Sabemos, por experiencia, que las manecillas de nuestro reloj biológico son implacables en su avance. Una de sus últimas "víctimas" es el señor Jesús Hernansanz, más conocido como "Patucas". Pero que nadie se asuste. Simplemente le ha llegado la hora de cortarse la coletilla. Deja su trabajo de autónomo, por edad, y pasa a ponerse al servicio de la empresa más potente de este país: "la de los pensionistas".
La primera vez que le vi, fue hace más de 40 años cuando todavía trabajaba en Íscar. Vino a poner cordura a un cable de la cosechadora de cereal de mi padre y mi tío Félix. Ya por entonces, oí comentarios en el sentido de que ¡Patucas era un artista!
Para mí, en especial, (creo que para muchos otros también) ha sido mi mecánico de cabecera: que mi tractor se ponía borde y no quería arrancar esa mañana, me iba a buscar a Patucas; que la cosa se complicaba, no era necesario que me hiciese un volante para mandarme al especialista, ¡él también era el especialista!
Ha sido un trabajador, ¡muy trabajador!, valga la redundancia. Tremendamente responsable, buscando siempre la mejor solución a cualquier avería, ponderado a la hora de cobrar y con un peculiar sentido del humor. En cierta ocasión, le comenté que yo tenía problemas para vender las patatas porque eran atacadas por unos gusanos (llamados alfilerillos) que se introducían en los tubérculos. Él estuvo ágil y enseguida me comentó: “Tú diles que les ofreces patatas con carne.”
Fue también mi mecánico de urgencias, porque le busqué algún domingo, cuando él estaba fuera de servicio. ¡En fin!, ya se sabe, donde hay confianza... Que conste que esto no le gustaba, y me lo recriminaba como si yo fuese, eso me parecía entender, de su familia.
Así que, ahora mismo, me siento como huérfano de mi mecánico de cabecera. Sé que tengo que tirar hacia adelante. La vida continúa.
Y lo mismo sucede contigo, "Jesús". Te deseo que disfrutes de buena salud en tu nuevo futuro, y de unas largas y merecidísimas vacaciones.
Víctor Manuel Sanz Arranz.
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