lunes, 11 de mayo de 2020

62º ANIVERSARIO DE LA CORONACIÓN DE LA VIRGEN DE SACEDÓN

   Hoy, día 11 de mayo, se cumple el sexagésimo segundo aniversario de la Coronación de Nuestra Señora de Sacedón, que tuvo como escenario la Plaza Mayor de nuestra villa. Una jornada, la de aquel domingo del mes de mayo de 1958, que ha quedado grabada para siempre en los anales de la historia de Pedrajas y en el corazón de todos los pedrajeros que tuvieron la dicha de presenciarla.

   Para recordar tan gran acontecimiento hemos elegido el relato emocionado que escribió don Victoriano Román Aceves, su auténtico promotor e impulsor, en calidad de párroco de nuestro pueblo en aquel tiempo. Una crónica que nos permite conocer muy de cerca el desarrollo de los hechos y el espíritu que alentó a las personas que en ellos participaron.


CORONACIÓN CANÓNICA DE NUESTRA SEÑORA DE SACEDÓN
Pedrajas de San Esteban, 11 de mayo de 1958

“La fecha del 11 de Mayo quedará grabada, como si fuera esculpida en piedra, en la memoria de todos los hijos de Pedrajas. Jamás se ha visto en esta villa cosa que se le parezca de lejos, ni es fácil que se vea en lo sucesivo. Es tan grata la impresión que en todos ha dejado esta gran festividad que pasarán muchos días y no se oirá entre los fieles de esta parroquia otra conversación. ¡Bendita sea la Virgen Santísima de Sacedón!, que ha levantado en esta parroquia estas oleadas de entusiasmo y ha derramado a manos llenas alegría, gozo y contento que nos hacen vivir días de cielo. [Imagen 16.3. Relato de la Coronación escrito por Don Victoriano Román]

Preparación

Hace más de un año que el Sr. Párroco expuso un día en la iglesia la idea de arreglar la ermita de la Virgen Santísima de Sacedón, que por cierto se hallaba en unas condiciones indignas para la Virgen Santísima y que iban muy mal con la devoción extraordinaria y entusiasmo que siempre han sentido por esta imagen los hijos de Pedrajas. Inmediatamente empezaron a llover en el despacho parroquial donativos de todos, ricos y pobres, cada uno según sus posibilidades. Omito nombres, pues sería interminable, pero es preciso hacer constar que ha habido casos admirables de obreros y de viudas que se han desprendido hasta de algo necesario en obsequio de la Virgen Santísima, y novios que han hecho el sacrificio de no ir un día al cine y entregar lo que se hubieran gastado en el cine para la suscripción. La Virgen Santísima no puede menos de haber sonreído de gozo al ver en sus hijos estos actos de virtud tan arraigada. Así, día tras día, y sumando donativo a donativo, logramos terminar la obra, en la que se han invertido más de 111.000 pesetas. Todo esto lo han dado los hijos del pueblo, residentes aquí o en distintos lugares de España, menos 32.000 pesetas que ha dado el Ayuntamiento. ¡Muy bien por el pueblo de Pedrajas! Pocos pueblos de su categoría podrán gloriarse de contribuir tan generosamente a las cosas que tocan al esplendor de la iglesia parroquial y culto del Señor.

Ya hacía tiempo que el Sr. Párroco había tenido una especie de sueño en que veía a la Virgen Santísima de Sacedón ciñendo sus sienes con preciosa corona, seguida de el Sr. Obispo (entonces pertenecía ésta a la diócesis de Segovia) y otras autoridades de la capital. ¿Sería ya esto un anuncio del cielo de lo que iba a acontecer? [Imagen 16.4. Don Victoriano Román, párroco de Pedrajas, promotor de la Coronación]

Cuando más ocupado y preocupado estaba con el arreglo de la ermita, un buen hijo de Pedrajas y muy amante de la Virgen de Sacedón, D. Leandro Román Sanz, le escribe ofreciéndole hacer una preciosa corona para la Virgen Santísima de Sacedón. El ofrecimiento no pudo ser más oportuno ni venir más a propósito. Fue entonces cuando brotó la idea de coronar solemnemente a la Virgen Santísima en una fiesta esplendorosa.

Expuesta oportunamente esta idea al pueblo todos la acogieron con entusiasmo. Enseguida se hicieron las debidas gestiones ante el Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo, D. José García Goldaraz, quien acogió la idea con gozo, y desde el primer momento alentó a seguir adelante dándonos por su parte toda clase de facilidades. Quede aquí bien patente nuestro agradecimiento al Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo.

