Se cumplen hoy, víspera de la festividad de la Virgen del Pilar, 26 años de la presentación en el Ayuntamiento de Íscar del libro titulado Villa y Tierra de Íscar.
Posteriormente, a finales de ese mismo mes, el día 29, por invitación de don Dioniso Miguel Recio, como alcalde entonces de nuestro pueblo, el libro se presentó en Pedrajas.
Mi intención, como autor, era haberlo conmemorado el año pasado, al cumplirse el cuarto de siglo, pero de todos es conocido que no estaban en esa época los tiempos para celebraciones.
La primera edición, compuesta de 1.500 ejemplares, fue patrocinada por la Comunidad de Villa y Tierra de Íscar. Lleva como portada una fotografía del castillo de Íscar, obra de Rafael de la Torre, de Estudio Imagen (Íscar). Posteriormente, en febrero de 1996, salió a la luz una segunda edición de 1.000 ejemplares, encuadernada en imitación de piel, con el escudo de los Zúñiga y Avellaneda, Condes de Miranda, en su portada. Esta edición, próxima a agotarse, corrió a cargo de quien escribe estas líneas.
De una o de otra edición, la obra se encuentra en numerosos hogares de los municipios que componen la Comunidad de Villa y Tierra, contribuyendo al conocimiento de la historia de estos siete pueblos hermanos.
Como recuerdo de esas presentaciones, incluimos la noticia publicada en El Norte de Castilla, redactada por un Cruz Catalina que en aquellos tiempos se iniciaba en las tareas de corresponsal en nuestra comarca, y el saluda que don Dionisio envió a los vecinos de Pedrajas invitándoles a asistir al acto.
PALABRAS DEL AUTOR EN EL ACTO DE LA PRESENTACIÓN
Señores Presidentes de las Diputaciones Provinciales de Valladolid y Segovia; señores alcaldes y representantes de los pueblos de la Comunidad de Villa y Tierra de Íscar; señores curas párrocos y otras autoridades, familiares y amigos, vecinos y forasteros aquí presentes: salud y gracia.
Nos complace presentaros en esta Casa de Ayuntamiento de la Comunidad de Villa y Tierra Antigua de Íscar este libro que recoge el pasado histórico de unos pueblos hermanos: Íscar, Cogeces, Megeces, Pedrajas, Villaverde, Remondo y Fuente el Olmo. Sin olvidar a esos otros lugares que con las calamidades de los tiempos quedaron despoblados para siempre: Aldeanueva, Villanueva, Santibáñez, Chamartín, Sanchisgudo y Vaciaodres.
Nuestra tierra conoció la presencia humana desde los remotos tiempos de la civilización neolítica. En los espigones del páramo o en pequeñas elevaciones de la llanura arenosa se establecieron gentes de las culturas de la Edad del Bronce y de la Edad del Hierro.
Hasta aquí, cerca de la histórica ciudad de Coca, cuna del emperador Teodosio, llegó el eco de la civilización romana. Las frondosas riberas de nuestros ríos -Cega, Pirón y Eresma- fueron asentamiento predilecto del pueblo visigodo.
En el siglo VIII se asentaron en estas tierras gentes musulmanas, cuya algarabía puso nombre a algunos de nuestros pueblos: Cogeces, Megeces, Alcazarén; Íscar, probablemente también.
A finales del siglo XI, conquistada Toledo por Alfonso VI, colonos cristianos repueblan las campiñas del sur del Duero. El modelo repoblador organiza este territorio, denominado la Extremadura castellana, en Comunidades de Villa y Tierra: Íscar, Coca, Cuéllar, Portillo, Olmedo, etc.
Íscar, villa fortificada, y los pueblos de su alfoz a su amparo, se integran en un concejo dirigido por el Regimiento de Villa y Tierra, en el que los alcaldes imparten justicia, los regidores gobiernan y los procuradores defienden los intereses comunitarios.
