sábado, 26 de julio de 2025

'EL TEMPLO DEL CACHOPO' DE VALLADOLID CAMBIA DE MANOS: «INTENTAMOS DAR CALIDAD EN COSAS SENCILLAS»

Félix Merino, dueño del bar El Porroncillo desde hace ocho años, traspasará el negocio en los próximos meses

Félix Merino posa junto a su hija Lorena en la barra de El Porroncillo. RODRIGO JIMÉNEZ

Ignacio Repilado
Valladolid
El Norte de Castilla. Viernes, 25 de julio 2025, 06:50

En el número 4 de la calle Lecheras, a pocos metros de la plaza de los Ciegos, entre Rondilla y San Nicolás, se encuentra el bar El Porroncillo. Tras la barra y bajo un sinfín de letreros, fotografías e incluso caricaturas dedicadas por clientes que recrean el ambiente del local, Félix Merino atiende a sus fieles parroquianos desde hace más de ocho años.

Natural de Oviedo y de padre pedrajero, la relación de Merino con la hostelería «ha sido algo circunstancial», como el mismo confiesa: «Te puedo decir que casi ni me gustan los bares», explica entre risas. Cuando residían en Pedrajas de San Esteban, se plantearon volver a Asturias, «pero mi hija, que entonces tenía 17 años, tenía un chavalín y no quería ir». Fue entonces cuando ambos contemplaron la posibilidad de trabajar juntos: «Hablamos de coger un bar los dos, y estábamos de acuerdo, pero el día que fuimos a firmar ella me dijo 'papá, yo no me quedo'. Entonces continué yo… y hasta ahora».

Originalmente, El Porroncillo perteneció a un matrimonio suizo: «De eso hace unos 40 años, estuvieron un tiempo en el que fueron ganándose su clientela y luego fue pasando de manos hasta que llegó a mí, hace ocho años». Para entonces, Félix Merino ya había estado al frente de otros establecimientos hosteleros. Sin embargo, el local de Lecheras, 4 no le era totalmente desconocido, ya que lo había regentado anteriormente junto a una compañera: «Vine con la idea de hacer cosas distintas, y me gustaba porque era un sitio pequeño, que se controlaba bien, y al que rápidamente nos acostumbramos mi compañera y yo», recuerda echando la vista atrás.

Félix Merino, en un rincón del interior de El Porroncillo. RODRIGO JIMÉNEZ.

Comenzó «poco a poco, como todos», y a base de trabajo ha mantenido el negocio hasta la actualidad. «Intentamos dar buena calidad en cosas sencillas para que a la gente le guste». Así resume el 'saber hacer' de El Porroncillo el todavía propietario. «Tuve suerte porque la clientela del barrio ya me conocía al haber regentado antes el local». A ello se sumó que la fama de sus platos estrella, como el cachopo, rápidamente se extendió más allá del barrio. De hecho, su maestría en la elaboración del plato característico de la gastronomía asturiana, le ha llegado a valer el sobrenombre de 'el templo del cachopo en Valladolid'. «Fue de boca en boca, que es como realmente se consigue que la clientela vuelva», recalca.

De hecho, «más del 90%» de los clientes que prueban -y repiten- sus platos vienen de otras zonas de la capital. «El barrio es pequeño, y cada vez la gente es más mayor», algo que constata a diario desde el otro lado de la barra: «Si antes un señor venía y se tomaba cinco o siete vinos, ahora se toma dos o ninguno», explica sobre unos parroquianos a los que se muestra agradecido: «Son gente maravillosa. Todo son parabienes y la verdad es que da gusto trabajar». En el tema de las comidas, dice, «la verdad es que no hay queja ninguna», se sincera Merino.

Prueba del éxito del local son los clientes que asoman la cabeza bajo la persiana durante el transcurso de la entrevista -en una calurosa mañana de julio, y antes de abrir el bar- para repetir un «Félix, ¿tienes sitio para comer hoy?». Claro está que las comidas, ya sean en sus cinco mesas o en su extensa barra de chapa, están muy cotizadas. Sin embargo, no se ha llegado a plantear abrir otro local durante estos años: «Es algo que tendría que ver, pero hay que ir poco a poco», se sincera.

CHIPIRÓN Y CACHOPO

La gastronomía asturiana compone buena parte de la carta de El Porroncillo. Por ello, no es de extrañar que sus famosos cachopos o la fabada sean de los platos más solicitados, aunque también triunfan otras especialidades, como el bacalao, las zamburiñas o sus tostas -ya sean de chipirón, atún, pollo escabechado o de solomillo con cabrales-. ¿La recomendación de Félix a aquellos que visiten su local? Chipirón y cachopo: «Cuando viene un matrimonio, eso es fundamentalmente lo que piden, aunque hay más cosas. También hay fabada por encargo, claro».

EL FUTURO DE EL PORRONCILLO

En El Porroncillo trabajan actualmente tres personas, si se incluye a Lorena, hija de Félix y, a todas luces, su futura propietaria: «La idea es que mi hija, que lleva conmigo mes y pico, vea qué es lo que realmente quiere hacer de aquí a noviembre, pero hay que dejar pasar el tiempo». Por el momento, Lorena trabaja en el local tres días a la semana, «porque me está ayudando con los problemas de salud que tengo; y yo ahora mismo, trabajo dos días», comenta Félix Merino.

Sobre el futuro, Félix quiere dejar claro que «no va a ser un cierre, va a continuar ella [refiriéndose a su hija] porque yo, con 66 años, ya tengo que dejarlo». Un traspaso para el que, por el momento, prefiere no poner fecha en el calendario: «Ahora que está mi hija conmigo, y le está gustando, lo decidiremos. No hay fecha fija y podría variar». Además, «a mí me da igual estar un mes más o menos. No hay problema», subraya.


No hay comentarios:

Publicar un comentario