El pasado 19 de marzo, domingo, publicó El Norte de Castilla, en sus ediciones impresa y digital, un amplio reportaje sobre las secuelas que ha dejado en muchas personas la epidemia del Covid 19.
En ese reportaje, la periodista Laura Negro otorga especial protagonismo a la psicóloga pedrajera Natalia García Muñoz, por lo que nos ha parecido de interés reproducir sus opiniones sobre un tema todavía de actualidad.
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Las cicatrices de la pandemia: así nos ha cambiado
Después de tres años, las heridas menos visibles son todavía profundas. Las consultas psicológicas en casos de ansiedad, depresión, fobias, abusos y maltratos van en aumento, aunque la covid nos ha dejado también lecciones de vida
Imagen: Rodrigo Jiménez
Laura Negro
El Norte de Castilla. Edición digital. Domingo, 19 de marzo 2023, 20:38 h
Catorce de marzo de 2020 es una fecha que llevamos grabada a fuego en nuestra memoria. Se decreta el estado de alarma y comienza el confinamiento. Lo que iban a ser 15 días se convirtieron en meses, que muchos vivieron como un auténtico suplicio. Las consecuencias sociales, económicas, sanitarias, laborales y políticas fueron devastadoras. También las psicológicas.
La soledad, el estrés, el miedo, las pérdidas traumáticas y las preocupaciones laborales y económicas favorecieron la aparición de insomnio, depresión, ansiedad y fobias, que son ya consideradas otra gran pandemia silenciosa. Según la OMS, en 2030 los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo. El Norte de Castilla ha consultado con una experta en pedagogía y psicología, Natalia García Muñoz, que desde hace 10 años disfruta de una profesión que le apasiona. Y lo hace desde distintas vertientes. Desde la docencia, desde la consulta en su propio gabinete 'MasSanamente Psicología y Nutrición' y desde el acompañamiento terapéutico, como asistente personal en Fundación Intras. Está especializada en violencia de género y pertenece, además, al programa de atención psicológica de Violencia de Género de la Junta de Castilla y León.
Según esta experta, son varios los problemas psicológicos derivados de la pandemia, aunque éstos han evolucionado en el tiempo. «Al principio nos encontrábamos con muchos problemas de ansiedad, que ya de por sí, son los más habituales. Lo que ocurre es que la incidencia se disparó en todos los rangos de edad. A medida que las restricciones se fueron levantando y podíamos tener más relaciones sociales, se empezó a ver un aumento de los problemas depresivos», comenta esta psicóloga vallisoletana, que ve como el sistema se está saturando. «Desde mediados de 2020 las consultas no han dejado de aumentar. Muchos pacientes intentan acudir a la sanidad pública y en vista de que tienen hasta 6 y 7 meses de espera, acuden a gabinetes privados cuyas listas de espera son de 3-4 semanas. Esa temida quinta ola en la salud mental, la llevamos viviendo desde hace año y medio».
Ese aumento de la demanda de atención psicológica es especialmente llamativo en el público infantojuvenil y en temas relacionados con violencia de género. «Estamos encontrando muchos pacientes a partir de los 9 años y adolescentes, con autolesiones, síntomas depresivos y de ansiedad, que no encajamos en los trastornos más típicos. Es una población muy vulnerable, a la que el confinamiento le pilló en una época en la que debía desarrollar todas sus habilidades sociales. También hemos notado un aumento de abusos y agresiones sexuales a menores, tanto por parte de adultos como de menores», prosigue.
La dependencia de las redes sociales es otro de los motivos habituales de consulta entre los jóvenes. «Cada vez más padres traen a sus hijos con la preocupación de que son adictos a las nuevas tecnologías y que se ponen agresivos si se las retiran. Los chavales se relacionan a través de dispositivos, con sus amigos, y también con desconocidos, con el riesgo que eso conlleva», explica. En cambio, a los más mayores, el hecho de no dominar el uso de las nuevas tecnologías, les ha cerrado puertas a la hora de relacionarse. «La soledad es un factor de riesgo grave para la salud física y mental. Por eso, desde Intras, acompañamos a esas personas para aliviar sus síntomas de soledad, tanto de forma presencial como telefónica. A estas personas, que son muy vulnerables se les ha visto un deterioro cognitivo importante», prosigue.
La pandemia ha sacado lo peor y lo mejor de cada uno. «Nos ha enseñado muchas cosas buenas, como a valorar a la familia, a ralentizar los ritmos, y a potenciar la empatía con los demás. Ha habido movimientos solidarios muy bonitos que a día de hoy se mantienen. También ahora somos más conscientes de lo que realmente importa y, en general se han potenciado los lazos sociales. También gracias a la covid, se ha reducido el estigma asociado con los trastornos mentales y desde las instituciones cada vez se promueve más la importancia de la salud mental. Los pacientes hablan más abiertamente con sus conocidos de que acuden al psicólogo, incluso los niños y jóvenes».
Duelos patológicos
Los duelos traumáticos son otro escollo psicológico. Las medidas sanitarias que se aplicaron para controlar la pandemia, impidieron, entre otras cosas, la despedida de muchos seres queridos. Eso dificultó a muchas personas la aceptación y la adecuada superación de las diferentes fases del duelo. «Muchos se sienten culpables porque su familiar ha fallecido en soledad, o por no haberse podido despedir. Eso a nivel psicológico afecta mucho. Lo tratamos como un duelo patológico y les ayudamos a transitarlo. En ocasiones les recomendamos velar con un acto simbólico a la persona fallecida, para que puedan despedirse. Hay intervenciones especializadas para estos casos que aplicamos de forma individual y en grupo».
Para esta experta la escucha activa es el método idóneo para empezar a ayudar desde casa. «Sobre todo a los niños y jóvenes hay que hacerles sentirse escuchados y que puedan expresar como se sienten. No hay que juzgarles ni criticarles. Hay que reforzar su autoestima, sus habilidades e intereses y hay que dejar que se equivoquen, que de vez en cuanto también se aburran y descansen. Hay que normalizar el malestar y darnos permiso a encontrarnos mal», aconseja.
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