jueves, 25 de enero de 2024

VICTORIANO CABREJAS

El pasado sábado, 20 de enero, la Asociación de Jubilados "Río Eresma" dedicó un homenaje a los socios de mayor edad, mujer y hombre, la señora María Jiménez Andrés y el señor Victoriano Cabrejas Martín. También se homenajeó a Mari Carmen González Santana, fallecida recientemente, por su dedicación a la citada asociación como miembro de la Junta Directiva.

Publicamos a continuación la semblanza de Victoriano Cabrejas junto con algunas fotografías representativas de su vida y las palabras de agradecimiento que dirigió a dicha Asociación de Jubilados en dicho acto.

SEMBLANZA 

DE 

VICTORIANO CABREJAS MARTÍN, “CUQUI”

Nací el 19 de diciembre de 1933 en Pedrajas, en la casa de mis abuelos maternos, Quintín y Juliana, situada en la calle del Pozo Bueno, la calle del encierro (en la casa que luego fue de mi tía Isabel y donde tuvo la tienda y actualmente se encuentra una vivienda propiedad de Chicote). Mis padres vivían en el caserío El Pisón, junto al río Eresma y el Puente Vadalba, y mi madre vino a dar a luz a casa de sus padres.

Mi madre se llamaba Visita, era ama de casa y de la familia de los “Matapollos”, y mi padre se llamaba Victoriano, aunque todo el mundo le conocía por Federico, y era de la familia de los “Guerras”. Fue hombre de diferentes oficios: empresario agrícola y ganadero, director del secadero de achicoria de Marceliano Ballesteros y Bonifacio Cabrejas (secadero situado en una parte de lo que es hoy la discoteca Pic-Nic), agente del Banco Bilbao y propietario de un estanco y una tienda. Yo fui el mayor de seis hermanos. Mis hermanos eran Isabel, Mari Paz y Pili, fallecidas en estos últimos años, Visi y Antonio, misionero en Ecuador, al que llevo 16 años.

Mis primeros seis años de vida los viví en el caserío El Pisón. Allí, viví con mis padres, mis tíos Germán y Rufina y mis primos Julián y Emiliano, y luego, estando allí, nacieron mis primos Germancín y Jesús y mis hermanas Isabel y Mari Paz, que nació el día que terminó la guerra y de ahí su nombre.

Una de las lavanderas del pueblo que acudía varios días a la semana a lavar la ropa, hacía de ama de cría, y un día mientras me daba pecho comentó “¡Ay, que niño más cuqui!”, y a partir de ahí me empezaron a llamar “el cuqui”, y con “Cuqui” me quedé y soy conocido en el pueblo.

En El Pisón nos dedicábamos a trabajar en las huertas y al ganado. También nos dedicábamos a la caza, sobre de todo de conejos, lo que hacíamos de día con perros y escopetas y de noche con un hurón con cascabel, que entraba en las madrigueras y hacía salir a los conejos. Era habitual que ganaderos de Salamanca y Extremadura que venían a vender cerdos negros en los mercados de la zona (Íscar, Pedrajas, …) parasen en El Pisón y las piaras permanecieran allí hasta que se vendían todos los animales. 

Todas las semanas veníamos a Pedrajas con un carro de varas con un caballo o en burro a hacer el pan en la panadería y a vender hortalizas y también a comprar. Recuerdo que, siendo yo aún muy niño, al entrar en el pueblo, como nos encontrábamos en guerra, los falangistas nos hacían levantar el brazo y gritar “¡Arriba España!”.

Estuve en El Pisón hasta casi los 6 años, pues en septiembre de 1939 empecé la escuela con Don Justi y me vine a vivir con mis abuelos Quintín y Juliana. Vivíamos nosotros tres solos y también durante un tiempo con una hermana de mi abuela que se llamaba Petra y que vino de Montejo de Arévalo a la muerte de su marido, un viudo con el que se había casado y no había tenido hijos. En el año 1944 ya vinieron a vivir mis padres a Pedrajas, a una casa en el rincón de la báscula. Aquí nacieron mis tres hermanos menores y allí viví hasta los 30 años.

En la escuela estuve hasta los 13 años y al terminar me puse a trabajar. Mis tíos Quintín y Tomás me contrataron para que con un burro llevara la comida a los segadores y fuera a trillar al campo. Por esos tres meses que estuve trabajando me pagaron mi primer sueldo: 100 pesetas. Con ellas me compré una cama turca y un colchón de lana, pues hasta entonces dormía en una cama de tablas y un colchón de paja de maíz. 

A partir de ahí me dediqué a trabajar con mis padres y tíos en Pedrajas y El Pisón, a ordeñar las vacas y a trabajar en las huertas.   También a finales de los años 40 acompañaba a mi abuelo paterno, Eulogio, por los pueblos de la zona (Aguasal, Llano de Olmedo, Fuente el Olmo, Villeguillo, …) vendiendo alubias y otros productos, como monos y trajes militares, que la gente utilizaba como ropa de trabajo, pues mi abuelo se dedicaba al estraperlo.

En el año 1948 mi padre compró un terreno junto a la carretera de Olmedo, en la esquina con la calle Giroteo, y allí construyó las cuadras donde estaban las vacas y otros animales. Era la primera edificación de aquella zona. El barrio de Corea no existía.

En febrero de 1955 y hasta agosto de 1956 estuve haciendo la mili en el Parque de Intendencia en Valladolid, donde se encuentra la antigua Iglesia de San Agustín. Allí hacíamos el pan y lo repartíamos entre todos los militares y huérfanos de la guerra. Diariamente se hacía pan con 50 sacos de harina. También se almacenaba allí cebada, leña, etc.

