jueves, 3 de agosto de 2017

PREGÓN DE LAS FIESTAS

PREGÓN DE LAS FIESTAS DE SAN ESTEBAN Y SAN AGUSTÍN DEL AÑO 2017

Por FRANCISCO ESTEBAN SAN JULIÁN

Pedrajas de San Esteban, 2 de agosto de 2017


Sr. Alcalde, Corporación Municipal, Autoridades, Reinas de las Fiestas, queridos amigos y convecinos; no puedo comenzar esta modesta intervención sin antes decir dos cosas:

Primera, mi profundo agradecimiento al Sr. Alcalde y Ayuntamiento, por proponerme como Pregonero de las Fiestas de San Esteban y San Agustín de este año. Espero estar a la altura pues ilusión no me falta. El otro día me decía un amigo que iba a ser el pregonero de más edad de los que ha habido hasta ahora, le respondí que no sabía si sería el de más edad pero, seguramente, sería al que más ilusión le había producido este nombramiento o, al menos, tanta como al que más.

Segunda, mi sorpresa, no menos profunda, por honrar con tan alta distinción a este humilde frutero jubilado, cuyo único mérito ha sido amar a este pueblo desde el primer día que puso un pie en él. Cómo iba yo a imaginarme, cuando correteaba de chiquillo por mi Cuenca natal, que un día iba a pregonar unas fiestas mayores en el corazón de esta Vieja Castilla, de la que Pedrajas es “honra y prez”, tal y como reza nuestro himno.

Dicho esto, si alguien se está preguntando qué derroteros pudieron traer a un Castellano Nuevo hasta Pedrajas, la respuesta es bien sencilla: una pedrajera. Conocí a Pilar, mi esposa, en Madrid. De chaval fui a la capital a pasar la Nochebuena con una hermana de mi madre y allí me quedé más de cuarenta años, compartiendo el mismo destino de tantos y tantos miles de españoles, que en la década de los cincuenta buscaron oportunidades en las grandes ciudades.

Conocer a Pilar y conocer Pedrajas fue todo uno pues, como buena pedrajera, no perdía ocasión de contar las excelencias de su pueblo. Así fue como empecé a saber de él sin haber pasado, por aquel entonces, más al norte de la Sierra de Guadarrama. Casi sin darme cuenta, se convertían en familiares cosas que nunca había visto: los verdes pinares, las riberas del Eresma, la Virgen de Sacedón, las fiestas de San Esteban y San Agustín, los Carnavales, la Noche de San Juan…, en fin, todas aquellas cosas que amáis y de las que os sentís tan orgullosos.

Pensaba por aquel entonces que mi novia exageraba, por eso la primera vez que vine me quedé sorprendido, gratamente sorprendido, no por lo que veía, sino porque lo que veía era tal como me lo habían contado. 

Tenía entonces 21 años y vine a Pedrajas a lomos de mi “Montesa”, casi recién estrenada, a conocer a mis futuros suegros: Faustina y “El Rojo”, de quienes guardo un entrañable recuerdo, que me acogieron como a un hijo desde el primer momento. Me acompañaba mi hermano menor quien, al ser confundido conmigo, me libró de acabar en “el pilón”, y él mismo estuvo a punto de acabar allí…; gracias a que convenció a los mozos que querían arrojarlo que se estaban equivocando de persona.

Anécdotas aparte, lo cierto es que ya desde el primer momento pude comprobar vuestra hospitalidad. Eran las fiestas de San Agustín de 1960 y rápidamente me integré en el ambiente festivo que reinaba esos días en todo el pueblo.

Después de esta primera visita, cualquier motivo o excusa eran buenos para venir a Pedrajas y con el transcurso de los años y con el nacimiento de mis tres hijos, esta costumbre se fue acentuando pues a ellos les gustaba venir casi tanto como a mí.

Especialmente gratos resultaban los veranos en el río con la familia, que para mí resultaban una novedad. Era una tradición en la familia de mi esposa que pronto arraigó en mí hasta el punto de planificar el verano para disfrutar de los días de río. El transcurrir de las semanas del verano y acercarse el final de éste, tenía un sabor agridulce pues si bien suponía la vuelta a la monotonía del trabajo para unos y de los estudios para otros, también suponía la llegada de las fiestas de San Agustín, a las que procurábamos no faltar ningún año.

