Hace mucho frío en Pedrajas esta mañana de domingo, acentuado por ese viento que azota estas tierras por el norte. A primera hora, ha llegado a caer aspereza, esos diminutos copos de aguanieve, preludio de nevadas, a veces.
Ese mismo frío hacía anoche, a eso de las nueve, en el terreno utilizado actualmente para instalar el ferial, al pie de la cotarra de la Manteca, camino del cementerio. Menos mal que a esa hora ardía ya con fuerza la hoguera que poco antes habían prendido los quintos y quintas del pueblo, nacidos en 2007, que a lo largo del presente año llegan a la mayoría de edad. Una hoguera conocida entre nosotros como la velada, porque servía para alumbrar en la noche la fiesta de los quintos y, al mismo tiempo, protegerse del frío que hiciera, poco o mucho.
Por la tarde, la hoguera estaba ya bien preparada, con ramera seca, leña menuda y maderos más gruesos, de modo que ardió bien muy bien y calentó a los propios quintos y a todos cuantos los acompañábamos: familiares, amigos y vecinos en general. Eso sí, las chispas o morceñas que se desprendían de las llamas, eran lanzadas con fuerza en dirección a las casas del pueblo, aunque sin peligro alguno. Ayudó, además, a paliar el frío reinante el rico chocolate que las madres de los quintos −tal vez también algún padre− ofrecieron a todos los presentes, acompañado con unos hermosos florones.
Enhorabuena, pues, a los organizadores y participantes, por el éxito de la celebración, una de las tradiciones que nuestro pueblo mantiene desde tiempo inmemorial, como suele decirse cuando no se sabe desde cuándo, pero sí desde hace muchos años. Ahora, a seguir disfrutando los quintos de su fiesta, con alegría y con respeto. Próximo objetivo, la carrera de las cintas. Nos vemos en ella, preparadla bien.
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