DÍA DE LA ABUELA
MISA POR LOS DIFUNTOS
En el último día de las fiestas patronales, llamado antes “el día de la abuela”, sigue siendo tradicional dedicar una misa a todos los difuntos del pueblo, especialmente a los fallecidos desde las pasadas fiestas de San Agustín.
La iglesia estaba llena, tanto como ayer; una señora mayor, que esperaba sentada a la sombra, me decía: “Todos tenemos algún ser querido a quien recordar”. Las reinas de las fiestas llevaban vestidos y mantillas negros; no así los sacerdotes (Domingo, Antonio Martín y Antonio Cabrejas), que habían decidido vestir de blanco, el color de la vida, en vez del negro, asociado tradicionalmente a los difuntos, al luto. Las campanas tampoco doblaron a clamor, sino que repicaron al vuelo. Domingo, en su homilía, insistió en recordar en este día a los seres queridos con la memoria de la vida, no con la memoria dolorida de la muerte, aunque sea natural, y conveniente, derramar alguna lágrima en ciertas ocasiones.
Finalizada la ceremonia, Antonio Cabrejas, que se encuentra pasando unos días en España con objeto de asistir a un congreso, agradeció la ayuda del pueblo de Pedrajas a los damnificados del terremoto de Ecuador, donde él reside. Anunció, además, que la próxima semana convocará una reunión para informar sobre el destino dadoa estas ayudas.
ENCIERRO ECOLÓGICO
A las doce, la Plaza de Toros y la calle del Alamar fueron escenario de un encierro ecológico infantil, organizado por la Asociación Cultural Taurina de Pedrajas. Niños y mayores disfrutaron del acontecimiento, buscando de vez en cuando la sombra, pues el sol picaba mucho.
Los llamados carretones entraron y salieron de la Plaza a la calle y al revés, uno de ellos lanzando además chorros de agua. Posteriormente, sobre el albero del redondel formaron los niños una larga fila para simular la suerte de citar y cortar a los toros.
En su carrera delante de los toros, pisó el capote y cayó al suelo...
ÚLTIMO ENCIERRO DE LAS FIESTAS
A las diez de la noche, soplando un viento un tanto fresco, dio comienzo el sexto y último encierro de las fiestas, con una buena presencia de público, tanto del pueblo como forasteros. Las reses fueron saliendo al principio de una en una desde la Plaza, luego, como viene siendo habitual se soltaron todas juntas a la vez, novillos, vacas y bueyes, un auténtico espectáculo, muy del agrado de los espectadores.
Encerrado de nuevo el ganado en la Plaza, el público prorrumpió en aplausos para los cuidadores de los bueyes domesticados, por haber desempeñado con gran acierto su misión, en ocasiones arriesgando mucho, pues marchaban junto a los bueyes muy cerca de los novillos. También se aplaudió, nos contaron, a los componentes de la charanga “El Conejo de la Loles”, llegados ayer desde Azuqueca de Henares, en tierras de Guadalajara para amenizar el vermouth musical, el encierro nocturno y el desfile de peñas desde la Plaza de Toros hasta la Plaza Mayor, acompañado por las peñas y vecinos en general, con las velas encendidas.
HASTA LUEGO SAN AGUSTÍN
La campana del reloj de la villa daba las doce campanadas de la noche, en el preciso momento en que el desfile de las peñas accedía a la Plaza Mayor. Momentos antes, el cuarteto “Duende”, que actuaba en el escenario, comenzaba su descanso entre el primero y segundo pase. La música de la charanga “El Conejo de la Loles”, con los movimientos frenéticos de sus componentes, se adueñaba del espacio. Luego, con la calma que requería el momento, tocaba “el pobre de mí, ya se acaban las fiestas de San Agustín”, mientras truena la traca que ilumina el panel con la imagen del santo colocada en el balcón del consistorio. Desde la azotea se lanzaban al aire cohetes con fuego de artificio que inundaban el cielo de luces de todos los colores y formas. Dos vivas espontáneos, a San Agustín y a Pedrajas, se escucharon entre la gente. Las fiestas de San Agustín habían finalizado oficialmente.
Quedaba el segundo pase del tradicional baile de los casados del último día de las fiestas. Algunas parejas bailaban en el centro de la Plaza ante la mirada, no muy atenta, de la gente sentada en las terrazas de los bares, soportando un frío cada vez más intenso. Un frío que invitaba a tomar unos churros con chocolate, bien calentitos, en la churrería del Mara, cerca de allí, en la plazuela de la Fuente del Caño. Enfrente, algunas personas esperando a que las almendras garapiñadas, recién bañadas en caramelo, se enfriaran. Todo un rito.
¡Que tengamos la suerte de poder celebrar con salud las próximas fiestas de San Agustín!
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