Decididos a llevar a feliz término esta idea, reunidos en el Ayuntamiento el Sr. Párroco y toda la Corporación municipal en representación de todo el pueblo, quedaron constituidos en comisión organizadora de los actos que se habían de realizar. El Ayuntamiento por su parte con una generosidad ejemplar y digna de todo encomio se ofreció a costear todos los gastos que fueran necesarios con este motivo. Lo mismo hizo el donante de la corona respecto a los gastos de predicadores y culto en honor de la Virgen Santísima. Con estos ofrecimientos tan generosos y la ayuda moral y material de todos los hijos de Pedrajas ya fue relativamente fácil todo lo demás.

Por unánime consentimiento fijó la Comisión la fecha del 11 de Mayo  para la gran fiesta. Con el fin de que ésta resultara esplendorosa se acordó celebrar los días antes unas Misiones para mejor preparar el ánimo de todos. La idea no pudo ser más feliz, como hemos podido comprobar por los resultados.

Se acerca la fiesta. El día 1 de Mayo, a las 7 de la tarde, unos cohetes y el volteo general de campanas anunciaron el principio de los actos a celebrar en honor de la Virgen Santísima. A partir de este momento el pueblo entero está pendiente de su Virgen de Sacedón. A las 8 sale la imagen de su ermita a hombros de sus devotos que cantando el Rosario, como otras veces, a través del pinar, se dirigen al pueblo, donde la Virgen Santísima ha de recibir el homenaje de sus hijos. A las 9 hace su entrada en el pueblo. Ya están allí a la entrada congregados todos sus hijos para recibirla. Los niños llevan farolillos encendidos. También llevan luces muchas señoras y jóvenes. Se organiza una procesión de antorchas que recorre hasta llegar al templo parroquial las calles principales. ¡Qué esplendor! ¡Qué emoción! ¡Qué entusiasmo! Imposible describirlo como se merece.

Al llegar al templo, la niña Candelas Martín García recita primorosamente un verso de saludo y bienvenida que escuchan todos en medio de un silencio sepulcral. Desde el púlpito el Sr. Párroco pronuncia una alocución. Ya está con nosotros nuestra madre. Acompañémosla, agasajémosla, mostrémonos verdaderamente hijos. Con qué atención escucharon todos estas palabras y con qué fervor las pusieron en práctica.

A partir de este momento no ha estado sola la Virgen Santísima. Turnándose día y noche ha habido constantemente una guardia de honor a los pies de la Señora. Durante el día los niños y las señoras y jóvenes. Durante la noche los hombres y mozos. ¡¡Admirable!! ¡¡Admirable!! Con santo orgullo, después de estar todo el día trabajando, se disputaban por la noche los hombres y mozos el honor de pasar una hora de guardia a los pies de la Señora. Como los caballeros que hacen la corte a su dama, como los soldados que, arma al hombro, velan el sueño de su Reina. ¡¡Hermoso!! ¡¡Hermoso!! Y así un día y otro, una noche y otra noche, hasta el día 11. ¡Muy bien por los mozos! ¡Muy bien por los hombres! Estad seguros que la Virgen Santísima os lo premiará con creces, pues es éste uno de los actos que más han agradado a la Virgen Santísima.

Día 2

Empieza la novena. Es corta, breve, pero muy sustanciosa. Con gran fervor todas las noches a las 9 los fieles devotos desgranan en su honor las rosas del Rosario y hacen la novena. Como aún no han llegado los Misioneros, también esta noche habla el Sr. Párroco: “La Coronación que vamos a celebrar es símbolo de la soberanía real que la Virgen Santísima de Sacedón ejerce sobre nosotros y reconocimiento de nuestra sumisión y vasallaje como súbditos suyos”. La Salve popular cantada a dos coros por todo el pueblo, con extraordinario fervor y sentimiento, pone fin a los actos del día.

Día 3

Las Misiones. Previamente invitados, autoridades, funcionarios y pueblo, esperan la llegada del coche. A la hora señalada llegó el P. Misionero Adalberto Merino, S. J. Un pequeño contratiempo. Viene solo. El otro que tenía que acompañarle no ha podido venir. Tampoco ha sido posible sustituirle por otro. De todo corazón se lo encomendamos a la Virgen Santísima para que ella le ayude y supla lo que falte. Y la Virgen Santísima no nos ha dejado defraudados. El éxito ha sido maravilloso.

