Con un tiempo muy agradable −ni frío ni calor, el sol levemente velado tras las nubes− las quintas y quintos de Pedrajas han vuelto a correr las cintas, después de no haber podido hacerlo los del año pasado por circunstancias de todos conocidas. Y presenciando el espectáculo, muchísima gente, nunca habíamos visto tanta en los últimos tiempos. Treinta −nos han dicho− han sido los jóvenes participantes, nacidos en el año 2004, que alcanzarán, por lo tanto, la mayoría de edad a lo largo de este 2022.
Poco antes de la hora anunciada, todo eran preparativos en el solar situado entre la avenida de España y las calles tituladas de las Huertas y el Alamar, donde se suele instalar el ferial durante las fiestas de San Agustín. Había que adornar los seis burros llegados desde Toro, alquilados por unas horas, a cien euros cada uno. [A escote, nada es caro −dice el refrán]. También era necesario montarlos, para ir acostumbrándose, tanto las caballerías y los jinetes.
Poco después se han presentado los empleados del Ayuntamiento trayendo las tres cestas preparadas para la ocasión: la primera con cintas cintas de todos los colores; la segunda, con cintas de color rojo y gualda, los de la bandera de España; la tercera, con los colores de la bandera de Pedrajas, amarillo y verde. Los quintos y quintas, muy bien ataviados, con sus pantalones blancos y sus chalecos de color negro.
Sujeta a la gruesa maroma la primera de las cestas, ha comenzado el ritual de pasar a la carrera por debajo, tratando de introducir el tenedor de madera en alguna de las anillas cosidas al borde de las cintas de colores. O si no, golpearlas hasta hacerlas caer. También, en última instancia, intentar agarrarlas con la mano. El primer borrico en pasar, tal vez abrumado por tanta expectación, ha dejado caer sus boñigas sobre la arena justamente debajo de la cesta. Menos mal que uno de los operarios municipales ha ido a por una pala y un cepillo y los ha recogido.
Ha habido también alguna caída y una de las chicas ha recibido un golpe en la frente con uno de los tenedores, que felizmente ha quedado en un susto y en un rozón. En esto, en tener mucho cuidado al golpear las cintas, sí que deberían ponerse de acuerdo antes de empezar las carreras, igual que en pasar todos de un lado a otro, sin juntarse dos bajo la cesta, frente a frente y en sentido contrario.
Acabada la carrera, ya se sabe, fotos y más fotos, con familiares, con amigos… y con los burros, que se han portado bien este año. Nos ha costado, pero al final han posado todos juntos, como recuerdo para la posteridad.
Antes era costumbre, una vez corridas las cintas, recorrer, una por una, las casas de los quintos, a comer la hojuela. En su lugar, en los últimos tiempos, se reúnen en una comida de hermandad, este año ellos solos, sin estar acompañados por sus padres. Ayer por la tarde, hubo algunos por el barrio, pidiendo la propina, y no sabemos si se han puesto en la carretera a parar a los coches como solía hacerse, aunque exponiéndose a un accidente. En cualquier caso, que vivan los quintos y las quintas del 22.
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