El día de ayer, domingo, amaneció gris, sin dejar las nubes apenas un resquicio por el que asomar el sol. En la Plaza Mayor y calles del centro, operarios del Ayuntamiento se afanaban en recoger todos los restos que habían arrojado al suelo algunos de los que disfrutaron el sábado de la fiesta. En esto, todavía no hemos progresado. Esperando, en corros, los componentes de la Banda de Música, para amenizar la procesión.
Un poco antes de la hora anunciada, once y media, apareció el paso de La Borriquilla, portado por niños pequeños, de unos nueve a diez años, acompañados por sus madres y padres, con don Domingo, nuestro párroco, revestido con capa blanca.
Una vez bendecidos los ramos de laurel y recogidos por unos y otros, precedida por la Banda de Música, la procesión se ha encaminó hacia el templo parroquial, por la calle Real Nueva y plazuela de San Agustín, que, como bien sabéis, se encuentra en obras.
En la celebración de la Eucaristía, todos esos niños y niñas pequeños, se situaron en torno al altar, que se hallaba muy bien adornado, en palabras de don Domingo. Solemnizando la celebración, el coro parroquial, con Luis, su director al frente.
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