PARA TI, VÍCTOR “GARRAPO”
A la memoria de mi padre, Víctor Sanz Capellán (Pedrajas, 1930-2013)
Dicen que el roce hace el cariño. Además de ser mi padre, has sido mi compañero de trabajo durante más de 35 años y en los últimos tiempos has sido también “un hijo”para mí.
Cuando yo era muy pequeñito, estaba deseando que me llevases a la huerta, pero la mayor parte de las veces, con toda lógica, me quedaba en tierra.
La situación cambió en este último tramo de tu vida (donde te mostraste más tierno e inocente). Continuamente me pedías que te llevase al campo. Por el frío o el calor o por mi propia agenda, el que se quedaba en tierra entonces, eras tú, ¡vaya!
La primera vez que me pusiste al volante de un tractor (yo debía de tener de 8 a 10 años), me reñías porque yo no sabía esquivar los baches. “Era el genio que gastabas”.
No fue fácil el compenetrarnos en el trabajo, pero creo que lo conseguimos. ¡Cuántas batallitas vivimos juntos! Además, si yo soy trabajador, buena parte de la culpa es tuya.
Hace casi tres años tu bajón físico te impidió que siguieses acompañándome en el trabajo. Entendí, entre lágrimas, que este era “el principio de tu fin”.
También compartimos el ser cuidadores de tu mujer. Tardaste en aceptar su enfermedad porque eras el blanco de su hostilidad cuando estaba en la fase más agresiva. Más tarde “Chiqui” entró en un estado de mayor tranquilidad, y te volviste muy mimoso con ella, la lloraste muy a menudo. “¿Qué va a ser de ella?”, decías. Menos mal que te contagiamos nuestra alegría cuando atendíamos a la “señora Chiqui”. (Tú has sido muchas veces muy alegre y graciosillo) pero el verte sonreír en estas otras circunstancias mucho más difíciles, es una de las imágenes que nunca olvidaré de ti. ¡Gracias, Vitillo, por habernos ayudado a cuidar de ella!
No es de extrañar que fuese mi deseo el acompañarte en tu último aliento. Poco antes de que esto sucediese preguntaste por tus seres más queridos, por tu esposa y por tu hija Irene. ¿Querías acaso despedirte de ellas?
Sabiendo que te gustaba oírme recitar, te he escrito el siguiente poema.
“Porque vivías todo con mucha intensidad
como un impetuoso manantial.”
Ha dejado de llover.
Ese manantial tan vigoroso
de inquietudes, de energía, de fortaleza,
de intensa actividad;
ese manantial de temores, de sufrimientos,
de rabia en ocasiones desbordada ingenuamente
como un torrente sin cauce;
ese manantial de fragilidad, de lágrimas,
de mimos, de ternura;
ese manantial de buen humor, de cariño,
de mucha simpatía, de profunda amistad;
ese manantial de vida… se ha secado.
El tiempo se ha detenido para ti.
Me imagino que estás viajando en una larga noche sin fin,
vestido entre las ropas de un plácido sueño,
sin los agobios de un mañana,
con la gratitud de percibir que has conseguido
que te llevemos en nuestra memoria
y por supuesto también y para siempre… “en nuestro corazón”.
¡¡Un fuerte abrazo padre!!
¡Descansa en paz!
Víctor Manuel Sanz Arranz.
Muy emotivos tanto el poema como la carta de presentación. Te felicito por ello, aunque se trate de un momento duro, Víctor Manuel. A los que nos gusta escribir, la pluma y el papel son la terapia perfecta para superar el dolor, para canalizar la rabia y el llanto y sacar afuera lo que nos quema dentro, algo que no sabemos exteriorizar de otra manera. Me alegra que hayas compartido con nosotros ese cariñoso homenaje a tu padre. Descanse en paz, y mucho ánimo para la familia.
ResponderEliminarJuan Martín Salamanca