Todos los presidentes del gobierno que han pasado por la Moncloa, excepto uno, revalidaron su mandato en las urnas, es decir, ganaron las elecciones en las siguientes generales a las que se presentaron siendo presidentes en funciones. Me refiero a los señores Suárez, González, Aznar, Zapatero y Rajoy. La excepción se encuentra en el actual presidente del gobierno (en funciones), que no ha sido capaz de reeditar el triunfo conseguido en 2019, quedando en segundo lugar en los pasados comicios del 23-J.
A pesar de ello, el señor P.Sánchez se siente ganador y parece dispuesto a formar un gobierno con el apoyo de no se sabe a ciencia cierta cuántos partidos políticos, dada la heterogénea y numerosa composición de la coalición Sumar, además de la más que probable ayuda de los independentistas catalanes de ERC y Junts, los nacionalistas del PNV y los separatistas (antiguos admiradores de los terroristas, aun no suficientemente arrepentidos) de EH-Bildu. Es decir, como en el circo: más difícil todavía.
Por culpa de un escaño perdido en el recuento definitivo en Madrid, el PSOE se encuentra con la desagradable situación de tener que depender de la voluntad de ese individuo que vive en Waterloo a cuerpo de rey, a costa del erario público, teniendo cuentas pendientes con la justicia desde hace seis años. O sea, un prófugo de la ley, con escaño de eurodiputado, que habla mal de España cada vez que abre la boca en Estrasburgo. No hace falta que diga de quien se trata, porque le conocen hasta las ratas.
Pese a ello, el inquilino provisional de la Moncloa no ve ningún inconveniente en negociar con ese fulano, aceptando sin despeinarse el trágala impuesto por estos (decimonónicos) carlistas del siglo XXI, partidarios de la ley vieja, de los antiguos fueros y de toda esa retahíla absurda de los derechos históricos perdidos en 1714. Léase “España y Cataluña. Historia de una gran pasión” del hispanista e historiador británico Henry Kamen.
Por cierto, los catalanes homenajean cada 11 de septiembre a Rafael Casanova, conseller en cap de entonces, que se negó a capitular ante la más que probable entrada de las tropas borbónicas del Duque de Berwick en Barcelona, provocando con ello varios centenares de muertos más para nada. Cuando se produjo el asalto a la ciudad, el tal Casanova se escondió como un cobarde y salió de la ciudad a hurtadillas, salvando el pellejo y sin dar la cara. Años después volvió a Cataluña porque el rey Felipe V le perdonó (H. Kamen dixit). Salta a la vista el indiscutible paralelismo de la vida y milagros de dicho señor con las proezas contemporáneas del vecino de Waterloo.
Pero detengámonos en las principales peticiones de los indepes de cara a la negociación. La primera de ellas ya la han conseguido. Me refiero a la normalización de las lenguas cooficiales en el Congreso (en el Senado ya estaba vigente). No tendría mayor importancia si no fuera porque si -de entrada, hablando en español sus señorías no se entienden-, qué será cuando cada uno hable en su propia lengua. Resultado más que probable: la nueva Torre de Babel.
La segunda de las peticiones, de la que dice el señor Junqueras que ya está pactada desde la negociación de la composición de la Mesa del Congreso, es la aprobación de una nueva ley de amnistía para todos los encausados por sus responsabilidades en la jornada del referéndum del 1/10/2017.
Sobre este particular, asistimos estos días a un encendido debate sobre la constitucionalidad de esa hipotética ley. Como soy lego en esa materia no voy a opinar sobre ello. Pero si digo que una ley de amnistía, que borra los delitos cometidos, es un agravio comparativo inaceptable en una democracia consolidada como la española y en una situación totalmente distinta a la que se produjo en 1978. Y si el efecto de la ley es el de borrón y cuenta nueva, nadie puede garantizar que los indepes no vuelvan a las andadas en un futuro próximo.
No creo que la tercera petición puesta sobre la mesa, referéndum de autodeterminación acordado con el gobierno central, se llegue a negociar, porque en ese caso el señor P.Sánchez habría traspasado una línea roja muy peligrosa para el futuro de este país-estado-nación llamado España.
Espero que reine la cordura, en este país en el que reina un señor bastante cuerdo, pues pese a que me considero republicano, la monarquía encarnada por Felipe de Borbón y Habsburgo es la forma constitucionalmente aceptada por la mayoría del pueblo español, salvo que una consulta popular al respecto determine lo contrario.
En mi opinión, en las actuales circunstancias, no creo que la convocatoria de unas nuevas elecciones resuelva la endiablada distribución de escaños en el Congreso. Creo sinceramente que un acuerdo de mínimos entre los dos grandes partidos a nivel nacional (PP-PSOE) permitiría salir del atolladero político, mediante una legislatura corta, resolviendo importantes asuntos que están bloqueados desde hace mucho tiempo (renovación CGPJ, modificación de la Constitución, Ley Memoria Democrática de todos, Ley Orgánica de Educación consensuada, posición común sobre Cataluña etc., etc.). La fórmula la desconozco, pero si tuviéramos unos políticos con sentido de estado, como los de 1978, no sería un problema insoluble.
Así que vuelvo al inicio de este artículo: QUÒ VADIS P.SÁNCHEZ?
Angel Santos
(Votante-PSOE)
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