Algunas cuadrillas de jóvenes, de los de menor edad, tienen querencia por la escalinata de la Cruz de los Caídos para reunirse. En principio, nada que objetar.
El problema viene cuando no se da un buen uso al lugar. Ayer sábado, al atardecer, paseando por allí, pudimos observar cómo un chico se hallaba subido en uno de los laterales, con peligro de caerse al intentar bajar. Le llamamos la atención, hizo caso y, con ayuda de uno de los compañeros, logró volver a poner el pie en tierra.
Esta mañana hemos vuelto a pasar por ese sitio y hemos visto restos de haberse celebrado allí un botellón. Y lo más grave, botellas de cristal, al parecer de cerveza, hechas añicos, por detrás del monumento y en la calle Cantarranas, al lado, con el peligro que suponen para los vehículos y personas de a pie. Un caso más de falta de civismo, que conviene conocer.
Eso sí, debe quedar claro que los chicos de por la tarde no tienen que ser, necesariamente, los responsables del botellón y sus consecuencias.
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