Uno de los primeros recuerdos que tengo de Domingo Llorente es jugando, de niños, a los cromos. Cómo peleó, en una jugada dudosa, por el premio que creía que le correspondía. Me llamó la atención la pasión con que defendió la jugada y cómo argumentó y perseveró por el botín del premio, esa defensa de lo que creía que era lo suyo. Esa pasión por defender su idea ha sido una de las características de su personalidad, que le ha acompañado hasta los últimos días de su vida.
Después de una larga enfermedad ha muerto Domingo, el pasado sábado, a los 66 años de edad. Un rasgo de su personalidad era su inconformismo. Me explico, el que todo el mundo aceptara y diera por bueno cualquier acontecimiento, idea, opinión, no era suficiente para dar por bueno y valido el asunto a tratar. Domingo no se conformaba, analizaba y buscaba la verdad, con datos y opiniones de especialistas. Y si esa opinión, a la que llegaba, no coincidía con la de la mayoría, era capaz de enfrentarse con quien hiciera falta, con argumentos siempre. En el debate era implacable.
Con esta actitud, su vida y relaciones no fueron cómodas. No estaba por llevar la contraria, por polemizar o por frivolizar. No se encontraba cómodo con la sociedad conformista, que lo acepta y admite todo, con tal de estar de acuerdo con la mayoría y no tener disgustos por cualquier cosa. Buscó hasta el final la razón, el argumento de sus opiniones, que defendía con vehemencia. Era duro polemizar con él. Aun así, creo que ha sido más duro para Domingo nadar siempre a contracorriente.
Si tenía que enfrentarse a amigos o compañeros por ideologías, partidos políticos o religiones, se enfrentaba, y si había que alejarse de esas personas, pues se alejaba, con tal de no condescender. En este sentido, se ha muerto Domingo con una cierta frustración, al ver que la sociedad española había tomado la deriva de la falta de compromiso y confrontación, y se doblegaba a la opinión de las mayorías.
Ha sido duro compartir sus últimas confidencias. La desazón que le producía volver a ver a la sociedad española, de nuevo, dividida, sin rumbo y con polémicas artificiales, que a lo único que nos llevará es al enfrentamiento: Le dolía aún más que los estragos de su dolorosa enfermedad.
No me queda más que añadir el pésame a Pili, su mujer, y a sus hijas Marina, Carlota y Marta. Ánimo a sus familiares. Descanse en paz.
Jesús Lozano Salamanca.
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