Para el buen gobierno de la Comunidad el Regimiento promulga en 1538 las Ordenanzas de Villa y Tierra, posteriormente renovadas, "por haber mudado los tiempos", en 1568 y 1592. Con las comunidades vecinas de Cuéllar, Portillo, Olmedo y Coca se firman concordias en orden a un mejor aprovechamiento y defensa de pinares y pastos.
EL DOMINIO SEÑORIAL DE LOS CONDES DE MIRANDA
Durante los siglos XII y XIII Íscar y su Tierra pertenecieron alternativamente a reyes y a señores feudales. En el año 1371 el rey Enrique II las donó a Juan González de Avellaneda, señor de la casa de Avellaneda. Mediado el siglo XV pasaron a pertenecer a los Condes de Miranda por casamiento de doña Aldonza de Avellaneda con don Diego López de Zúñiga.
El dominio señorial de los Condes de Miranda sobre sus vasallos de Villa y Tierra de Íscar se basaba en tres aspectos fundamentales:
. En primer lugar, la posesión de varios bienes raíces: el monte, tierras de labor denominadas "sernas", el castillo y el molino de Abajo en Cogeces.
. En segundo lugar, los Condes tenían la potestad de nombrar alcaldes y regidores de entre las personas que por duplicado les proponía el Regimiento de Villa y Tierra.
. Finalmente, por razón de vasallaje, gozaban de la potestad de cobrar de sus súbditos tributos como la martiniega, las alcabalas y el portazgo.
Sobre la posesión y aprovechamiento del monte -pastos, leña seca, bellota y piedra- mantuvieron los concejos de los pueblos largo pleito con los Condes en la segunda mitad del siglo XVI (1549-1574). En Megeces, donde se inició la rebelión, su procurador Martín Alonso, fue acusado de "querer levantar a todo el pueblo a manera de Comunidad". Aún pervivía en la memoria de las gentes la Guerra de las Comunidades de Castilla.
UNA SOCIEDAD ESTAMENTAL
La sociedad del Antiguo Régimen tenía un carácter estamental. Tres grandes grupos la integraban: hidalgos, buenos hombres pecheros y clérigos.
. Los hidalgos, a pesar de ser poco numerosos, controlaban los resortes económicos, políticos y sociales de Íscar y su Tierra, pues gozaban de grandes privilegios:
- En el aspecto económico se hallaban exentos del pago de determinados tributos.
- Les correspondía la mitad de los oficios de justicia y regimiento.
- Su prestigio social se manifestaba en ocupar sitios preeminentes en actos públicos, en poner escudos de armas a las puertas de sus moradas o en enterrarse en las capillas mayores de las iglesias.
. La mayor parte de los vecinos eran designados como "buenos hombres pecheros", por estar obligados a pagar pechos o tributos. Les correspondía la otra mitad de los cargos de ayuntamiento, si bien no todos podían acceder a ellos, sólo quienes pudieran responder con su hacienda de los caudales públicos.
. Los únicos clérigos entre nosotros eran los curas párrocos y capellanes de las iglesias. Ningún convento estaba fundado dentro de nuestro territorio, aunque siempre existió una especial vinculación por el monasterio agustino de Santa María del Pino fundado junto a Mata de Cuélla
UNA SOCIEDAD RELIGIOSA
Grande era la religiosidad de nuestros antepasados, manifiesta, por ejemplo, en la abundancia de iglesias y ermitas o en la costumbre de levantar, junto a caminos y veredas, sencillos cruceros ante los cuales las gentes se detenían a orar.
En todos los pueblos se fundaron cofradías dedicadas a honrar a los santos de su devoción. En sus funciones lo religioso se unía con el carácter festivo de danzas, comidas y colaciones. Algunas cofradías asistían a pobres transeúntes en los hospitales como los de San Pedro y Santiago en Íscar, San Agustín en Pedrajas y San Martín en Cogeces.
El Regimiento de Villa y Tierra promovía la piedad de los vecinos, al disponer en los dos primeros capítulos de las Ordenanzas de Villa y Tierra que los domingos y fiestas de guardar ninguna persona fuera osada de andar con carretas ni de jugar a ningún juego hasta ser salidos de misa mayor.
