La semana pasada, con tanta lluvia caída, fueron noticia las crecidas de los ríos de nuestra comarca, desde el Cega y su afluente el Pirón, hasta el Adaja con el suyo, nuestro Eresma. Un Eresma que, como transcurre por un cauce tan encajado, es casi imposible que se desborde, pero siempre nos atrae contemplar el paso de sus aguas embravecidas por las riberas cercanas, sobre todo en los puentes y embalses.
El domingo anterior, como otras personas, nos acercamos hasta el viejo puente de Vadalba, en la carretera de Olmedo, y vimos cómo el agua se extendía ampliamente por la ribera, pero en los ojos del puente aún quedaba bastante hueco para el paso de la corriente. En situaciones similares de años anteriores, ese espacio era mucho más reducido.
Después, nos acercamos a la ribera de Sacedón, donde es más difícil apreciar las crecidas, sobre todo desde lo alto del borde de la ribera. A ver si con estas fuertes corrientes, se deshacen esas grandes acumulaciones de troncos que luego, en verano, nos impiden recorrer a pie el río. Cada año se producen más, quizás por falta de cuidados por parte de la Confederación Hidrográfica del Duero. Al menos eso es lo que comenta la gente.
En Sacedón pudimos observar que ya se habían limpiado adecuadamente las dos balsas y se podía acceder al caño del agua de la fuente de la Virgen. Subiendo la cuesta hacia el camino Real, por donde pasa la procesión el día de la romería, vimos que una de las traviesas de madera que forman la escalera de ascenso, se halla rota por la mitad, a la larga, y desprendida, por lo que conviene sustituirla por otra semejante.
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