miércoles, 7 de abril de 2021

DEDICADO A MI AMIGA TERE GONZÁLEZ

Vistas las palabras de afecto que te han dedicado con tanto cariño, voy a sumarme a las mismas con mucho gusto. Hacía tiempo que no lloraba y al conocer la triste noticia, no he podido ni querido reprimir mis lágrimas.

La poesía nos unió, ya lo creo. Nos hizo forjar una deliciosa y profunda amistad. La diferencia de edad nunca fue un obstáculo entre nosotros. Es lícito reconocerte tus increíbles dotes para adaptarte a los tiempos modernos y eso que siempre insistías en que nuestro grupo, en los recitales, debía dar a conocer a la gente la vida y obra de nuestros poetas más clásicos. A aquellos los admirabas y al mismo tiempo te ponías al día en estar a la última. Podíamos hablar de cualquier tema sin problemas. Así mismo podíamos discutir sobre la forma de presentar y encarar los recitales. Bueno más que discutir, discrepábamos amigablemente.

Con tu permiso, voy a tratar de emular a Jorge Manrique, al que también quisiste dedicarle un recital:

Un río llamado Tere González,
mi querida Tere, 
ha llegado a la mar.

Hiciste fértil todo cuanto tocaste. 
Tus versos y palabras bellas nos acariciaban
saciando de veras nuestro apetito cultural.

Timoneaste una barca solidaria,
provista de una honesta hospitalidad.
 
Marchabas erguida, 
con viento en popa a toda vela 
en pos de la justicia,
pensando siempre en aquellas personas, 
de cualquier lugar del mundo, 
de mayor necesidad.

Has cumplido con creces tu misión 
y por ello te mereces, Tere,
sin duda alguna, 
descansar en paz.

Los romanos, cuando una persona importante fallecía, decían que había vivido. Tú has vivido de verdad. En ciertas culturas celebran cuando se marcha un ser querido. Este no es el caso, hubiésemos preferido que siguieses con nosotros y con buena salud, pero mira, he vuelto a ver la última escena de la película “El club de los poetas muertos”. En esa escena los alumnos homenajean al profesor que ha sido despedido injustamente y lo hacen desafiando a la nueva autoridad en un acto de rebeldía, porque saben que quien se va es “diferente, auténtico”. 

Yo debo mucho al Grupo de poesía y por ende a ti, que eras el alma de ese grupo. Así que voy a subirme a una silla, sin que nadie me lo impida, y como has sido ¡diferente y auténtica, muy auténtica!, te diré muy alto: 

¡Oh capitán, mi capitana!

Un beso muy grande y un estrecho abrazo para ti, Tere, allá donde quiera que te encuentres.

Muchas gracias de todo corazón por haberte cruzado en mi camino y haber enriquecido mi vida como lo hiciste.

Víctor


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