Para bendecir los frutos de la tierra, cumplir antiguos votos o pedir agua en momentos de sequías pertinaces los concejos organizaban letanías y rogativas. Antes del año 1520 los concejos de Remondo, Aldeanueva y Sanchisgudo hicieron voto de guardar, para siempre jamás, el día de San Antonio de Padua, desde las vísperas, puesto el sol, para que el Santo les librara de piedra, langosta y cualquier otro daño en los frutos de la tierra. Despoblados Sanchisgudo y Aldeanueva, el pueblo de Remondo mantiene viva esta tradición, yendo cada 13 de junio "en procesión muda" hasta el lugar donde estuvo sita la iglesia de Sanchisgudo.
LOS TRABAJOS DE LAS GENTES
Las características del medio físico determinaron los trabajos de nuestros antepasados: la agricultura de secano, divididas las tierras en dos hojas, una de barbecho y otra cultivada; algunas viñas agrupadas en pagos para su mejor defensa; huertos y arboledas en las riberas de los ríos.
Quiero destacar la importancia que para todos los vecinos, pobres y ricos, tuvo el disfrute, gratuito y de por vida, de tierras comunes concejiles, hasta que el rey Felipe II decretara su venta con objeto de recaudar dineros para la Real Hacienda.
El pastoreo de prados, pinares y monte, común a todos los pueblos de la Comunidad de Villa y Tierra, fue otra actividad relevante. Cogeces se configuró como un punto capital en la trashumancia de las ovejas merinas, al cruzarse entre sus casas dos cañadas reales de primer orden: la Burgalesa y la Leonesa Oriental.
Somos gente pinariega. La abundancia de pinares albares y negrales determinaron la dedicación de muchas personas a cortar, serrar y labrar maderas, con las que luego se fabricaban puertas y ventanas, trillos, camas o taburetes. Fuente el Olmo y Villaverde han vivido hasta hace poco fieles a su antigua tradición peguera y resinera.
De las encinas y robles del Monte se abasteció de leña y carbón a Valladolid, siendo Corte Real. Los canteros labraron las piedras calizas del páramo; los caleros, con fuego, las convirtieron en cal. De las entrañas del Monte, a la luz de las teas, se extrajeron yesos y brillantes espejuelos.
EL FIN DEL ANTIGUO RÉGIMEN
La mudanza de los tiempos provocó la caída del Antiguo Régimen. En el segundo tercio del siglo XIX, reinando Isabel II, se configura una nueva sociedad, clasista, sin normas que aseguren una posición a grupos privilegiados. Se producen cambios fundamentales en las estructuras políticas, administrativas y sociales de las Españas:
. En 1833 se establece una nueva división provincial que parte en dos nuestra Comunidad: Íscar, Pedrajas, Cogeces y Megeces dejan de ser segovianos y se integran en la provincia de Valladolid.
. Con la abolición del régimen señorial los Condes de Miranda dejan de ser señores de Íscar. En lo sucesivo no nombrarán alcaldes y regidores, no cobrarán tributos, aunque sí mantendrán la posesión del castillo, el molino y las sernas.
. La Comunidad de Villa y Tierra, entendida como un solo Ayuntamiento con capital en Íscar, deja de existir. Cada pueblo comienza a tener ayuntamiento constitucional propio e independiente. Pedrajas había conseguido su independencia antes, en 1732, al eximirse de la jurisdicción de Íscar y lograr la categoría de villa.
- La Comunidad pervive para administrar la Bolsa Común de Villa y Tierra creada a mediados del siglo XVII con los pinares, prados y tierras concejiles de Villanueva, Aldeanueva y Santibáñez, tras su despoblación.
En el aspecto económico, durante el siglo XIX, se produjo la desamortización o expropiación de los bienes de conventos, iglesias, cofradías, concejos y comunidades de Villa y Tierra. Nuestros ayuntamientos perdieron tierras de labor, prados, eras e incluso pinares, como sucedió a Cogeces y Megeces.
DEDICATORIA DEL LIBRO
Este libro está dedicado a la memoria de nuestros antepasados, que con sufrimientos y gozos hicieron posible la continuidad de la vida de nuestros pueblos.
