miércoles, 11 de agosto de 2021

MOTIVO DE REFLEXIÓN

Ayer martes, por la noche, poco antes de dar las doce, un tropel de chicos de unos trece o catorce años pasó a todo correr por la calle Gallegos prosiguiendo por la calle Humilladero, como pude observar al asomarme a la ventana de mi cuarto a ver qué sucedía. Volvieron enseguida, a toda velocidad, como huyendo, y tomaron de nuevo la calle Gallegos en sentido contrario. Uno de ellos, ya buen mozo, pues destacaba por su altura, al pasar por la casa de mis vecinas, golpeó fuertemente, con la palma de la mano, en la persiana de una de las ventanas y profirió un grito como de guerra.

Lamentablemente, no se trata de un hecho aislado. Esa misma noche, al dar un paseo por las calles del pueblo, me encontré con un vecino y le pregunté si era cierto, como había oído, que grupos muy numerosos de chicos jovencillos se acercaban por la noche hasta los alrededores de su casa y se reían de los que allí viven, los insultaban e incluso arrojaban piedras a la puerta y ventanas. El caso es provocar y provocar hasta que salen a la calle para entonces huir a todo correr. 

Yo mismo, la noche de un sábado, el pasado mes, fui testigo de una de esas carreras de chicos, cruzando la carretera de Alcazarén desde la calle de Las Pozas en dirección a la Plaza. En esa ocasión también había chicas en el grupo. Otra persona me comentó hace tiempo que tocaban el timbre de su casa por la noche y daban golpes en las persianas.

Esto que cuento sucede en Pedrajas de San Esteban, un pueblo en el que casi todos nos conocemos y acabamos sabiendo la mayor parte de las cosas que pasan en él. ¿Se habrán enterado los padres de estos jóvenes de cómo se divierten sus hijos metiéndose con personas que nada les han hecho?  A lo mejor no, porque todos sabemos que a los componentes de estas cuadrillas nunca se les ocurrirá hacer lo mismo en sus propias casas, tampoco en las de sus familiares y amigos. 

Espero que estas líneas muevan a la reflexión de todos los pedrajeros, pues todos debemos comprometernos, en mayor o menor medida, en que semejantes comportamientos, claramente reprobables, desaparezcan por completo. 

Carlos Arranz Santos

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