EN LA VILLA DE CUÉLLAR Y PUEBLOS DE SU TIERRA
Las grandes inundaciones producidas el pasado miércoles, 26 de septiembre, en Cuéllar y Vallelado, me han hecho recordar otras, al parecer mucho más graves, sucedidas en esa misma zona hace más de doscientos años, en agosto de 1793, a consecuencia de una enorme tormenta veraniega.
Iglesia de Torregutiérrez.
El relato de lo sucedido fue escrito por don Agustín de Santos, cura del arrabal de Torregutiérrez, en el folio 291 del “Libro de Becerro” de esa parroquia, que comprende los años 1764-1954. El documento está publicado en la página 250 del libro “Historia de Vallelado, Tierra de Cuéllar”, escrito en 1998 por Ángel Fraile de Pablo y un servidor, Carlos Arranz Santos.
"El 20 de agosto, día de San Bernardo de este año, acaheció una tempestad de piedras y aguazeros tan copiosa y cruel qual nunca se conoció en esta región. Comenzó el nublado a las doze del medio día y terminó a las seis y media de la tarde, sin intermisión. En este lugar [de Torregutiérrez] se ahogaron ciento y diez y seis reses lanares y a tres pastores se les trajo en carros quasi muertos, al fin no murieron, y otros muchos estragos.
En San Christóbal cubrían las aguas todo el valle, se llevaron un mozo y un niño que perecieron; arrastraron las azinas de mieses enteras, carros y trillos y no pararon hasta el llano de Torre, teniendo la misma suerte lo de las heras de Vallelado, después de haver destrozado varias casas.
En San Francisco de Cuéllar se llenó todo el vajo del convento de agua y piedra, tanto que la iglesia hacía más de una bara, nadaban las tarimas y confesionarios y luego que se abrieron sus puertas salieron dando buelcos hasta el medio de la Plazuela. Los frailes se subieron al Palacio, donde vivieron quasi un año. Las monjas de la Concepción se trasladaron a Santa Ana. En la Dehesa de Cuéllar se llevó el andaluvio treinta y seis pollinas. De Montemayor, la vacada que se hallaba en El Henar, con la fuerza del aire y piedras que venían de norte, pasó por estas inmediaciones hasta la Morona y se ahogaron muchas reses en Valdeolleros.
Los estragos que causó en los campos era tanto, al parecer, que no se conocía el terreno; desde este pueblo a Cuéllar no se veía más que una laguna y en muchos días no se transitó el camino por el recto, haviendo durado el agua más de diez meses en donde por mucho que haya llovido en otras ocasiones no ha durado 24 horas.
Vi piedras al principio del tamaño de un huevo de gallina y en seguida de la figura de castañas, que fueron inmensas. Yo marché luego a la iglesia y ya la encontré con una tercia de agua, hasta entrar en la capilla mayor; me siguieron varias mugeres y el sachristán y allí permanecimos clamando a Dios hasta que nos embió la serenidad."
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