Las fiestas navideñas, en Pedrajas, a principios de siglo, no eran, ciertamente, en esencia, muy diferentes a las actuales. Todos, pobres y ricos, las celebraban de forma parecida, unos con más y otros con menos.
Voy a exponer a continuación algunos aspectos de estas fiestas, de los que he sido informado por Felipe Catalina González y sus hermanas; también por el señor Manolo Martín y su mujer, la señora Dorotea. A ellos mi agradecimiento.
V I E J A S N A V I D A D E S
Carlos Arranz Santos
Revista "Tierra y Pinar", número 29, enero 1983, páginas 4-5.
LA NOCHEBUENA
La celebración de la Nochebuena era entonces, como hoy, muy familiar y hogareña. La cena, momento cumbre, se componía especialmente de bacalao, preparado de diferentes maneras: con arroz, para llamarlo “arroz y pescado”; con moje colorado (pimiento) y ajos fritos; otros, los más pudientes, lo preparaban rebozado, con huevo y salsa verde. Había quienes debían conformarse con patatas y arroz, mientras otros saboreaban un buen pollo o un apetitoso pavo. Como ensalada, no piensen que faltaba el cardo o la escarola con granada.
De postre, algo sencillo y original: castañas cocidas con agua, echando en ella unos granos de anís, con un trozo de carbón de la lumbre. No se sabe para qué se echaba este trozo de carbón. Otro postre muy exquisito era turrón, hecho con dos partes de piñones y una de miel. Al acabar la cena, ya se sabe: tertulia, cantos, bailes, etc., a nivel familiar. En día tan señalado no podía faltar la bebida. Quienes no cosechaban vino propio solían acudir a por el tinto de don Ciriaco, producido en el Cotarrón y conservado en la famosa cava de La Bodega, por desgracia hoy desaparecida. Por unos catorce reales, podías llevarte una buena cántara. ¡Ya ha llovido, eh! Aquéllos que tenían majuelo enviaban algo de vino a sus parientes o a familiares que no lo tenían, el día de Nochebuena, así como uvas conservadas en el sobrado. Las bebidas alcohólicas no eran muy frecuentes debido a SU precio.
NOCHEVIEJA Y AÑO NUEVO
Su celebración era semejante a la de Nochebuena. No solía haber baile en la Nochevieja, aunque sí lo había el día de Año Nuevo y Reyes. Celebrábase el baile en el salón del señor Gregorio López “Zapatero” y más tarde en el de tío Severiano, a base de darle al manubrio.
Por Nochevieja, la gente joven salía de casa. Frecuentaban las cantinas, divirtiéndose a base de canciones y de vinillo. Otras veces se reunían en la bodega de uno de la cuadrilla. Así mismo, recorrían las calles, de madrugada, cantando coplas y decires. Para no pasar frío, se arropaban con el “tapabocas”, una típica manta de lana o astracán. No faltaba alguno –a veces gente mayorcita- que empinaba demasiado el codo y, para disculparse, decía que don Ciriaco echaba alcohol al vino. Abundaban por desgracia las camorras, debido al exceso de vino.
He aquí una vieja canción, cantada entonces, y hoy otra vez puesta de moda.
“Oh, balancé, balancé, / oh balancé, la nieve pura, /
hay que tener mucho ojito / con los frailes y los curas.
YA VIENEN LOS REYES
Con mucha ilusión colocaban los niños los zapatos, quizás el único par, en la ventana. Pronto llegaban los reyes y les dejaban castañas, trozos de turrón y nueces; juguetes, muy pocos, a veces una moña de trapo para las niñas. Podían encontrar, posiblemente, una peseta o un durito que los padres guardaban presurosos diciéndoles a los niños: “Mira, majo, esto para unos zapatos nuevos”. Los chicos se jugaban después las castañas en la Plazuela, a la tanga o a las tabas.
LA MISA DEL GALLO
La misa del gallo se celebró en unas épocas, desapareciendo en otras. En tiempos de la Segunda República se celebraba con gran bullicio y animación. Acudían los pastores vestidos con pieles a adorar al Niño, tocando la zambomba y el cencerro. Hubo que dejar de celebrarla, pues era demasiado el alboroto, desorden, demasía de vino… Nos han contado que un año tiraron una cstaña desde el coro y dieron al señor cura en toda la coronilla. ¡Qué bárbaros!, ¿no?
CANTANDO LA MISA PASTORELA
Desde tiempos remotos se canta en nuestro lugar esta bella misa navideña. Tiempos atrás la cantaban sólo los hombres, a los acordes del armonio tocado por el sacristán, acompañado de panderetas, hierros, pitos, castañuelas y un cántaro sobre cuya boca se soplaba. Entre los más destacadps cantantes de aquella época mencionaremos al tío Santiago “Valdezate”, a Primo Merino, a Nicolás “Conejo”, a Felipe, “el Ataquinero”, … Ya se cantaba entonces ese villancico tan famoso entre nosotros que dice así: “Respira, la Aurora, la flor de Belén…” O ese otro de: “Venid pastorcitos, venid a adorar, al niño Manuel, que ha nacido ya.”
EL AGUINALDO Y LA COLACIÓN
En aquellos tiempos, cuando los piñeros era obreros que trabajaban para un patrón, recibían, a lo mejor, una media cántara de vino como aguinaldo navideño. Mayor raigambre tenía la colación. Consistía ésta en ir los niños pequeños, de hasta unos siete años, a casa de sus padrinos, tíos o personas de confianza y de buena posición, con los pañuelos bien limpios, que eran llenados de castañas, un poco de turrón, almendras, una manzana, etc. también recibían la colación familia poco pudientes.
Otra costumbre muy curiosa se realizaba estos días, generalmente el día de Pascua. La chiquillería iba “a casa de los dones”, es decir, a casa de quienes tenían el título de don: médico, maestro, boticario, señoritos, etc. Estos tiraban “a rebate” castañas, almendras, perras chicas, etc.