En estas páginas se habla más de sufrimientos que de gozos. Sequías, pedriscos y plagas de langosta; malas cosechas y hambre; enfermedades, dolor y muerte amargaron con frecuencia la vida de nuestros antecesores. A veces sólo les quedaba el consuelo de recurrir al auxilio del cielo: en Íscar llevando en procesión a la Virgen de la Piedad desde la iglesia de San Pedro hasta el convento del Pino; en Pedrajas trayendo en novena a Santa María de Sacedón hasta la iglesia del pueblo.
Sin embargo, junto a penas tan grandes se vivieron alegres jornadas de fiestas y regocijos en honor de los santos de su devoción o en agasajo de sus señores los Condes de Miranda: misas romerías y procesiones; danzas y autos teatrales; colaciones y comidas; toros y novillos corridos, enmaromados o encascabelados.
UNA HISTORIA EN CONTINUA REVISIÓN
Esta historia, a pesar de su considerable extensión, presenta ciertas lagunas, por varias razones:
. La escasez de documentos de algunas épocas, en especial la medieval, debido a la pérdida de la mayor parte de los fondos antiguos de nuestros archivos municipales.
. La falta de catalogación de algunos archivos provinciales o nacionales y la imposibilidad de acceder a los fondos de otros.
. La necesidad de limitar la extensión de la obra, que nos ha obligado a excluir aspectos ciertamente interesantes.
Por ello, en el futuro, será necesario ampliar y actualizar esta historia con nuevas aportaciones y puntos de vista que, sin duda, la enriquecerán considerablemente.
A las puertas de un nuevo siglo, se hace preciso investigar el pasado más reciente, es decir, la apasionante historia del siglo que está acabando. Los documentos de esta época existentes en los archivos municipales de nuestros pueblos son numerosos y variados; sin embargo, no siempre se encuentran en lugares adecuados, bien guardados y catalogados.
De esta época son también muchos y variados los documentos pertenecientes a personas particulares, cuya catalogación deberían promover nuestros ayuntamientos para su estudio y conservación.
Todos hemos de reconocer la labor que las administraciones públicas están desarrollando en la conservación del patrimonio cultural. Sin embargo, aprovechando el eco que mis palabras pueden tener en estos momentos, me atrevo a sugerir la necesidad de actuar ordenadamente para evitar la destrucción inevitable a la que parecen condenados, o el olvido en el que yacen, sencillos monumentos de nuestros pueblos. Por poner algunos ejemplos, el puente de las Cabras en Íscar; el molino Blanco en Cogeces; las pegueras de Fuente el Olmo, casonas de tradición popular, cruceros, etc. Todos, ayuntamientos, entidades culturales, asociaciones y personas particulares deberíamos comprometernos en esta labor.
AGRADECIMIENTOS
Muchos son los favores que debo agradecer. Es justo recordar a los autores de aquellos libros de historia que tantos caminos me abrieron en la investigación.
Mi reconocimiento a las personas encargadas de los archivos municipales y parroquiales: curas y sacristanes, alcaldes y concejales, secretarios y personal de administración de los ayuntamientos.
Quiero expresar un especial agradecimiento a tres personas aquí presentes que de modo desinteresado han elaborado parte de este libro:
-Gregorio Tardón Gutiérrez, arqueólogo, autor del capítulo II: "Los primeros pobladores".
-Tomás Mañanes Pérez, profesor de Epigrafía y Numismática de la Universidad de Valladolid, autor del capítulo III: "Villa y Tierra de Iscar a partir de la conquista romana".
-Pedro Pablo Martín Merino, autor de las ilustraciones del libro.
Finalmente, deseo manifestar mi mayor reconocimiento a la Junta de Representantes de la Comunidad de Villa y Tierra de Íscar, por haber patrocinado la edición de este libro. Sus páginas permitirán incorporar a la memoria colectiva de nuestros pueblos los eslabones perdidos de la larga cadena de su historia.
¡Muchas gracias!
Íscar, 11 de octubre de 1995
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