miércoles, 8 de febrero de 2023

ENTREVISTA A ANTONIO VERDUGO, EN EL NORTE

Premio 2022 'Solidaridad invisible'

Antonio Verdugo: «La pobreza se hereda; esa es una de sus muchas trampas»

Premio 2022 'Solidaridad invisible' alerta de la enorme contradicción que es que «si hablamos de un camerunés jugador del Madrid, no tenemos problema; pero si el camerunés es pobre...

Antonio Verdugo, en una de las salas de formación y reunión de la Parroquia de Santo Toribio de Valladolid. / RODRIGO JIMÉNEZ

J. I. FOCES

El Norte de Castilla. Sábado, 4 febrero 2023, 00:07

He aquí un luchador contra los molinos de viento de la exclusión social. Antonio Verdugo (Valladolid, 64 años), sacerdote, para más señas. Su ininterrumpida labor social de más de dos décadas en el barrio donde se asienta su Parroquia de Santo Toribio (Caamaño-Las Viudas) le hizo merecedor del galardón 'Solidaridad invisible 2022' que otorga la Plataforma Social de Valladolid. Lo agradece, pero para él el mayor reconocimiento es conseguir ayudar a que alguien que está en situación de pobreza pueda adquirir la formación y la preparación para salir de ella. De ahí que para él luchar contra los molinos de viento que representan en la sociedad actual la pobreza, la injusticia y la exclusión social es una tarea diaria en la que sabe que no está solo y en la que algunos frutos, aunque tardan en llegar, se logran. No llegan todos los que querría, pero con su hacer marca un ejemplo a seguir.

–A un cura lo de ayudar al prójimo le va de serie, ¿no?

–Es algo evidente.

–Practicarlo, ¿también?

–Practicarlo es una cuestión que exige disciplina, pero una disciplina que reporta beneficios, que al final te construye. Yo ya no me entiendo si no es desde esa dimensión del servicio.

–¿Qué encomienda le hicieron sus superiores cuando le nombraron párroco de Santo Toribio?

–Vine con la conciencia de que esto era una situación no tan singular como ahora, pero sí peculiar.

«Si a una persona en situación de exclusión solo le damos cosas, no le estamos ayudando mucho»

ANTONIO VERDUGO

–Explíquese.

–Ahora estamos en una de las zonas de exclusión más dura y más fuertes no ya de Valladolid, sino de España. El barrio de Caamaño-Las Viudas está en el ránking triste de los barrios de mayor exclusión de España. Al nivel del barrio de las 3.000 Viviendas de Sevilla. Y al principio de venir no era así, pero sí que era consciente de una tradición de esta parroquia, la de Millán Santos y la comunidad que le acompañó. Pero el cambio en el barrio ha sido tan grande que poco tiene que ver con los tiempos de Millán.

–El cambio en el barrio se supone que es...

–De vecinos. No es el mismo vecino que cuando comenzó la parroquia. Entonces era un barrio producto de la migración del campo a la ciudad. El desafío era situar a la nueva población en un barrio nuevo con infraestructuras, con servicios... Eso ha cambiado. El nuevo vecino es distinto. Mucha presencia de emigración... Es un barrio multicultural.

–Y por tanto, multirreligioso.

–Claro. Hay muchas religiones y muchas culturas. Ha cambiado profundamente. Y luego ha habido un deterioro urbanístico, que está manifestando que hay una fuerte situación de exclusión.

–Hablamos de pobreza, ¿no?

–Fundamentalmente de pobreza, que se manifiesta en usos a veces delictivos, en vivienda deteriorada, en una educación que no llega a completar lo que se pide, lo elemental; hablamos de hacinamiento, de infravivienda, de paro, de trabajo muy precario... Estamos con fuerza insistiendo ante las instituciones y el vecindario en lo que es una transmisión intergeneracional de la pobreza. Aquí estamos viendo lo que los sociólogos llaman la trampa de la pobreza.

Antonio Verdugo, en uno de los locales parroquiales. / R. JIMÉNEZ

–¿Trampa de la pobreza?

