(Pedrajas de San Esteban 1932 - Cacabelos 2025)
El 23 de junio acaba de dejarnos el pedrajero Paco (el hijo de María y Esteban el “Chacho”) tras una vida intensa, libre y compartida entrañablemente con los que le rodeaban hasta el final de sus días.
Su vida ha sido una original aventura vital que a su vez inauguró nuevos horizontes culturales y sociales en los lugares en los que vivió.
Nace en Pedrajas de San Esteban el 9 de marzo de 1932. A los 13 años comienza los estudios de enseñanzas medias en el Seminario de Segovia. En esta época, la de después de la Guerra Civil y años 50, cuando predominaban el hambre y la escasez, y el poder estudiar o acceder a otras posibilidades de vida solo estaba al alcance de gente pudiente o favorecida por el régimen victorioso de la guerra, fueron las instituciones religiosas, con el apoyo oficial y su tributo obligado, quienes realizaron una labor educativa destacable con los hijos de familia no pudientes del medio rural.
En 1953 prosigue su formación durante cuatro años con los estudios de teología en la universidad Pontificia de Salamanca, donde obtuvo la licenciatura de teología. Al terminar orienta sus estudios hacia la filosofía en la universidad de Barcelona, que le van a permitir posteriormente el desarrollo de su vida profesional, como Catedrático de Filosofía de Bachillerato en diversos centros de Enseñanzas Medias.
Esta tarea docente la inició en la Academia municipal de Pedrajas, en 1958; continuó en Barcelona, en el colegio de Nª Señora de las Nieves, en La Estación de la Molina (Girona), en el Instituto de Bachillerato de Molina de Aragón (Teruel) y finalmente, en 1967, en el municipio berciano de Cacabelos (León), donde es reclamado para abrir e inaugurar el nuevo Instituto de Bachillerato: “Bergidum Flavium”, del que fue su primer director. Así hasta su jubilación en el 2002. Y como reconocimiento y homenaje a su labor educativa desde 2022 la biblioteca del instituto lleva su nombre: "Biblioteca D. Francisco Mate".
Es en Cacabelos donde se asienta y construye su vida personal, profesional y artística, entretejida en la vida vecinal, llena de amistosa cercanía y solidaridad, sin dejar nunca de mantener y cuidar los lazos con su pueblo natal, Pedrajas, con sus continuos viajes, vacaciones, visitas, en especial a la ermita de la Virgen de Sacedón, patrona del pueblo.
Su actividad profesional docente siempre estuvo íntimamente vinculada con su labor cultural y social, de cercanía y humanidad vecinal, allí donde ejerció la docencia.
Su vida nos deja un legado humano, educativo y cultural importante, del que vale la pena resaltar algunos aspectos relevantes para hacerlos presentes ahora que ya no está, pero que siguen vivos. Entre ellos: su humanidad, que le hacía cercano a todos los vecinos, compartiendo la vida cotidiana con un buen sentido del humor y profunda sabiduría.
Fue también un ferviente impulsor y animador cultural y social de la vida del pueblo, en tantas facetas como las de la música, el teatro, las cabalgatas, los pregones de fiestas y la de contador de historias de las gentes del pueblo, que llenaban las tertulias y conversaciones interminables con él, viniendo a ser como conciencia y memoria popular de la vida sentimental, cultural y social de Pedrajas y el Bierzo, que plasmó artísticamente en su pintura, sobre todo a partir de 1996, reconocida en diversas exposiciones organizadas en Pedrajas y Cacabelos, y con diversos galardones en concursos de pintura habidos en el Bierzo.
Su pintura habla “sobre todo de paisajes como los castellanos o bercianos, en los que el tiempo ha dejado huellas invisibles. Sus pinceladas, enérgicas y eficaces, sacan a flote la historia oculta de eso caminos, o terrenos, molinos, o ríos… para enriquecer la mirada de los que ahora pasan o miran con las historias que han dejado los que nos precedieron. Sus casas quieren atrapar el tiempo que las ha visitado, así como los paisajes quieren devolver a los pinos, a los viñedos o a los rastrojos la vida de quienes un día los vivieron. Sus trazos, que tienen un toque impresionista, hurgan en la materia para extraer de ella lo que tiene de historia vivida” (Reyes Mate, extracto del catálogo de la exposición en Pedrajas, 2004).
Con él se nos va tal vez la última voz, el último testigo de una época de la vida de Pedrajas que él sentía ya desapareciendo y de la que fue altavoz, conciencia y memoria. Es la generación silenciosa de los hijos de la guerra civil y posguerra, que padecieron y cargaron con el dolor y miseria de la guerra, una época en la que tuvieron que aprender a sobrevivir en condiciones muy precarias y a la vez en la que algunas familias se aventuraron a emprender otros horizontes de vida para sus hijos, a pesar de las dificultades y sacrificios familiares que eso suponía.
Quizá no resulte exagerado decir que Pedrajas debe mucho a este pedrajero, porque en un momento de profunda depresión social, como fueron los años de la posguerra, él abrió un camino por el que han transitado muchos pedrajeros. Yéndose, en efecto, de adolescente a estudiar al seminario de Segovía, inauguró una senda que permitía estudiar y, de esa forma, aspirar a un modo de vida muy superior al que le ofrecía la propia familia. Pedrajas no es lo que ha llegado a ser sin esa generación de niños y jóvenes que, gracias al estudio, rompieron moldes, accedieron a centros educativos superiores y modernizaron la vida del pueblo.
En ese quicio, difícil pero prometedor, de la historia de Pedrajas se puede ubicar la vida Paco, que él vivió gozosamente con conciencia de sus límites y con el coraje de emprender otros horizontes.
Descanse en paz en la memoria de los que le han conocido y querido.
Sus hermanos, Reyes y Esteban Mate Rupérez.
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