Embargados aún por la emoción, se hace difícil escribir, amigo Tomás, unas palabras de despedida, y eso que sabíamos que el momento del adiós definitivo estaba ya próximo. Aunque un antiguo refrán dice que Dios nos libre del día de las alabanzas, cómo no dedicarte unas líneas destacando algunas de las virtudes que creo que te adornaban.
Una era la pasión que sentías y demostrabas por tu extensa familia: la más cercana –tus padres, hermanos, cuñados y sobrinos que con tanto cariño han cuidado de ti en el trance de tu enfermedad- y también la que forman tus numerosos tíos y primos, con los que tan unido estabas. Tu debilidad, en estos últimos años, eran esos sobrinillos encantadores, hijos ya de tus sobrinas, que estoy seguro habrán seguido iluminando –aunque haya sido por momentos- tus últimos días de vida, cargados de dolor.
Tu otra gran virtud era tener una gran cantidad de buenos amigos, de los más variados ámbitos y lugares: los amigos de la niñez, de la escuela, del barrio, de esos partidos de fútbol que tanto te hubiera gustado jugar y que la polio infantil frustró; los amigos del trabajo, al principio en los talleres de confección, luego como vigilante nocturno en la carpintería Bamar, de Íscar, tu lugar de nacimiento; los amigos de la peña, primero en el tiempo ilusionante y vertiginoso de la juventud, luego, en los más pausados de la madurez; los amigos de partida y posterior conversación en los bares del pueblo; los amigos del mundo de la caza con galgos, en tantos y tantos correderos de estas tierras de la estepa castellana; los amigos del universo taurino, como persona entendida que eras –y mucho- en el arte de Cúchares…
Salir contigo por los pueblos de la comarca, sobre todo por Íscar, era ir deteniéndonos cada dos por tres a saludar a esos amigos tuyos y a charlar un rato con ellos. No se me olvida decir que siempre, siempre, nos invitaban, porque tú eras muy cumplido y hacías lo mismo cuando nos encontrábamos en Pedrajas con tus amigos forasteros. Igual que eras de cumplido a la hora visitar a los enfermos y acompañar en los entierros, un gesto, este último, que muchos de esos tus queridos amigos no podrán tal vez ofrecerte, a causa de la situación sanitaria en que nos encontramos inmersos.
Deseo que estas palabras, escritas a vuelapluma, sirvan para rendirte un sincero homenaje lleno de gratitud por haber podido disfrutar de tu amistad. Nos has dejado a una edad ciertamente temprana, pero confiamos en mantener viva la memoria de tu persona, con el paso de los años.
Descansa en paz, amigo Tomás. Que la tierra que en breve acogerá tus cenizas te sea leve.
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