–La pobreza tiene bastantes trampas y una de ellas es que se hereda. Los hábitos, las costumbres, los usos pasan de padres a hijos. Esa constatación la estamos viendo. Lo cual nos indigna porque no puede ser que estemos condenando a un sector importante de la población de esta ciudad a esta situación, falta de motivación y de hábitos... Nosotros tenemos proyectos de intervención social que tienen que ver con la educación y uno de ellos es el de la Educación de Calle.

–¿De qué trata?

–De crear nuevos hábitos, modos y motivaciones para romper con eso. Nacemos en una familia con inquietudes; luego nos puede ir mejor o peor, pero esas inquietudes nos lanzan a otro modo de enfrentarnos a la vida, nos preparamos, buscamos dónde trabajar, las relaciones que hacemos buscan estar donde creemos que podemos estar más a gusto. Pero la pobreza esas motivaciones no las tiene: ahí está la trampa de la pobreza.

–La pobreza es inabarcable. Las soluciones, por tanto, también. ¿Cuánto le desanima eso en su acción pastoral y social diaria?

–Hay dos referencias fundamentales. Una, mi fe...

–¿Su fe?

–Yo no me entiendo si no mantengo un modo de vida en relación con Dios, con un Dios que no es el Capitán Trueno que soluciona las cosas, que hace que triunfe el bueno. Es un Dios que me lanza a la responsabilidad. Su mensaje es que yo soy responsable con él del otro y, sobre todo, del otro que es pobre. Esa es una complicidad imprescindible con el Dios que me hace responsable.

–Es decir, que pese a todo lo que ve de pobreza, de injusticias, ¿no deja de creer en Dios?

–¡Me afirma más! Porque experimento ese Dios como el Dios responsable y que me hace a mí responsable del otro. El Dios que me dice: 'Oye, tú, que ahí te tengo, que ahí estás'.

–Ya, pero quien padece la pobreza y las injusticias seguro que lo primero que se pregunta es por qué Dios consiente esas cosas. ¿Tiene usted respuesta a ese interrogante?

–Mi respuesta es la que me da Dios: 'Ya estás tú para ello'. Me dice: 'Te he creado libre, te he creado con capacidad para, conmigo, luchar para que las situaciones de iniquidad, de injusticia, de sufrimiento y de dolor puedan ser resueltas'.

–¿Y la segunda referencia para no desanimarse?

–La complicidad con los demás. Es bonita la complicidad con el otro que también tiene esa misma inquietud.

–¿Aquel al que quiere ayudar le recibe a usted, le admite?

–No necesariamente. Hay veces que sí y otras que no. Pero en esto del ejercicio de la caridad entiendo que sí que es gratificante cuando el otro dice gracias y sale adelante.

–Muchos no salen...

–Cuántas son las situaciones que se enquistan... En lo de la trampa de la pobreza la pelea es muy dura. Son tantos los elementos que tienen que intervenir... La intervención social ante esa inabarcabilidad de la pobreza tiene que tener en cuenta el elemento familiar, el vecinal, el cultural, el económico. Dos factores fundamentales: el acceso a estos servicios básicos materiales y luego los elementos de sentido.

«Nosotros queremos crear espacios de encuentro, de interculturalidad, de convivencia creativa»

ANTONIO VERDUGO

¿Qué son los elementos de sentido?

–¿Cómo en la acción caritativa no vamos a trabajar el sentido de la persona? Si solo le damos cosas, no estamos ayudando mucho; estamos solucionando unos problemas materiales que son pan para hoy y hambre para mañana. Nosotros, desde nuestro proyecto en la parroquia, queremos trabajar las cuestiones de sentido también: las motivaciones, los hábitos, las expectativas de vida, la cultura, el sentido de familia, la promoción humana, el sentido de relación con los demás. Eso es importante para que ese misterio que es la pobreza...

–La pobreza, ¿misterio?

–Cuanto más das, más misterio se hace. Pero si no entramos en ese misterio humano no nos hacemos personas.

–¿Y usted ha entrado?

–Ensayamos entrar. Ensayo y sí que como comunidad, como grupo de personas que estamos trabajando en eso, son cotidianos esos múltiples rostros que tiene la pobreza y los nuevos que va adquiriendo. Cada vez que alguna persona se sienta ante mí, o en el apoyo escolar, en las reuniones con ellos, en el equipo de fútbol, ellos abren su corazón yo me tengo que callar y tengo que actuar. Tengo que suspender el juicio hacia esa persona, porque eso es un misterio: está ahí y lo sufre, no sabe cómo articularlo, yo tampoco lo sé, pero tengo que tener los medios suficientes de intervención social, que son fundamentalmente humanos, para acompañar a esa persona.

