domingo, 21 de febrero de 2016

EL CHOZO DE ALCAZARÉN

Hace ya días oímos decir que los almendros del Cotarrón, debido a la suavidad de las temperaturas del presente invierno, habían florecido. Esta tarde nos hemos acercado a comprobarlo. Caminando en la bicicleta, el paisaje aparecía borroso en el horizonte, debido a una especie de calima. Volviendo la vista atrás, las sierras segovianas, ayer perfectamente nítidas, hoy no se divisaban.

En el Cotarrón, efectivamente, algunos almendros mostraban ya sus flores marchitas; otros se encontraban en plena floración; algunas flores aún se encontraban sin abrir. Una larga fila de orugas del pino, lentas en su marcha, cruzaba en esos momentos el camino que discurre entre las primeras filas de almendros y el pinar contiguo.






 Siguiendo por ese camino, en dirección a la carretera que una Alcazarén con Megeces, antes de llegar a ella, a mano izquierda, en una pequeña elevación arenosa, hoy pinar, se encuentra un viejo chozo de piedra, destinado a servir de protección y abrigo a los dueños de las viñas allí plantadas antiguamente. El pago lleva el nombre de las Garnachas, una variedad de uva muy conocida.

Aunque el terreno es arenoso, como hemos indicado, aparecen muchas pequeñas piedras calizas sueltas, que antes servirían –creemos- para levantar sencillas cercas o vallados que delimitaran las viñas. Esas piedras habrían servido también para edificar el chozo.

Tiene el chozo planta circular de unos dos metros de diámetro. Las piedras calizas que lo forman, de mampostería, es decir sin labrar, están unidas con barro. El dintel de la puerta de entrada, que mira al oriente, se construye con dos lajas de piedra caliza planas, una de ellas reforzada con una pequeña barra de hierro. El techo se cierra con falsa cúpula, rematada en una laja de forma circular. En el interior, las paredes, hasta el nacimiento de la cúpula, se hallan revocadas con barro y paja. En la pared norte se halla un pequeño hogar y chimenea construidos con ladrillo hueco doble, seguramente posteriores a la construcción del chozo. El humo del fuego ha ennegrecido las piedras del techo. Para proteger la puerta de entrada por el lado que mira al norte se levantó una pequeña tapia que asciende desde el nivel del suelo hasta la altura de la puerta. Con la finalidad de aislar el habitáculo del calor o frío reinantes, todo el conjunto se encuentra recubierto de tierra, formando un gran montículo.






Vista de la parte central del techo, que se cierra con una gran laja de piedra caliza.

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