Desde este momento es imposible seguir uno a uno los actos realizados. Seríamos interminables. Baste decir que todos los días a las 6 ½ de la mañana empezaba el Rosario de la Aurora, después de haber invitado a todos el Padre por medio de los altavoces colocados en la torre, seguido de la Misa de Comunión. Que a las 10 se celebraba Misa solemne en honor de la Virgen Santísima, cada día por algunos de los ramos de producción: piñeros, yeseros, labradores, carpinteros, industriales… Que a las 11 tenía una conferencia para las jóvenes. Que a las 12 tenía la Misión para los niños. A las 5 de la tarde para las señoras y a las 9 de la noche el acto general de la Misión. Todos estos actos resultaron concurridísimos, aumentando gradualmente el fervor y entusiasmo que culminó en los actos del día 11.

Día 11

Ha llegado el gran día. Desde el amanecer se advierte en todo el pueblo un movimiento extraordinario. El P. ha anunciado que hoy es el día de los hombres, y, a la verdad, que éstos han correspondido maravillosamente. Durante la tarde y noche anterior han purificado todos sus almas en el Sacramento de la Penitencia. El Rosario de la Aurora resulta más concurrido que ningún día. La voz grave de cientos de hombres y mozos llenan de rezos y cantos entusiastas las calles del pueblo en estas bellas horas del amanecer. También acompañan señoras y niños. Sigue la Misa de Comunión. Y ahora sí que podemos decir que faltan palabras al diccionario para describirlo. La iglesia abarrotada de hombres ofrecía un aspecto maravilloso. Admirablemente dirigidos por el Padre desde el púlpito, van pasando por el comulgatorio mientras rezan, cantan, lloran, todo a la vez, pues de todo hubo en este día memorable. El Sr. Párroco, ayudado por D. Valentín Arribas, terminan gozosamente cansados de tanto repetir la fórmula “Corpus Domini nostri Jesu Christi…” ¡Bien contenta podéis estar, Virgen Santísima de Sacedón!, pues vuestros hijos han escuchado vuestra llamada y respondiendo como buenos cristianos han querido presentarse humildes, sumisos y con el alma limpia a rendiros vasallaje.

Allá en la plaza de la villa junto al Ayuntamiento la presidenta de Hijas de María, ayudada por unas cuantas jóvenes, incansables cuando se trata de honrar a la Virgen Santísima, dan los últimos toques al primoroso altar y monumental tribuna donde ha de tener lugar la ceremonia. Un primer estrado para las autoridades, otro más alto para el Sr. Arzobispo y sacerdotes que le han de ayudar, el altar, el trono de la Virgen. Todo primorosamente dispuesto y adornado. Un aplauso para estas jóvenes abnegadas que trabajando en el anónimo, aunque vuestros nombres están en la boca de todos, habéis contribuido como nadie al esplendor de esta solemnidad. Que la Virgen Santísima lo premie como sabe hacerlo. 

Por unos momentos una nube de tristeza empaña tanta alegría y entusiasmo. Son las 9 y el cielo completamente cubierto de nubes nos manda de vez en cuando una chaparradita. ¡Qué pena! Se oye decir, “no vamos a poder celebrar la misa en la Plaza”. Se va a deslucir la fiesta. Así parecía que había de ser, a juzgar por las apariencias. Pero nos olvidábamos que en todo esto andaba la mano bendita de la Virgen Santísima de Sacedón, que tenía más interés que nosotros en que todo resultara bien. Y así fue en efecto. Aquel agua sirvió para regar bien el suelo y purificar el ambiente, y aquellas nubes nos libraron de los rayos solares, dando lugar a una temperatura tan suave, tan agradable que nos hizo pensar en la delicia que gozarán los santos en el cielo.