«¡Claro que hay muchos momentos de desánimo! Pero es muy importante compartir desde la fe, que es humanizar la fe»

ANTONIO VERDUGO

–¿Le sigue gente en esa tarea?

–Actualmente dentro de la comunidad parroquial tenemos 45 voluntarios que trabajan en ello: atención primaria, clases de español para adultos, apoyo escolar, el tiempo libre, las comisiones de análisis de las situaciones que se dan en el barrio... Todo eso mueve muchas inquietudes, muchas personas que desde un espacio u otro quieren trabajar en favor del otro y de la justicia para romper la iniquidad.

–Lo hace como sacerdote católico en una amalgama de religiones. ¿Cómo recibe alguien de otra creencia que sea un sacerdote católico el que está al frente de este movimiento de ayuda?

–En esta tarea nos gusta hablar de una parroquia abierta a la realidad compleja del barrio. Una realidad donde está muy presente la fractura social que expresa la injusticia de un sistema económico que, en palabras del Papa Francisco, mata y excluye. Y aquí es donde es acogedora, porque queremos ensayar respuestas de la intervención social para todos, cualquiera que sea su origen, raza o religión. Nosotros queremos crear espacios de encuentro, de interculturalidad, de convivencia creativa tan necesaria en nuestro barrio y en nuestra ciudad. No podemos dar la espalda a la pobreza consintiendo los guetos urbanos que se pueden crear entre nosotros. Adela Cortina (Premio Nacional de Ensayo 2014) redactó un ensayo muy interesante sobre aporofobia...

–¿Aporofobia?

–Es un concepto que quiere decir miedo al pobre. No es tanto un problema cultural, sino que es un problema de que el pobre no nos gusta. Ella dice, por ejemplo, que cuando hablamos de un jugador del Real Madrid que es de Camerún no tenemos ningún problema; ahora, cuando hablamos de un camerunés que vive en la pobreza ya este sí que nos molesta. Lo que en realidad excluye es la pobreza.

–¿Cuánto palpa que puede haber de resignación en la pobreza?

–Una de las cosas que más nos cuesta es provocar la participación, dentro de nuestro barrio, de la gente que padece la exclusión para poner negro sobre blanco a cuál es su situación y cómo podemos solucionarla. La pobreza crea esa trampa de decir 'acepto mi situación', 'acepto vivir con menos, sin expectativas', 'acepto que mi vida quede truncada'. Eso es muy doloroso y con eso es muy difícil trabajar para hacer reaccionar. La pobreza crea al final una cultura que está presenta también en la salud mental: la pobreza crea ansiedad, frustración y sensación de fracaso y eso configura culturalmente a mucha gente.

–Aquello que dijo Francisco al ser elegido Papa, lo de «una Iglesia pobre para los pobres», ¿se ha quedado en un eslogan?

–La revolución que está haciendo el Papa Francisco en nuestra Iglesia y en la sociedad, porque es uno de los líderes mundiales más respetados, es algo todavía pendiente de completar. Una Iglesia pobre al servicio de los pobres es una vinculación directa con el Evangelio y es un proceso que todavía tenemos que madurar, que experimentar, que hacer y que compartir. Yo creo que el Papa lo que nos está diciendo es 'no os preocupéis tanto de vosotros mismos', 'Iglesia, no te preocupes tanto de tí misma, preocúpate de los pobres. Y preocupándote de los pobres vas a encontrar tu identidad'. Eso sigue siendo un desafío, aunque hoy la Iglesia en España y en Valladolid tiene elementos de servicio a los pobres muy importantes.

–En los momentos de desánimo, ¿a qué o a quién recurre?

–A mi oración y a los compañeros de camino. ¡Y hay muchos momentos de desánimo! Es muy importante compartir desde la fe, que es humanizar la fe.

–Y en ese caminar constante que practica en la vida, ¿se ha detenido algún instante a pensar qué quiere ser de mayor?

–Quiero ser más caritativo, más humano y más creyente. Estoy en la etapa de seguir adelante para no adocenar mi vocación.


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