sacerdocio ministerial y ministerio sacerdotal. 

Pedrajas de San Esteban, 1 de junio de 2024. 

P. Antonio Cabrejas Martín O.P




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