Son las 10 de la mañana. A los acordes de la Banda de Coca, entre las explosiones de cohetes y bombas y volteo de campanas, las autoridades y el pueblo en masa se dirige a la entrada del pueblo a recibir al Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo y demás autoridades. El Sr. Alcalde, D. Eusebio Martín, el Sr. Juez, D. Ángel Sanz, y el Sr. Párroco, D. Victoriano Román, se destacan hasta el límite del término municipal para dar la bienvenida al Sr. Arzobispo. Un poco antes de la hora señalada llegó el Sr. Arzobispo acompañado de su Mayordomo y del Sr. Vicario del Arzobispado. Hechos los saludos de rigor, emprenden la marcha. Delante van dos motoristas: son los jóvenes Esteban Hurtado y Luis García. Sigue el coche de las autoridades locales que han salido a recibirle. Inmediatamente detrás el coche del Sr. Arzobispo, escoltado por seis jóvenes en sendos caballos, portando banderas. Son los jóvenes: Agustín Capilla, Saturnino Martín, Ángel Sanz, Félix Pérez, Jesús Herrero y Emiliano Rincón. La entrada resultó apoteósica. Desde la Resinera son muchos los que a ambos lados de la carretera baten palmas y dan vivas ensordecedores que aumentan gradualmente para culminar en el momento en que el Excmo. Sr. Arzobispo desciende del coche. Lo mismo sucede al llegar el Sr. Gobernador y demás autoridades . 

Acompañamiento de las autoridades hasta la Plaza Mayor por la calle de las Escuelas.

Después de los saludos y presentaciones de rigor, los danzantes de Fuentepelayo, típicamente ataviados, a los acordes de la dulzaina, subiendo unos sobre otros, hacen un precioso arco bajo el cual pasan las autoridades, que no se cansan de elogiar la habilidad y destreza de estos muchachos. Ya en la iglesia se revisten los sacerdotes que han de ayudar al Sr. Arzobispo, mientras el pueblo se ha ido colocando en la Plaza en los sitios previamente asignados.

A hombros de los jóvenes de Acción Católica, precediendo las Hijas de María y Acción Católica con sus banderas y estandartes, y seguida del Sr. Arzobispo y autoridades, sale de la iglesia parroquial la imagen de la Santísima Virgen de Sacedón, luciendo un precioso manto nuevo bordado en oro, regalo del mismo donante de la corona, así como la media luna, y una hermosa toca donada por la familia [de] Policarpo Herrero. Va sin corona, en las preciosas andas plateadas con elegante baldaquino blanco que hace unos años donó también D. Leandro Román. 

En ordenadas filas se dirige la procesión a la Plaza, pasando bajo los arcos adornados con ramaje y guirnaldas preciosas entre las aclamaciones de los fieles que no cesan de vitorear a su patrona. Al llegar a la Plaza el entusiasmo se convierte en delirio y frenesí. Los niños levantan en alto sus banderas y las personas mayores sus pañuelos. Aplausos estruendosos, vivas ensordecedores que se prolongan durante unos minutos hasta que, colocada la imagen en su trono, empieza la Santa Misa. Celebra de Pontifical el Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo, D. José García Goldáraz. Le asisten el Ilmo. Sr. Vicario D. Faustino Herranz y los capitulares D. Alfonso Abia y D. Valero Candevilla. Actúan de Diácono y Subdiácono el Sr. Arcipreste D. Melitón Herranz y el párroco de Olmedo D. Gregorio Ortega. Actúa de Maestro de Ceremonias D. Modesto Herrero, Canciller Secretario del Arzobispado. De báculo y mitra los sacerdotes, hijos del pueblo, D. Eduardo Sanz Salamanca y D. Eugenio Sanz Manso. Ayudan a misa unos alumnos del Seminario entre los que se encuentran los dos de esta parroquia Justiniano Bermejo y Gregorio Pérez. El Sr. Arzobispo luce una preciosa casulla regalo del Ayuntamiento. La Schola Cantorum del Seminario interpreta maravillosamente la misa de A. Saglia a dos voces.

Ahora el silencio es sepulcral. La Plaza está abarrotada de gente y parece como si no hubiera nadie. Todos se han dado cuenta de la trascendencia del acto y oyen misa con el mayor recogimiento. Terminado el canto del Evangelio, el muy Ilmo. Sr. D. Marcelo González se dispone a pronunciar la oración sagrada.

