domingo, 26 de julio de 2015

AL RÍO

Ayer, sábado, celebrábamos la fiesta de Santiago Apóstol, patrón de España. Antiguamente, a nivel nacional, era una de las festividades más señaladas del verano, junto con la Asunción de Nuestras Señora, día 15 de agosto. Por otros motivos, de carácter ideológico, que no religioso, en tiempos de la postguerra era fiesta el día 18 de julio, en que se conmemoraba el inicio de la Guerra Civil. En torno a esa fecha se cobraba la paga extra del verano.

En estos días de fiesta que hemos indicado era costumbre para muchas familias de Pedrajas ir a pasar el día al río Eresma, en un carro tirado por los machos o los burros, sentadas las personas en banquillos o en el suelo del vehículo, como cuando se iba de romería a Sacedón. Con el paso de los años, llegaron los tractores, los coches y las motos.

Los sitios preferidos eran el puente de Vadalba y sus inmediaciones: aguas arriba, el Vado (para nosotros el Vao), por donde en tiempos antiguos, antes de construirse el primer puente, a finales del siglo XIX, se vadeaba el río; aguas abajo, El Pisón y la Monaja. Las fuentes del puente y del Pisón eran fundamentales para disponer de agua fresca y poner la bebida, los melones y las sandías a enfrescar. Entonces no había neveras, ni frigoríficos en las casas, sólo las fresqueras, colocadas en las partes más frescas de las casas.

Algunos elegían la ribera de Sacedón, a la que se descendía por un camino de piedra hoy desaparecido. Más lejos de Pedrajas quedaban las extensas riberas del despoblado de Castrejón, por ejemplo, en Valandrino o la Pilarica, también con sus correspondientes fuentes. Eran sitios que solían frecuentar las gentes de Villaverde, como lugar más cercano.

En la orilla del río, a la sombra de los álamos y de los chopos, se instalaban las familias, en torno a unas mantas de campo que les servirían de mesa a la hora de la comida. Una comida que se preparaba allí mismo, al fuego; tal vez una paella, en la que se echaban cangrejos recién pescados en el mismo río. Aunque nunca faltaban las socorridas tortillas de patatas traídas de casa. 

La gente aprovechaba para lavarse bien todo el cuerpo, algo muy importante en una época en la que todavía no había agua corriente en las casas. Pocos disponían de traje traje de baño, así que había que bañarse como se podía, en calzoncillos los hombres y las mujeres remangándose las faldas de los vestidos. El río tenía sus peligros, era preciso tener cuidado con posibles “hondilones”, zonas más profundas en las que uno podía ahogarse. 

Mujeres y niños en el río Eresma. ¿Alguien se reconoce?

La gente se entretenía en pescar cangrejos, metiendo a tientas la mano en las cuevas, para sorprenderlos. O peces, los típicos barbos, con un canasto hacia el que se procuraba dirigirlos espantándolos. Un entretenimiento habitual consistía en lanzar pequeñas láminas de pizarra, de las que arrastraba la corriente, de modo que fueran planeando sobre la superficie del agua, a ver quién conseguía llegar más lejos con ellas. A los niños nos llamaban mucho la atención las libélulas que volaban sobre las aguas, que intentábamos, sin éxito, derribar.

Algunas familias aprovechaban la jornada en el río para lavar la lana que serviría para rellenar los colchones nuevos que se hicieran. Se ponía la lana en canastos de mimbre que se introducían en las aguas del río hasta que quedara limpia. Después se traía a secar al pueblo.

Entonces no había piscinas en Pedrajas, naturalmente.  Algunos chicos, pertenecientes a las familias más pudientes del pueblo (los de la Plaza, decíamos nosotros), empezaron a tener bicicletas propias, bicicletas de niño, pequeñas. Todas las tardes, con sus bicis, se iban a bañar al río y volvían al pueblo con sus bañadores colgados en el guía, secándose. Los demás chicos del pueblo los veíamos llegar, con envidia. Hasta que llegó el día en que también tuvimos nuestras bicicletas…

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