PALABRAS DE DESPEDIDA
A
VICTORIANO CABREJAS MARTÍN,
CUQUI
IGLESIA DE PEDRAJAS, 16 DE JULIO DE 2025
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Querido padre:
No hace mucho tiempo que hablábamos en familia de los valores que mama y tú nos habéis transmitido, no con sermones ni lecciones magistrales, sino con vuestras acciones, dándonos ejemplo de cómo debemos ser. Hoy sentimos que es el momento de compartir vuestro legado con el resto de personas que os quieren y están con nosotros aquí.
Pienso en tu hospitalidad, ofreciendo lo mejor que tenías a las personas que buscaban vuestra compañía. Tu casa siempre ha sido el lugar de reuniones y fiestas familiares: navidades, cumpleaños, fiestas de San Agustín… Siempre había un hueco para el que quisiera venir y siempre le hacías sentir a gusto. Hasta el último día has estado recibiendo visitas.
También nos enseñaste tolerancia, aceptando y respetando la diversidad de opiniones y formas de ser de las personas con las que coincidisteis, con los conocidos y hasta con esos “extranjeros” que te trajimos a casa de vez en cuando y que acogíais como si fueran conocidos de toda la vida.
Generosidad, dándonos todo lo que hemos necesitado para perseguir nuestros sueños, muchas veces privándoos vosotros de lo necesario.
Qué decir de la amistad, era difícil que no te pararas a hablar con varias personas en tus paseos diarios. Conocías a tanta gente que cuando te pitaban por conducir mal, que sabes que no se te daba muy bien, decías que era un conocido y yo me lo creía.
Humildad, nunca presumiste de tus logros, solo de los de tus hijos y nietos. Siempre tenías algo bueno que decir de nosotros cuando hablabas con los demás, omitiendo lo que habías hecho para que lo hubiéramos conseguido.
Te echaremos de menos y seguiremos utilizando tus muletillas como la de “¡Y que todo lo que hago está mal!”, que utilizabas mucho porque también eras un poco “chapucillas” y gruñón. O la de “¿Quién lo ha dicho?”, que usabas cuando te pillábamos en alguna de tus “trapisondadas”. Pero eso también nos ha hecho reír, otra de tus cualidades, tu sentido del humor. Siempre tenías una broma en la recámara preparada para cualquier ocasión, aunque aceptabas con resignación las que te hacíamos a ti. También seguiremos imitándote, levantando el brazo como tú (la grúa), nos inventaremos palabras como “intercadente” y haremos elocuentes brindis en las reuniones, en las que no faltará ni el vino ni la gaseosa, y soltaremos alguna lagrimilla.
¡Hasta siempre, Cuqui! ¡Que la Virgen de Sacedón te acoja!
Tu hijo Carlos, en nombre de toda de la familia.
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