El orador no puede ocultar su admiración y entusiasmo ante un espectáculo tan grandioso en que el mismo sol esconde sus rayos entre las nubes, como avergonzado de su pequeñez ante aquel sol divino que es la Virgen de Sacedón. En brillantísimas frases canta las glorias de María Santísima y el fervor de Pedrajas por su patrona. Aconseja al Sr. Alcalde que levanten un acta en que se haga constar que por unánime consentimiento y aplauso de todo el pueblo se la declara reina y se la corona como tal. Con la familiaridad y maestría que le caracteriza, ante la muchedumbre que le escucha conteniendo la respiración para no perder ni una sola palabra, hace desfilar los distintos momentos de la vida religiosa de Pedrajas que hablan muy alto de su amor a la Virgen Santísima de Sacedón y que constituyen las más preciosas piedras de la Corona que hoy la ofrecen. Por último, con el fin de que esto no sea una flor de un día, sino algo que perdura hasta el fin de los siglos, levantando el tono de voz, les toma juramento de fidelidad, al que todos enardecidos contestan con gritos, más que con palabras, salidos del corazón, que han de ser siempre fieles a su Reina. “Si así lo hacéis, que Dios os premie, y si no, que os lo demande.” Así termina su oración sagrada. 

Autoridades durante la celebración del acto de la Coronación.

Sigue el cielo nublado y en algunos momentos del sermón han caído unas gotas de agua. Pero se mantiene sin llover durante toda la ceremonia. Por fin llega el momento esperado por todos con ansiedad. Terminada la Misa, el Sr. Alcalde, D. Eusebio Martín, temblando de emoción, en hermosa bandeja, presenta la preciosa corona de oro, plata y piedras preciosas que bendice el Sr. Arzobispo con las preces del ritual. Con ella en las manos y de rodillas ante la imagen, realzada su voz por la potencia de los altavoces, hace el siguiente ofrecimiento de la misma, en frases bellas y emotivas, salidas del corazón:

“¡Señora y Madre nuestra, Santísima Virgen de Sacedón! Con la más sencilla humildad, pero con el mayor entusiasmo y dominado por ese impulso de amor que tu presencia hace brotar en nuestro corazón, te ofrecemos esta corona, símbolo de la realeza que te reconocemos y proclamamos por doquier.

Es el homenaje de estos tus hijos que no repararan en sacrificios cuando se trata de honrar a su querida Madre y amada Reina. Los que tuvimos la dicha de nacer en este pueblo castellano, que cuenta como su mayor gloria desde tiempo inmemorial tenerte por Patrona, sentimos la más intensa emoción al verte solemnemente coronada. Porque hoy, Señora y Reina nuestra, con el mayor deleite y regocijo de nuestros corazones, todos los hijos de Pedrajas reconocemos sin ambajes y abiertamente proclamamos que nuestro primer acreedor, nuestro vigía y guardián sin par, nuestra única protección y todo nuestro amparo y esperanza eres Tú, perla preciosa de estos pinares, gala florentísima de esta villa, Virgen Augusta, Virgen Coronada, Virgen Santa de Sacedón.

A Ella, excelentísimos señores, en Pedrajas desde los niños hasta los ancianos, en los momentos difíciles y en los trances de apuro, a Ella se lo pedimos todo, de Ella lo esperamos todo, por Ella recibimos todo, en Ella lo encontramos todo, en Ella lo tenemos y aseguramos todo.

Tú sabes, Madre querida, con qué gusto aplaudimos tus triunfos y celebramos tus glorias. Tú conoces a fondo nuestras almas y sabes que para honrarte y enaltecerte los tesoros de la naturaleza nos parecen poco. Quisiéramos arrebatar al orbe sus diamantes y ponerlos en tus manos como cetro; descolgar del cielo las estrellas más resplandecientes y ponerlas en tu manto como visos de su bordado; robar a los océanos sus perlas y abrillantar con ellas tu corona. Pero te damos algo más. Te damos nuestros corazones para que los engarces en tu diadema y latan siempre y desfallezcan latiendo en tu loor.

¡Virgen de Sacedón, patrona del pueblo de Pedrajas de San Esteban! La vida, si fuera preciso, te daríamos con gusto, si con ello pudiéramos impedir y evitarte el más pequeño e insignificante agravio. A Ti, Reina y Señora, te pedimos nos alcances de tu divino Hijo Jesús, las disposiciones necesarias para poder demostrar que somos dignos hijos tuyos, fieles vasallos, cumplidores de las obligaciones que nos impone tal calificación.

Queremos, Virgen Santísima, que todos nos amemos como hermanos, que tengamos acierto para bien dirigir a nuestras juventudes con vistas a conseguir una España y un mundo mejores.

Queremos que reine en nuestro pueblo ese amor y convivencia cristianas que nos lleven a la grandeza que tanto deseamos.

