sábado, 27 de enero de 2024

A JULIÁN LEDO, COMO HOMENAJE

Este fin de semana los madrileños Teatros del Canal (desde hace ya casi un año me encuentro en esta ciudad y su apabullante oferta cultural me va siendo más cercana) acogen el estreno en España de 'Madre' ('Mère'), lo último del dramaturgo canadiense de origen libanés Wajdi Mouawad. Se trata de la tercera obra de su ciclo 'Domestique', en el que lo autobiográfico y su experiencia como niño exiliado víctima de la guerra articulan el discurso. Es posible que para muchos el nombre de Mouawad no les diga nada, pero sí una de sus obras, quizá la más célebre, 'Incendios', una tragedia griega trasladada al horror de las guerras presentes de Oriente Medio que aborda el drama de los refugiados y la violencia contra la mujer (la violación como arma de guerra).

Recuerdo el profundo impacto que me causó la obra (que además de en los escenarios fue llevada al cine por Denis Villeneuve en 2010) cuando la vi sobre las tablas del Teatro Zorrilla de Valladolid. En España tuvo especial relevancia el montaje que un maestro de la talla de Mario Gas dirigió en 2016 con Núria Espert en el papel de Nawal. Sin embargo, yo no vi la versión de Gas y Espert, sino la de una compañía amateur, una agrupación de actores que, pese a no vivir de ello, se entregaron en cuerpo y alma a la obra, valiéndoles el Premio de la Provincia correspondiente a 2015 y abriéndoles las puertas del Zorrilla. Me estoy refiriendo a Serpentina Teatro, por supuesto.

Para un pueblo como Pedrajas, tener una compañía de teatro de la calidad de Serpentina no puede ser sino motivo de orgullo, y en este logro cobra especial mérito la figura del recientemente fallecido Julián Ledo, promotor de la asociación Zarandaja bajo cuyo paraguas echó a andar Serpentina, y que tuve el privilegio de tener como lector.

Lejos de esas grandes ciudades repletas de teatros, cines y auditorios donde con tanta ligereza se juzga el apetito cultural de los pueblos, figuras que impulsen la cultura y contribuyan a ennoblecer el nombre de su patria chica, como fue el caso de Julián, son siempre dignas de homenaje. Sirvan por tanto estas humildes líneas para ello.

Juan Martín Salamanca

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