viernes, 2 de abril de 2021

QUERIDÍSIMA PRIMA TERESA

Queridísima Teresa. Queridísima prima:

Me hubiese gustado despedirme de ti con un fuerte abrazo y decirte lo que llevaba en mi corazón y que nunca llegué a pronunciar. Me parecía que el tiempo era infinito, y que habría muchas oportunidades de volvernos a encontrar y hablar y hablar de nuestras cosas, proyectos, vivencias, recuerdos y risas que ocupaban nuestro tiempo. No ha sido posible. La muerte ha venido a buscarte. 

Tu deterioro progresivo iniciado durante la pandemia, y la imposibilidad de viajar, han impedido el proyecto de nuestro encuentro largamente buscado. La última vez que te vi, discurría el mes de agosto de 2019 y con un abrazo entregado te dije: “Hasta el año que viene”. A lo que me respondiste con la sabiduría propia de tu persona: “¡Ay Raquel, eso es mucho tiempo! 

Tu premonición se ha hecho realidad. No hemos tenido tiempo. Siento un nudo en la garganta ante tu ausencia, y las lágrimas empañan mis palabras. Fuiste en mi juventud un espejo en quien mirarme. Quise ser una mujer independiente, positiva, luchadora, divertida, culta, alegre y sabia, como lo eras tú y el grupo de maestras que conocí allá por el año 1966, donde te iniciaste como maestra nacional, en Bonares, un pueblo de Huelva, donde convivías con un conjunto de maestras tan vitales como tú. Allí pasamos contigo y tu hermana Mª Carmen un verano extraordinario, entre lecturas, risas, guitarras y paseos por la vega y por las playas colindantes. 

Aquello cambio mi visión de la vida. Con mis 14 años cumplidos, volví al pueblo y planteé a mis padres mi resolución de seguir estudiando. Yo también quería ser como vosotras, como tú, como Alicia, como Marisa o como Lina, que pacientemente formabais a niños y jóvenes en valores con la esperanza de crear un mundo mejor. 

Recuerdo un paseo contigo por Pedrajas en compañía de una de mis hijas. Íbamos a visitar a un pariente y si bien el trayecto era corto, el tiempo trascurrido fue largo, muy largo. Cuando regrese a casa, mi hija me dijo: “Mamá, ¡pero cómo puedes tener tantos primos!” No eran primos, eran vecinos o antiguas alumnas tuyas que nos fuimos encontrando por el camino y que para cada uno de ellos/as habías tenido unas palabras de afecto, que a los ojos de mi hija se confundía con parentesco. 

Teresa, tuviste la habilidad y la sabiduría de saber dar confianza y afecto, de ahí que la gente al verte te saludara con cariño y respeto. Hoy me siento triste y desamparada pero agradecida a la vida de haber tenido la suerte de compartir contigo momentos muy gratos y poder haberte llamado prima. 

Muchísimas gracias. Seguro que la Virgen de Sacedón, a quien embelleciste con tus versos, te acogerá en su regazo. Descansa en paz. 

Tu prima Raquel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario