martes, 31 de agosto de 2021

EL TENIENTE ANTONIO DE MEDINA, UN HÉROE DE ANNUAL

Ahora que declina el verano, pasados estos días de fiesta, hemos pensado que ya era hora de tratar del desafortunado protagonismo que tuvo hace cien años el joven teniente Antonio de Medina y Castro, hijo de nuestro poeta don César de Medina Bocos, en el famoso Desastre de Annual, en el Marruecos colonial.

Lo hacemos incluyendo algunos párrafos del reportaje titulado Los caídos en Annual, publicado por el historiador Enrique Berzal en El Norte de Castilla, sección El cronista, el domingo, 8 de agosto de 2021, página 18. 

LOS CAÍDOS EN ANNUAL

Valladolid. Entre los numerosos soldados vallisoletanos caídos en aquel “Desastre”, la ciudad lamentó los casos del capitán Eduardo Guzmán y del teniente Antonio Medina.

A las puertas del periódico se fueron congregando, en busca de nuevas noticias, “numerosas familias vallisoletanas que tienen deudos en las posiciones de aquella zona de ocupación”. Pese a la censura impuesta por el Gobierno, esta seguiría siendo la única manera fiable de estar al corriente de lo que ocurría aquel fatídico mes de julio de 1921. La durísima derrota que los rifeños infligieron a las tropas españolas en Annual, los días 21 y 22, era ya un tema constante de conversación en casinos, cafés, tertulias, círculos y paseos. […]

No menos conocido en la ciudad era el joven soldado Antonio de Medina Castro, teniente de Artillería e hijo del importante político y poeta vallisoletano César de Medina Bocos, natural de Pedrajas de San Esteban, que llegó a ser gobernador civil de Murcia, Almería y Vitoria.

Como destaca Javier Sánchez Regaña en su blog http://desastredeannual.blospot.com, Antonio fue el único de los 12 hijos del matrimonio que se decantó por la carrera militar. En 1912, con solo 15 años, ingresó en la Academia de Artillería. Murió en Peña Tahuarda el 22 de julio de 1921 (otras fuentes señalan el 23). Su cadáver quedó abandonado hasta que en 1923 fue recuperado para recibir sepultura en el Panteón de Héroes. En abril de ese año, el pueblo de Serrada, donde la familia tenía una casona, le rindió emotivo homenaje del que se hizo eco El Norte de Castilla. Al igual que sus hermanos, Antonio había heredado de aquel su afición literaria y su gusto por el arte y la música. De hecho, mientras estudiaba en Segovia publicó crónicas, cuentos y versos en el periódico “El Adelantado” y en la revista “Tierra de Segovia”. En el acto de homenaje, César leyó algunas cartas enviadas por Antonio antes del Desastre: “Tampoco ese año llegaremos a Alhucemas: no hacemos nada; es una nueva estrategia, sin duda, con la que el enemigo se envalentona; (…) Me aburro mucho, pero de los nueve artilleros que tengo hay dos que no saben leer, y yo les enseño, confiando que muy pronto sabrán más que dos bachilleres”, decía en algunas de sus misivas.

Después de dedicarle una misa en la iglesia del pueblo, el alcalde, Prudencio Martín, descubrió la placa de la calle que desde ese momento habría de llevar su nombre. Al acto asistió numeroso público, que nada más finalizar vitoreó a España y a su Ejército. En la “velada necrológica” celebrada en el Consistorio a las nueve de la noche hablaron el alcalde, el maestro de la escuela de Serrada, Adolfo Félix Santos, Justo Alonso, que era camarada del fallecido, y el párroco, Justo Adalia. Para finalizar, su hermano, Ernesto de Medina Castro, leyó la conferencia que Antonio dedicó a los soldados del décimo regimiento montado de guarnición en Huesca, cuando estuvo allí destinado, y su padre le dedicó unos versos.

Meses después, concretamente el 12 de octubre de 1923, aprovechando la celebración del entonces denominado “Día de la Raza”, el Ayuntamiento de Valladolid le rindió nuevos honores mediante la colocación de una lápida con su nombre en la casa número 7 de la calle del General Almirante, lugar de su nacimiento. …”

Foto: Carlos Arranz Santos





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