Cuando hice 24 años, en el año 1957 mi tío Germán se quedó con la finca de El Pisón.

El 29 de diciembre de 1961, tras cinco años de noviazgo, me casé con Pilar, hija de Severiano Sanz “el Cojo Viloria” y Elvira Martín, y con la que acabo de cumplir 62 años casado. Unos días en Zaragoza, Tudela (en Navarra) y Madrid fue nuestra corta luna de miel, pues el día de Reyes ya estábamos de regreso en Pedrajas.

Tras unos meses en Pedrajas, donde nació nuestra hija Clara, a finales del año 1963 nos fuimos a vivir a Matapozuelos, donde nacieron mis hijos Rodri y Carlos. Allí estuve trabajando en la fábrica de piñones de Leandro Román y Maximina Martín, hermana de mi madre, conocidos como “Los Chirumbas”.  Yo era encargado de los obreros y de las entradas y salidas de mercancía en la fábrica. En Matapozuelos vivimos 8 años muy bonitos, hasta que en enero de 1972 nos fuimos a vivir a Getafe (Madrid), donde estuve trabajando en una empresa de calderería. Tras 20 meses allí, en septiembre de 1973 vinimos a vivir a Valladolid, donde nació el pequeño de los hijos, Raúl, y donde vivimos actualmente. En Valladolid estuve trabajando 25 años, desde 1973 y hasta el año de mi jubilación en 1998, como encargado en “Maderas González Herrero, S.L.”, almacén de maderas y materiales de construcción situado en el barrio de Los Pajarillos. En estos años, la familia ha ido creciendo con yerno y nueras y nueve nietos y estoy muy orgulloso de todos ellos. Y nunca he dejado de venir a Pedrajas, en verano, en Sacedón, en los Santos y hasta finales de los 90 en invierno a hacer la matanza y ahora a la comida de diciembre de la Asociación.

Un hecho muy importante en mi vida es la construcción en el año 1977 de nuestra casa de Pedrajas, junto al hostal Camino Real. Desde entonces vivimos casi los tres meses de verano de cada año aquí, donde disfrutamos de nuestro patio y jardín en compañía de familiares y amigos. Es una casa modesta pero siempre está abierta y aquí nos juntamos, debajo del cerezo o del manzano, para celebrar cumpleaños, fiestas o para charlar y recibir la visita tanto de nuestros amigos como los de nuestros hijos y nietos. También en los veranos ha sido habitual ir a disfrutar de la ribera del río Eresma, a “La Monaja”, donde hemos pasado muchos días y hemos ido a refrescarnos, a comer y merendar y echar la partida en compañía de familiares, amigos y vecinos de Pedrajas.

Mi rutina diaria actual consiste por las mañanas en hacer las compras, leer el periódico y tomar unos vinos antes de comer, y echar una parlada con la gente que me encuentro. Y luego por la tarde, pues echar la partida o dar otro paseo, leer, ver una película del oeste o hacer sopas de letras. Y así vamos aguantando, con achaques de salud, pero no me puedo quejar, pues creo que de los hombres de mi quinta, solo quedo yo.

Siempre he tratado de llevarme bien con la gente y mostrar buen talante y ser jovial y sociable, con sentido de humor, contando algún chiste o gastando bromas. Y soy feliz con mi mujer Pilar y con las reuniones y celebraciones de toda la familia unida.

Hoy, es un día muy especial, pues llevo siempre a Pedrajas y a la Virgen de Sacedón en el corazón, y, por eso, tanto mi familia como yo, agradecemos de corazón este reconocimiento tan cariñoso que me hace la gente de mi pueblo.

IMÁGENES DE UNA VIDA


































PALABRAS DE AGRADECIMIENTO

Buenas tardes a todos:

Quería dar las gracias por este homenaje a la Asociación de Jubilados “Río Eresma”, a todos los que lo han organizado y a todos vosotros por acompañarme en este acto.

También quería felicitar a la otra homenajeada, a María, y todo mi cariño para la familia de María del Carmen y también a la familia de Paco, el anterior presidente de la Asociación.


Y quería aprovechar este momento para decir que me siento orgulloso de ser pedrajero, pues creo que los pedrajeros somos gente muy trabajadora y responsable, y Pedrajas ha sido siempre un pueblo abierto, un pueblo de convivencia, que siempre ha aceptado y ha integrado a los que han venido de fuera, de otros pueblos o de otras regiones como Extremadura y Galicia, y ahora también de otros países.

Además, Pedrajas siempre ha sido un pueblo avanzado. En otros pueblos y lugares que conocí en mi vida, había distinciones entre ricos y menos ricos, no podían entrar en el mismo bar, o la mujer no podía entrar en los bares. Aquí en Pedrajas eso no pasaba.

También quiero destacar el papel importante de las numerosas Asociaciones que hay en Pedrajas, que organizan actividades durante todo el año. Gracias a ellas, Pedrajas es un pueblo muy dinámico y activo y se distingue de muchos otros pueblos.

Os animo a todas las Asociaciones, como la nuestra, la de los Jubilados, a seguir impulsando la vida en Pedrajas.

Y nada más, estoy muy contento de este homenaje que me hace la gente de Pedrajas, acompañado de Pilar, de mis hijos y nietos, y de mis familiares y amigos. Todos nosotros os damos las gracias por vuestra presencia aquí acompañándonos y esperamos que lo paséis bien y que siga existiendo la convivencia.

Un abrazo a todos y muchas gracias.





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