Recuerdo los actos como el que hoy estamos celebrando aquí, entonces en el balcón del Ayuntamiento con la Plaza Mayor abarrotada de gente.

Recuerdo el “sabor” incomparable que tenían la plaza de toros de madera y las viejas talanqueras de palos, que construía el albañil municipal, mi tío Germán, más conocido como “Franco”, que conocía, casi de memoria, en qué calle o lugar de la plaza iba colocado cada palo o tablón.

Recuerdo también los partidos de pelota, los conciertos de la Banda de Coca hasta que, a principios de los noventa, se constituyó la magnífica Banda local que ahora nos acompaña, las sesiones de vermouth o café en la pista de verano…

Pero ningún recuerdo me emociona tanto como el de las romerías a la Virgen de Sacedón. Cuando al comenzar cada año poníamos el calendario en casa, lo primero que hacía era señalar este día para que todos lo tuviésemos en cuenta, pues la presencia en la Ermita, cada lunes tras la Semana Santa, era obligada y fruto de la devoción a la Madre y del deseo de compartir este día de dicha con familiares y amigos. Lo cierto es que la devoción a la Virgen de Sacedón arraigó en mí más que cualquier otro aspecto de la vida de Pedrajas, y eso que fueron muchos los que calaron profundamente en mi corazón. 

Con el paso del tiempo, una desgraciada enfermedad me obligó a jubilarme de forma anticipada y nos trasladamos a Pedrajas de forma permanente. Tenía entonces 55 años y ya era un pedrajero más y aprovechaba cualquier ocasión para ejercer como tal; pues si los pedrajeros sabemos como nadie lo que es ir haciendo patria y pasear orgullosos nuestros orígenes; en mi caso, que soy Castellano Nuevo de nacimiento y, como pedrajero, Castellano Viejo de adopción, es doble motivo de orgullo y lo he hecho saber a los cuatro vientos por donde quiera he ido.

Una vez instalado en Pedrajas, supongo que debido a mi espíritu inquieto, he procurado colaborar en aquellas actividades que me han propuesto y en las que consideraba podía aportar mi granito de arena en beneficio de la comunidad vecinal. De esta inquietud surgió la decisión de entrar a formar parte de la Asociación de Jubilados y Pensionistas “Río Eresma”, en la que llevo trabajando casi veinte años, la mayor parte de ellos como Presidente. Muchos han sido los jubilados que me han acompañado a lo largo de estos años en las distintas juntas directivas que se han ido formando, no puedo nombrar a todos ellos porque podría olvidárseme alguno; mi agradecimiento a todos y mi recuerdo emotivo para aquellos que ya no están entre nosotros.

Sin embargo, no puedo dejar de mencionar a una persona que comenzó al mismo tiempo que yo y ahí sigue, ambos codo con codo, al pie del cañón; me refiero a Lucía, a la que nunca podremos agradecer suficientemente el enorme trabajo que ha llevado a cabo y que todavía la queda por realizar en beneficio del colectivo de jubilados. Gracias Lucía.

También quiero, en mi propio nombre y en el de todos los que hemos estado al frente de la Asociación durante estos años, pediros disculpas por los errores que hayamos podido cometer, pues nuestra intención ha sido siempre procurar lo mejor para el colectivo de jubilados.

Ese espíritu inquieto que he mencionado antes, fue el que también me llevó a formar parte del Ayuntamiento como Concejal de Obras durante un período de cuatro años, compaginando ambas actividades. Guardo un grato recuerdo de aquella época y de mis compañeros de Corporación a quienes envío un sincero y cordial saludo.

Pero volvamos de nuevo atrás en el tiempo, a aquellos años, inicio de la década de los sesenta, en que conocí Pedrajas. Mi primera visita fue durante unas fiestas de San Agustín en las que pude disfrutar de un ambiente inolvidable. A esta primera visita siguieron otras, ya fuera de fiestas, en las que pude ir conociendo al Pedrajas real; al Pedrajas lleno de un dinamismo impropio para un pueblo que, por aquel entonces, contaba poco más de 2.500 habitantes.