Queremos también que el sacrificio de nuestros caídos que tan noblemente dieron su vida en plena juventud para conseguir una España grande, permanezca presente en todos nuestros actos y no queden defraudadas sus aspiraciones con nuestro comportamiento.

Queremos finalmente que el amor ardiente de tu divino Hijo inflame nuestros corazones hasta el punto de que al contemplar sus magnificencias disponga que nuestras almas sobreponiéndose a las sugerencias de los sentidos, puedan amarle cual merece acá en la tierra y asegurar el paso que nos lleve a gozarle magníficamente con Vos en el cielo.

Esto te pedimos y esperamos confiadamente conseguir, porque viéndonos revestidos de las mejores disposiciones te verás obligada a demostrar una vez más, como tantas veces hiciste, que eres nuestra veneradísima madre. Así sea.”

Ofrecimiento de la Corona por el señor Eusebio Martín Sanz, alcalde de Pedrajas.

Terminado este emocionante ofrecimiento que en nombre de todo el pueblo hace el Sr. Alcalde, el Excmo. Sr. Arzobispo toma en sus manos la preciosa corona y la coloca en las sienes de la bendita imagen, mientras las campanas de la iglesia lanzan a los aires sus sones, resuenan los estampidos de las bombas y cohetes, y la Música interpreta el himno nacional. 

  En este momento unas jóvenes tocadas con peineta y mantilla a la española sueltan unas palomas que revolotean junto a la imagen y el pueblo todo emocionado, con lágrimas en los ojos palmotea y prorrumpe, hasta enronquecer, en vivas y clamorosas (sic) que se prolongan unos minutos. Imposible describir con palabras la emoción y entusiasmo de este momento incomparable, que quedará para siempre grabado con caracteres indelebles en el recuerdo de todos cuantos tuvimos la dicha de presenciarlo.

Acto seguido el Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo, profundamente conmovido, pronunció la siguiente alocución que escucharon todos con religioso silencio: 

“Ya tenéis coronada vuestra Patrona, hijos de Pedrajas de San Esteban. Día feliz cual otro ninguno, jornada gloriosa para todos vosotros que, con fiesta tan esplendorosa, habéis visto colmados vuestros anhelos. 

Desde tiempo inmemorial vuestros queridos antepasados, hombres de fe recia y puras costumbres, se postraron, reverentes, ante esta bendita imagen, lo mismo cuando la tristeza oprimía sus corazones, que cuando la alegría les hacía saltar de gozo. A Ella acudieron en todo tiempo a contarla sus penas, y siempre volvieron a sus casas llenos de consuelo. Acudieron también a contarla sus alegrías, y sintieron redoblado gozo en sus corazones.

Fe tan profunda, tradición tan hermosa habéis sabido conservar perenne, a través de los siglos, viniendo en santa porfía, niños y ancianos, mozos garridos de quintas y hombres del campo, de las piñas o de las minas de yeso, a pedir su ayuda antes de empezar, o a darla gracias por los favores obtenidos. 

¡Hijos de Pedrajas de San Esteban!, la Virgen de Sacedón, vuestra Patrona, hoy está muy contenta. Está contenta, porque esta corona que la habéis ofrecido, rica de oro y pedrería, está esmaltada de corazones amantes y fieles, con lágrimas y suspiros de este pueblo. Los vivas y aplausos entusiastas declaran mejor que las palabras el amor que abrigan vuestros corazones.

Ya tenéis vuestra Reina. ¡Amadla! ¡Servidla! ¡Defendedla!

¡Hijos de Pedrajas! ¿Prometéis ser siempre súbditos fieles de vuestra Reina? ¿Juráis a costa de cualquier sacrificio defender siempre sus derechos sagrados? Pues gritad conmigo: ¡Virgen de Sacedón! ¡¡Reina!! ¡¡Reina!! ¡¡Reina!! ¡¡Reina!!”

Con gritos ensordecedores contestó la abigarrada muchedumbre estas interrogaciones del Prelado. La Salve, cantada por el pueblo, puso fin a tan conmovedor acontecimiento. 

Don José García Goldáraz, arzobispo de Valladolid, pronunciando su alocución.

A hombros de los jóvenes de Acción Católica, luciendo ya sobre sus sienes la hermosa corona, vuelve la bendita imagen a la Iglesia, recorriendo el mismo trayecto de antes, en medio de los aplausos y vivas de este pueblo que no se cansa de gritar y piropear con devoción y respeto a su Augusta Patrona y Amada Reina.

