sábado, 11 de noviembre de 2023

PARAR LA CÓLERA DE YAHVÉ

Salvo los negacionistas del holocausto, a estas alturas de la historia nadie tiene dudas sobre la existencia del genocidio perpetrado por los nazis sobre el pueblo judío. Está absolutamente comprobado que en los campos de exterminio levantados por el supremacismo alemán murieron más de 6 millones de inocentes, sacrificados en el altar criminal de Hitler y sus secuaces.

Aquellas terribles atrocidades dispararon las expectativas del sionismo, movimiento nacido en los albores del siglo XX, que pretendía conseguir una patria para los miles de judíos dispersos por el mundo y protegerlos contra los progromos antisemitas que habían diezmado históricamente su población. Acabada la 2ª Guerra Mundial, tras la fundación de la ONU, se puso en marcha este proceso que culminó en 1948 con la creación del estado de Israel en el territorio de Palestina.

En Palestina vivían desde hacía 19 siglos los descendientes de los testigos de la destrucción de Jerusalén por Roma en el año 70 D.C. Con la diáspora hebrea, “los hijos de Yahvé” dejaron esta tierra. Sólo quedaron los primeros cristianos y otros pueblos paganos. Después llegaron las huestes de Mahoma, y con el paso del tiempo la mayoría de los palestinos se convirtieron al “islam de Alá”.

Las cifras indicadas en el cuadro explican con toda claridad la evolución de Palestina desde la creación de Israel. Para una superficie de unos 30.000 Km2, en 1948 había una población de 2 millones de personas. Las sucesivas guerras ocurridas desde entonces han agrandado el territorio ocupado por Israel, que se ha dedicado durante años a realizar asentamientos ilegales -incluso dentro de Palestina- no reconocidos por la ONU e incumpliendo continuamente sus resoluciones.

Como consecuencia, la superficie del territorio palestino se ha reducido a 6.000 Km2, la mayor parte en Cisjordania (la provincia de Valladolid tiene 8.000 Km2). Pero la situación más sangrante ocurre en Gaza que con una superficie de 360 Km2 soporta una población de 2 millones, lo que supone una de las mayores densidades de población del mundo: 5.555 hab/Km2 (Madrid tiene 5.265).

Si un pueblo apenas tiene territorio, ¿cómo es posible que pueda sobrevivir? Si no tiene sitio para realizar actividades económicas, como la agricultura, la ganadería, los bosques, la industria, la energía, las infraestructuras, el comercio… si no dispone de espacio para el ocio, el turismo, el deporte, la cultura... ¿qué expectativas de futuro pueden tener sus generaciones más jóvenes?

Cuando la injusticia campa a sus anchas la violencia no está lejos. Las revoluciones no se producen al azar: es imposible que algo así ocurra en Finlandia, el país más próspero y feliz del mundo. Pero si la mayoría de la gente pasa hambre, no tiene hospitales ni escuelas ni asilos, los jóvenes no tienen trabajo, la población no puede moverse con libertad… es casi seguro que se desate su furia.

A los que defendemos a los palestinos y criticamos a los israelíes nos llaman antisemitas, pero lo único que hacemos es abogar por los débiles frente a los fuertes. Israel siempre ha estado apoyada por Norteamérica (su primo de Zumosol), dispone de la más moderna maquinaria bélica e incluso se sospecha que posee armamento nuclear. ¿Quién defiende a los oprimidos palestinos?

Nadie en su sano juicio puede justificar las brutales acciones realizadas por los terroristas de Hamás. Pero tampoco la venganza de los “hijos de Yahvé”, que practican el “ojo por ojo” con una ferocidad extrema. ¿Qué va a quedar en pie de la franja de Gaza cuando acabe todo esto? ¿Cuántas vidas, casi la mitad de niños, van a ser sacrificadas ante la pasividad de la Unión Europea y la complicidad de los Estados Unidos? ¡¡¡Por Dios y por Alá, que pare ya la cólera de Yahvé!!! 

Angel Santos


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