Pues este pueblo tenía una pujanza económica, sorprendente por lo diversificada, que lo convertían en un caso singular en estas áridas tierras y un ejemplo a seguir. Así, junto a las actividades agraria y ganadera propias de la Meseta, competía en importancia una pujante actividad forestal y no sólo la relativa a las piñas, que hoy día sigue teniendo una importancia capital, sino también la maderera y la resinera, hoy felizmente recuperada, que por entonces contaba en Pedrajas con una fábrica de transformación de la miera. Asociada a la actividad agraria, la industria de transformación de la achicoria, con varias fábricas, daba empleo a un buen número de pedrajeros.

Por aquel entonces comenzaba a germinar una industria textil que con el paso de los años tuvo una importancia decisiva en la economía del municipio y que, en buena medida, contribuyó a evitar que la población joven emigrara de forma masiva. El yeso, la construcción, la carpintería; actividades importantes junto con un sector comercial y de servicios acorde con las demandas de los vecinos…

Pero tanto o más sorprendente que todo lo anterior y es algo por lo que siempre se ha caracterizado Pedrajas, era la oferta hostelera y de ocio, con un número de establecimientos muy por encima de la media por habitante que existía en municipios de estas características. Recuerdo que entonces había dos salas de cine que pocos años después fueron sustituidas por otras más nuevas y modernas, algo inédito en cualquier pueblo de la provincia, de las que aun hoy permanece abierta una de ellas. Salas de fiestas, el “juego de pelota”, un espléndido campo de fútbol que estaba situado donde años después se construyó este magnífico parque en el que ahora nos encontramos… En fin, una oferta de ocio que difícilmente se podía mantener sin el dinamismo económico generador de empleo que, como he dicho anteriormente, caracterizaba a Pedrajas.

La crisis, las nuevas tecnologías o la evolución de la economía, se ha llevado por delante o ha dejado maltrechas algunas de estas actividades, pero otras se mantienen contra viento y marea junto a aquellas nuevas que surgen como consecuencia de las nuevas demandas de la sociedad.

¿Y cuál es el secreto para que Pedrajas mantenga en estos tiempos difíciles esa pujanza económica que siempre le ha caracterizado? No tiene un término municipal extenso, no está situado junto a unas vías de comunicación principales, no forma parte del área metropolitana de una gran ciudad, no es municipio cabecera de comarca… La respuesta no puede ser otra que la laboriosidad de sus gentes, la constancia y el trabajo bien hecho. Esta es la mejor medicina contra las crisis y las adversidades.

Pero Pedrajas es más que dinamismo económico, pues este tiende a satisfacer, principalmente, las necesidades materiales de la gente; pero como “no solo de pan vive el hombre”, la sociedad de Pedrajas tiene muy arraigado otro dinamismo que viene a satisfacer otras necesidades de sus gentes, en la cultura, en el deporte, en el ocio…

Por eso, cuando no tenemos una exposición en la sala que hay a mi izquierda, tenemos una feria en la pista que hay a mi derecha o una representación teatral en el auditorio que tengo a mi espalda, o un concierto de música en el lugar donde nos encontramos. La oferta cultural es tan intensa y variada, que no creo que haya persona que no vea satisfecha su inquietud con alguna de las actividades que se programan a lo largo del año.

Pero no menos rica y variada que la cultural, es la oferta deportiva que ofrece el municipio. Así, junto con las competiciones de futbol, baloncesto o futbol sala en las que participan equipos federados de aficionados, se desarrolla una intensa actividad dirigida a los niños, tanto en las escuelas deportivas locales como en los campeonatos escolares. Incluso el colectivo de jubilados, al que pertenezco, participa activamente en los juegos autóctonos tradicionales o en gimnasia de mantenimiento.

Ahora bien, por mucho esfuerzo que realicen tanto el Ayuntamiento como el resto de instituciones u organismos, no podría llegarse a una programación tan intensa y con un grado de participación tan alto, de no ser por otra cualidad por la que Pedrajas se caracteriza: el asociacionismo.

Tenemos asociaciones de todo tipo: culturales, deportivas, de ocio; en las que tienen cabida todo tipo de iniciativas. Cada una con sus actividades, cada una con sus inquietudes, pero todas ellas con el denominador común del esfuerzo colectivo para alcanzar unos determinados objetivos.

