En Pedrajas siempre hemos llamado majuelos a las viñas. Hablando con propiedad, un majuelo sería una viña recién plantada, nueva. En tiempos antiguos las viñas se agrupaban en determinados lugares, llamados pagos, siempre bien coteados o delimitados, con objeto de protegerlas adecuadamente de los ganados que pudieran entrar a comer en ellas. También de las personas. De ahí la existencia de cabañas, en las que podía estar escondido el viñadero, que era el guarda de las viñas. O el dueño. Ya lo dice el refrán: “El miedo guarda la viña”.
Dentro del término de Pedrajas había viñas, entre otros lugares, en el pago del Coto, al pie de las laderas del Monte, por detrás de la cuesta del Burro, y en la zona de la cañada de Palacios. Cerca de allí, pasado el Cotarrón, ya en término de Alcazarén había otro pago de viñas, muchas de ellas pertenecientes a vecinos de Pedrajas. Aquí las llamaban “las viñas de Alcazarén”. En ese lugar, en un sitio conocido como las Garnachas, nombre de una variedad de uvas, se levanta el chozo de piedra del que hablábamos en esta página no hace mucho.
A finales del siglo XIX se roturó el Monte de Íscar, perteneciente a la Condesa de Montijo, para dedicar su terrazgo al cultivo, arrancando previamente gran parte de los robles y encinas que lo poblaban. El terreno se repartió en suertes entre colonos de los pueblos que tenían término en dicho Monte: Íscar, Pedrajas, Cogeces y Megeces. Algunos parajes, generalmente arenosos, se plantaron de majuelos, que han pervivido hasta no hace muchos años, en que se arrancaron las cepas de los pocos que ya quedaban.
Mención especial merecen algunas fincas creadas a principios del siglo XX en las que las vides se combinaban con diversidad de árboles frutales, como almendros, manzanos o membrillos. Enfrente del cementerio, en lo alto, al pie de las laderas del Monte, plantó de arbolado unos terrenos don Eugenio Moral del Río, con su casita de campo denominada “Villa verde”. Don Eugenio, natural de Boecillo, era el farmacéutico de Pedrajas en aquellos tiempos, con vivienda en la Plazuela de San Agustín, frente a la entrada principal de la iglesia. Dicen que como le quitaban las guindas, echó en ellas unos polvos de su invención y unos que se las quitaron y comieron tuvieron que acudir a él para encontrar remedio a los dolores de tripa que les entraron. Eso he oído contar a personas mayores del pueblo. Años después la finca empezó a conocerse como “el majuelo de la señora Felicitas”, por ser este el nombre de su nueva propietaria. Actualmente su terreno se dedica a la agricultura y solamente quedan en pie algunos almendros y acacias que rodeaban el terreno. A la entrada, junto al pozo, creció un magnífico ejemplar de tilo.
Majuelo de la señora Felicitas.
Otra viña significativa era la de la caseta de la Bomba, situada en la carretera de Alcazarén, frente a la gasolinera. Perteneció a la familia Bocos. Debía su nombre a la existencia de una bomba para extraer el agua de un pozo. Se hizo famosa esta pequeña casa por haber acogido durante algunos años la cabeza disecada del famoso toro Polvorín, de la ganadería de don Francisco Bocos Cano, lidiado en 1894 en la Plaza de Toros de Valladolid. En el lugar solo queda uno de los almendros que daban sombra a la caseta, una construcción que la mayor de los pedrajeros hemos conocido.
Caseta de la Bomba.
De la finca denominada El Cotarrón, fundada por don Ciriaco de Castro Rueda, hemos tratado muchas veces en esta página, sobre todo con motivo de la floración de sus almendros en primavera. Unos almendros entre los que crecían numerosas vides, cuyas uvas se pisaban en el lagar de la finca denominada La Bodega, junto a la carretera de Alcazarén, lugar hoy ocupado por grupos de viviendas. La Bodega, otro lugar emblemático, con profusión de arbolado, al que los niños de esos barrios acudíamos de pequeños a jugar. Don Ciriaco, abogado de profesión, se avecindó en Pedrajas al casarse con doña Francisca Bocos Cano. Como era natural de Serrada, quiso plantar en Pedrajas sus propios viñedos y así nació el vergel del Cotarrón.
El Cotarrón.
Nos queda hablar de la finca La Manteca, situada en una extensa cotarra existente entre la carretera de Íscar y el cementerio municipal. Era conocida como “el majuelo de Don Rufino”, por haber sido su creador don Rufino Cano de Rueda, un pedrajero avecindado en Segovia, que destacó como abogado, político y fundador del diario “El Adelantado de Segovia”. Las uvas, las manzanas y los membrillos del majuelo de don Rufino gozaban de merecida fama. La señora Balbina Barbero, ya centenaria, vendió por las calles de Pedrajas, con su carrucho, las uvas y manzanas del majuelo de Don Rufino. Un majuelo que se descepó hacia el año 1975, cuando la finca fue adquirida por Jesús Herrero García, de Puertas Jher (Íscar), para dedicar el terreno al cultivo agrícola.
Majuelo de Don Rufino Cano. Finca La Manteca.
Apenas quedan ya majuelos en Pedrajas. Hace unos días, dando una vuelta con la bici, pasamos junto a los pocos que perviven, plantados en terrenos arenosos escondidos tras la cuesta del Burro. Andaban esos días sus propietarios ocupados en rozar la tierra y echar el azufre que evite algunas plagas, como siempre se ha hecho. Ahora el vino se ha puesto de moda, con el auge que han experimentado las denominaciones de origen: el término de Pedrajas se encuentra incluido en la denominación de origen Rueda. Lástima que se desceparan muchas viñas en un tiempo pasado en que la situación era diferente. No obstante, algunos de los propietarios de las viñas que aún perviven en Pedrajas se han modernizado y han puesto sus cepas en espaldera. También elaboran sus vinos de una manera diferente: atrás quedaron esos vinos de cosecha, blancos, agrios al paladar, que algunos todavía ensalzan.
Majuelos por detrás de la cuesta del Burro, 12 de junio de 2016.
Marcelo Alonso trabajando en su majuelo, año 2010.
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