Por Víctor Manuel Sanz Arranz
Dedicado a todos los que les gusta hablar del tiempo.
2018 ha comenzado con fuerza. Ha sido irse los Reyes Magos y una copiosa nevada nos ha dado los “buenos días”, este domingo, 7 de enero. Así que “año de nieves, año de bienes”. Bueno, eso ya lo veremos.
Todo apunta a que será mejor que 2017 (un año tremendamente “vago” en cuanto a lo de la pluviometría). Se ha ganado a pulso convertirse en el más seco del siglo XXI. He contabilizado, en todo su curso, unas precipitaciones de unos 250 L. por metro cuadrado, muy lejos de los 460 litros de 2016 y de los 380 litros de media de nuestra zona en los últimos años.
Por destacar algo de 2017, se puede decir que el día 19 de enero amaneció con una helada negra de 11 grados bajo cero. Este tipo de heladas pasan desapercibidas porque no acumulan forraje blanco en las hierbas, ni en los pinos, pero son muy agresivas. En algunos termómetros, dudosamente homologados, se constataron hasta 15 grados bajo cero.
“Abril siempre fue ruin, si no es al entrar es al salir, y si no al medio para no mentir”. Hay refranes que se contradicen unos a otros. Abril de 2017 fue el más seco desde hace cuatro décadas. Llovieron sólo dos litros por metro cuadrado el día 29 y concluyó su última madrugada con una temperatura de -2. Su efecto fue bastante dañino en patatas y majuelos porque la segunda quincena de abril había hecho más calor de la cuenta.
Pero, para calor, lo del mes de junio. Siendo agricultor, (siempre estoy pendiente de las temperaturas por controlar el riego de mis plantas) no recuerdo un mes de junio donde casi 20 días superaron los 35 grados. Esto me pareció una auténtica barbaridad.
El verano fue bastante cálido, aunque a primeros de julio, en una tormenta tropical, registré 50 litros de agua en mi pluviómetro. Lo que llueve en verano suele ser un desperdicio porque se seca pronto. Y después vino, también, el otoño más seco del siglo XXI.
Menos mal que los meteorólogos (hombres y mujeres del tiempo) empezaron a hablar de las ciclo génesis (que nadie se asuste, que son como las borrascas de antes, con viento eso sí) a las que han puesto nombres (Ana, Bruno,…) y, tal vez fruto de ese esfuerzo, han llegado en 2018 las ansiadas lluvias y las nieves.
Yo, mientras limpiaba mi terraza de nieve, pensé en hacer un muñeco. Me imaginé en adornarlo con una zanahoria que hiciese de nariz, en ponerle un gorro… Como pronto noté que se me quedaban frías las manos (ya voy teniendo mis añitos) decidí abandonar la idea para otra ocasión.
Pero mantuve mi afán aventurero y me fui a Cuéllar, a ver a un amigo. Al llegar a La Mata, en un efecto contradictorio, vi menos nieve en las tierras que en Pedrajas. Pero cuando subí a Torregutierrez, me encontré con lo que esperaba: ¡Una nevada de 30 centímetros de altura! Por allí habían pasado las máquinas quitanieves.
En fin, en poco más de dos días ha caído la quinta parte de agua que llovió en 2017. Esperemos que siga la racha y aguantemos los contratiempos que ello nos conlleva. ¡El agua es vida, y de verdad que la necesitamos!
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