Y claro, hablando de asociaciones, no podían faltar aquellas que se constituyen exclusivamente con fines festivos. Me refiero, naturalmente, a las peñas. Estos grupos de amigos que se reúnen con motivo de las fiestas en un local común, en un ambiente de camaradería y alegría sin límites. Son las peñas, sin duda, uno de los recuerdos que se me quedaron grabados para siempre, de las primeras fiestas de San Agustín que pasé en Pedrajas.

Cada grupo ponía el mayor entusiasmo a la hora de preparar su peña. Se esmeraban en la decoración, competían por ser la más original o la más innovadora. Todas querían ofrecer a sus visitantes la mejor limonada, o la forma más original de servirla. Bien es cierto que, como todo en esta vida, han ido evolucionando por derroteros muy distintos a los de entonces; no sabría decir si a mejor o a peor, pues todo depende del gusto o del punto de vista de cada uno, pero en cualquier caso las peñas de hoy creo que son muy distintas a aquellas. Prueba de ello es que hoy, a los visitantes de una peña se les ofrece habitualmente una cerveza, un refresco o un “cubata”; pero no es fácil entrar en una en la que se nos siga ofreciendo un vaso de limonada.

Afortunadamente, después de casi sesenta años transcurridos desde que conocí por vez primera a las peñas de Pedrajas, permanece inalterable su principal cualidad: la hospitalidad con el visitante. Quiero aprovechar esta Tribuna para rendir un sincero homenaje a estas peñas que son el alma y alegría de la fiesta. Quiero también desearlas larga vida y que una tradición tan arraigada y tan castellana, transmitida de generación en generación, perdure en el tiempo.

Pero dejemos a un lado los recuerdos, aunque sólo sea por unos días, pues la Fiesta está cerca. Para unos será el inicio de sus vacaciones, para otros el colofón; para todos, unos días de alegría desbordante. Los toros, la música, las peñas… todos sabremos encontrar nuestro sitio, compartir con nuestros amigos, estirar el tiempo para disfrutar con medida de las numerosas y variadas actividades programadas y, al finalizar, poder decir que no tuvimos tiempo para aburrirnos, ni siquiera para descansar.

Quiero aprovechar mis últimas palabras para dirigirme a las Reinas de las Fiestas, auténticas protagonistas de este acto, que han sido elegidas para representar durante el próximo año a la juventud de Pedrajas.

A buen seguro que vuestra belleza, fuera de toda duda, no ha sido la única cualidad por la que esta noche estáis aquí. No es suficiente para representar a esta juventud, si no viene acompañada de una simpatía y elegancia de las que, estoy seguro, sabréis hacer gala durante este año que os dejará unos recuerdos que permanecerán imborrables a lo largo de toda vuestra vida.

Andrea, Laura, Nerea; representáis el futuro de Pedrajas, disfrutad de vuestro momento, vivid vuestra juventud pensando que os queda una larga vida por delante y que sois dueñas de vuestro propio destino. Os deseo lo mejor.

Pueblo de Pedrajas, anuncio que vuestras fiestas mayores en honor de San Esteban y San Agustín han llegado. 

Disponeos pues a disfrutar de ellas y gritad conmigo:

Viva San Esteban y San Agustín.
Viva la Virgen de Sacedón.
Vivan Pedrajas y su gente.

SEMBLANZA


Francisco Esteban San Julián. Pedrajero de adopción, casado con una pedrajera y padre de tres hijos.

Nací en Cuenca hace 78 años, ciudad en la que pasé mi infancia. De muy joven me trasladé a Madrid donde alterné diversos trabajos hasta que abrí mi propio negocio de comercio minorista de frutas, en sociedad con otros familiares.

A los 55 años me trasladé a vivir a Pedrajas de forma permanente. En el año 1996 entre a formar parte de la Asociación de Jubilados y Pensionistas “Río Eresma”, de la que fui nombrado Presidente en 1999, cargo que desempeño en la actualidad.

Durante cuatro años fui, primero vocal y después tesorero, de la Federación de Jubilados y Pensionistas de Valladolid. También fui miembro del Consejo Provincial de Personas Mayores, de Valladolid.

Concejal del Ayuntamiento de Pedrajas de San Esteban desde 1999 a 2003. Durante esta etapa organicé en Pedrajas una concentración de la Federación de Jubilados y Pensionistas de Valladolid, con presencia de unas 2.000 personas, de las que más de 1.500 procedían de ciento cuarenta municipios de la provincia integrantes de la Federación.

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