¡Qué pena que te hayas ido! Hay personas que se ganan el derecho de ser eternas en nuestro recuerdo y tú, por tu enorme implicación social para hacer este mundo más justo, tu gran humanidad, tu generosidad con los demás, tu gran talento para escribir poesía, te lo has ganado de sobra.
Fuiste la mejor madre que Cristina pudo tener. Con cuánto amor e ilusión preparabas su fiesta de cumpleaños, de la que nos hacías partícipes a los vecinos del barrio.
¡Cuánto me hubiera gustado que este verano hubieses vuelto al pueblo! Te habría contado que a mi hijo Valentín le habían publicado un libro de poesía. Sé que te habrías puesto muy contenta al saber que gente joven, como él, se dedica también a una de tus grandes pasiones.
Desde hoy descansan tus cenizas en Pedrajas, como era tu deseo. El mío y el de mucha gente es que hubiese en este mundo muchas personas como tú.
¡Siempre en nuestros corazones!
De una vecina de toda la vida de la calle Humilladero.
Esperanza.
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