viernes, 4 de enero de 2019

CARTA DE DESPEDIDA DE DON FERNANDO MONDÉJAR, MÉDICO DE PEDRAJAS


Queridos pacientes:

En estas fiestas tan familiares y entrañables de la Navidad, de fin de año y año nuevo, es frecuente realizar un repaso de los acontecimientos del mismo, en mi caso se han juntado dos circunstancias:

-La propia reflexión del año transcurrido.

-Y por otro lado mi jubilación (del día 1 de diciembre) que me ha hecho reflexionar sobre estos casi 30 años que he pasado con vosotros.

Por lo que quiero pediros, que me permitáis poder entrar (una vez más) en vuestras casas en forma de carta de despedida.

A mis 24 años comencé a trabajar en un pueblo de Segovia (Paradinas), a los 28 años en Mata de Cuéllar y desde los 34 años hasta ahora he estado con vosotros en Pedrajas de San Esteban.

Puse todo mi esfuerzo, conocimiento e ilusión, en esta nueva andadura, acompañado de una enfermera (que no me puedo olvidar de ella), Carolina, esa enfermera y matrona que tanto me ayudó en los comienzos. Eran dos plazas nuevas (médico y enfermera), creando un cupo nuevo.

Cuando me dijeron que pasaba de una población de 300 habitantes a un cupo de 1500, me supuso una gran motivación, ya que el tener más pacientes, me incentivaba más a seguir formándome.

Con el tiempo me di cuenta de que cada día que pasaba, iba a mi consulta con más interés, cada paciente era un nuevo reto del que yo desconocía todo, puesto que no había historias clínicas, poco a poco fui haciéndolas y en ellas descubriendo vuestras enfermedades, inquietudes, como emociones, y poco a poco vosotros me fuisteis dando la llave, para poder entrar en vuestras vidas.

Es por eso que hoy quiero agradeceros a vosotros, mis pacientes, lo mucho que día a día me habéis dado y enseñado.

Me habéis ayudado a crecer como persona, a ver la vida y los buenos momentos como un regalo y me doy cuenta de que es un don que hay que atesorar e invertir de la mejor manera posible.

De vosotros he recibido una lección de tenacidad y entereza ante la adversidad en algunas situaciones críticas que muchos habéis vivido. Aun en los peores momentos de vuestras enfermedades, muchas veces he visto reflejado en vosotros la esperanza y confianza de que os iba a poder ayudar, a que todo llegara a buen fin.

Gracias a que en aquellos años no había pediatra en Pedrajas y muchos de vosotros preferisteis que yo atendiera a vuestros hijos, he podido verlos y seguirlos desde pequeños (incluso algunos desde recién nacidos) que a lo largo de mi estancia en el pueblo, se han convertido en adultos e incluso en padres. Haber podido seguirles a lo largo de esta parte de su vida, ha sido un privilegio y un lujo para mí.

Con ellos viví experiencias muy intensas e incluso duras pero el reflejo de la alegría en sus caritas y la esperanza de que las cosas iban a salir bien me ayudaban cada día a acompañarlos en su lucha y la de sus familias.

Aunque en algunos casos no se pudo llegar a ese buen fin. Tengo que recordar a Virginia y a Pablo. En el caso de Virginia no podía evitar maravillarme ante su capacidad para mantener sus actividades escolares, sus juegos, su ternura y su positividad ante la vida. Pablo sabía que tenía todo un mundo por descubrir y no perdió la oportunidad de ir a un palco a ver al Real Madrid, ya que era su ilusión, de pasárselo bien, de divertirse y de ilusionarse ante pequeñas cosas de la vida cada instante. Esas dos lecciones de vida me las llevo en la mochila.

Y es precisamente en este momento, y más en estas fechas, cuando no quiero olvidarme tampoco, de aquellas personas que han ido dejándonos (por su edad, por sus patologías, por accidentes, etc.) y hemos ido perdiendo a lo largo de los años.

Tanto niños como adultos (con vuestro cariño hacia mí y con vuestro ejemplo de lucha) me habéis ayudado a reafirmarme cada día en mi compromiso hacia vosotros, hacia vuestra salud y bienestar, y habéis reforzado mi motivación en mi vocación permitiéndome disfrutar de mi trabajo, durante todos estos años. Tengo que deciros, que me siento una persona muy afortunada.

En mi labor asistencial quiero recordar, reconocer y valorar la colaboración que he tenido en mi ejercicio profesional, con enfermeras como Mari Mar, Mayte, Nely y Cristina, es justo recordarlas ahora. Y también a las administrativas, Eva y Pili. En el caso de Eva tuvo una gran labor en la organización de los comienzos del trabajo administrativo, que no existía hasta entonces. También reconocer la labor de los médicos residentes en su último año de especialidad. Sin esta colaboración y otras más con las que me he encontrado, todo hubiera sido más difícil.

Gracias por cómo me recibisteis, por haberme tratado unas veces como a un hijo, otras como a un padre y otras como un amigo o un hermano.

Gracias por vuestra generosidad y sinceridad, ya que eso me ha permitido dejarme entrar en vuestras vidas, en vuestra intimidad y en vuestras familias como uno más de ellas.

Gracias por vuestra paciencia, por saber entender que cada paciente requiere un diferente tiempo.

Gracias por haber depositado la confianza en mí, hasta extremos increíbles.

Por ello, os agradezco que me hayáis dejado la puerta abierta en vuestras vidas, en vuestras casas y en vuestros corazones.

Pero en tantos años de trabajo, es posible que no haya podido comunicarme como me hubiera gustado con alguno de vosotros, o de igual manera, puede que haya cometido alguna equivocación, aunque siempre he querido daros el máximo de mi conocimiento y respeto. Si no ha sido así, os pido disculpas.

Y es por esto por lo que quiero mandaros esta carta, con estas palabras de despedida y de agradecimiento por todo lo que me habéis dado.

Un abrazo muy fuerte a todos, os recordaré siempre, que seáis muy felices.

Os deseo un feliz año nuevo.

En Pedrajas de San Esteban, a 1 de enero de 2019.

Fernando Mondéjar Quirós.

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