Nuevamente los danzantes de Fuentepelayo, al son de la típica dulzaina, forman arcos humanos, bajo los cuales pasa triunfal Nuestra Señora, y bailan rítmicos paloteos ejecutados con singular maestría. Ya en el templo es incesante el desfile de los fieles que, arrasados en lágrimas sus ojos, se postran ante su Reina y besan reverentes y suplicantes su manto hasta el momento en que la bendita imagen es trasladada a su ermita.

Son las cinco de la tarde. Ya las campanas han anunciado la solemne procesión. Otra vez con santo orgullo los jóvenes cargan sobre sus hombros las hermosas andas con baldaquino blanco que sirven de trono a nuestra Reina, ya coronada. A la puerta del templo la banda de música la saluda con el himno nacional. Largas y apretadas filas, formadas por las distintas asociaciones y fieles, abren la marcha. Preside, detrás de la imagen, el Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo. Ostentan la representación civil las autoridades provinciales y locales antes reseñadas. La procesión se dirige otra vez a la Plaza, donde esta mañana tuvo lugar la solemne coronación. Llegados a la tribuna, y convenientemente acomodados la imagen de la Virgen Santísima y las dignísimas autoridades, tiene lugar algo que la gente no esperaba: el desfile de carrozas.

Al inmenso gentío de esta mañana se han sumado varios centenares más que de los pueblos vecinos han venido a presenciar la fiesta. La Plaza entera y las calles adyacentes rebosan de fieles que se esfuerzan por seguir la escena en todos sus detalles. De pronto hace su entrada en la Plaza la primera carroza. Es un precioso cuadro plástico representando, sobre una plataforma tirada por un tractor, la Anunciación del Ángel a Nuestra Señora. Las niñas que lo representan van tan estáticas que muchos piensan que son imágenes de madera como las que se veneran en las iglesias. La gente toda, ante una aparición tan inesperada, se siente sobrecogida, y de momento, no sabe si gritar o reír o aplaudir o llorar, hasta que por fin rompe su entusiasmo y ríe y canta y grita y aplaude a la vez. En muy corto intervalo de tiempo van desfilando las otras cuatro carrozas representando los otros cuatro misterios gozosos del Santísimo Rosario, tan primorosamente realizadas como la primera, y que despertaron en todos iguales demostraciones de júbilo y regocijo.

Mil parabienes y felicitaciones para los jóvenes de Acción Católica y de una manera especial para la directora Aurelia García y Maruja Román que, sin perdonar sacrificio, trabajaron sin cesar los días anteriores hasta conseguir tan admirables realizaciones.

Carroza representando el nacimiento de Jesús.

Nuevamente se pone en marcha la procesión, saliendo de la Plaza por la calle que, frente al Ayuntamiento, desemboca en la carretera de Alcazarén, para tomar luego la de Olmedo en dirección a la ermita. El orden es el mismo de antes, pero ahora van delante las carrozas antes descritas. Inmemorable muchedumbre presencia el desfile a uno y otro lado de la carretera prorrumpiendo en vivas y aplausos al paso de la imagen de la Virgen Santísima, y se suma a la procesión ofreciendo el aspecto de una riada inmensa de gente que sigue a su Señora. Al llegar a la Resinera, lugar de la despedida, vuelta la imagen de cara al pueblo, como para decir adiós y darle la bendición, se entona la Salve, que canta todo el pueblo con intenso fervor. Acto seguido es colocada la bendita imagen en otra plataforma artísticamente adornada y se dirige lentamente hacia la ermita. El Sr. Arzobispo y demás autoridades van en sus coches respectivos y una gran parte del pueblo, que no acierta a separarse de su Virgen va en coches, en camiones, en carros, a pie o como puede, a pesar de que el cielo sigue nublado y parece que de un momento a otro va a mandarnos un buen chaparrón.

Al llegar a la ermita la imagen de la Virgen Santísima, se repiten las demostraciones de júbilo y entusiasmo que hemos vivido durante todo el día y después es colocada en su lugar, como tomando posesión de la ermita, ya arreglada. El pueblo en masa canta la salve popular y el Excmo. Sr. Arzobispo dio la bendición, con lo que se dio por terminada la fiesta religiosa.”

Fuente: 
ARRANZ SANTOS, Carlos: Nuestra Señora de Sacedón, Patrona de Pedrajas de San Esteban.
Valladolid, 2012, págs. 342-356.

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