21 de septiembre
***
SOBRE EL ALZEIMER Y “MI MADRE”
Diez de la mañana
de un día cualquiera.
Me acerco a ti
con un suave susurro tarareando:
“Nan na ra na nana, nan naranana,
nan naranana, na na nana”.
“La señora Chiqui, ran dan dan,
la señora Chiqui, ran dan dan”.
Tras abrir los ojos,
enseguida tú me respondes:
“Ole, Ole”.
La nana me recuerda que puedo
penetrar
en tu Mundo de Fantasía.
Además tú me lo facilitas
porque hablas mucho
y yo te escucho con gusto.
No importa la incoherencia de tus
frases.
Simultáneamente los dos nos
reímos
contagiados en una carcajada
delirante.
Intento rodearte de aquello que
siempre
te resultó agradable, de piropos,
de buenas melodías, y de aquellas
poesías
que tantas veces me recitaste.
En ocasiones también te enfadas y
me insultas.
Entonces yo te protejo y te mimo
dándote la razón.
En dos segundos,
vuelves a estar de buen humor.
Tienes buen apetito,
y no te cansas nunca de lo
que comes o dices
porque todo lo de ahora, lo
olvidas con rapidez.
Cada instante parece novedoso
para ti.
Aunque eso sí,…
duermes tanto… “tanto como un
bebé”.
Deja que te cuide, Madre, como tú
lo hiciste conmigo.
Deja que la huella de amor que me
entregaste
la comparta contigo.
Deja que sienta el mismo gozo cuando te limpio y
te aseo
que sentiste tú conmigo.
Permíteme, Madre, que el más
hermoso tiempo que yo viva
sea cuando estoy contigo.
Mientras balanceas tus pies,
“como una niña”,
aprovecho para darte dos besitos,
tú me los devuelves y complacida
me dices:
“Un beso cuesta poco y vale
mucho”.
Víctor Manuel Sanz
Arranz, 2008.
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