jueves, 12 de noviembre de 2015

¡QUÉ GUAPA PEDRAJAS!

REFLEXIONES A RAÍZ DE UNA BREVE ESTANCIA EN EL PUEBLO
Por Teresa González Lozano



Miro el pueblo con los ojos del forastero. Esa persona que llega, descubre, respira extasiado unas bocanadas de aire y se va. También con los ojos del amante del arte que se enfrenta a una bella obra: llega, mira, se aleja o se acerca,  hasta encontrar el enfoque preciso para extraer del cuadro que contempla todo el mensaje y belleza que encierra y se marcha con el alma reconfortada.

Así miro a Pedrajas en este otoño, ya un poco avanzado. El aire tiene estos días esa luz y color decadentes del tiempo que declina; el sol, imperceptiblemente velado por un manto dorado que imprime sobre árboles y casas una pátina de cosa gastada pero bella. El grado de humedad, perfecto, la temperatura ideal, ni calor ni frío, aunque los atardeceres se notan más fresquitos y el cielo, de un azul brillante, poblado por jirones de nubes que se mueven, caprichosas, ocultando, a intervalos, al sol.
 
Las hileras de plátanos, acacias y álamos, casi desnudos, adornan la calzada, luciendo en las hojas supervivientes esos colores entre rojos y amarillos, que brillan al sol intermitente y titilan en el aire tibio como tenues campanillas en el concierto armónico de tejados recién lavados y calles sembradas de hojas muertas. Apenas alguna mariposa confundida por el veranillo otoñal y muchos, muchos pájaros trinan en el afán nervioso de acopio antes de los extremos fríos de la estepa.

El aire no huele a mosto ni se percibe el hedor de los orujos putrefactos. Tampoco huele a heno ni a trajín de cosecha. Esos tiempos ya pasaron en las calles de mi pueblo, pero sí planea, suspendido en el ambiente, el suave aroma de tierra recién removida en las tareas previas a la sementera y, si las puertas estuvieran abiertas, también olería a carne de membrillo recién hecha.

Estamos en tiempo de setas y níscalos. Tiempo de paseos placenteros por el pinar, con la cesta en el brazo, e ir a buscar…, sin agobio ni prisas. Es tiempo de salir a observar, de aprender a mirar con ojos curiosos, como un científico ante un valioso preparado de laboratorio: mira cómo y en qué circunstancia se produce el precipitado. La apoteosis del verano que declina suavemente hacia el abismo de los fríos invernales, al despedirse, nos ofrece este valioso regalo.

Podríamos preguntarnos: ¿No tiene este tiempo una gran semejanza con el devenir de la vida? ¿No son los primeros años del cese de la actividad laboral un otoño espléndido, con sus frutos y sus colores brillantes, que va decayendo a medida que pasan los años, entre jirones de incapacidades, hasta precipitarnos en los intensos fríos de la vejez avanzada? ... 

Pero no hay sitio para la melancolía. La Naturaleza ya nos invita a vivir cada época con la intensidad que ésta merece, para que haya, en nuestro bosque interior un otoño pleno de tempero y rico en sabrosas setas y níscalos.

PD.

Setas y níscalos son productos muy, muy delicados, solo germinan en unas condiciones óptimas de temperatura y humedad, y en ese hábitat determinado y no en otros. No está en la mano del hombre hacerlas producir de forma natural, pero sí está en su mano cuidar la Naturaleza, cuidar pinares y campos a fin de favorecer lo más posible que se den esas condiciones. Agredimos demasiado a la Naturaleza y de múltiples maneras, a veces sin ser conscientes de ello y nuestros pinares dan fe de ello.

Qué molesto encontrar en el pinar y también en el campo toda serie de objetos que no tienen por qué estar allí: botellas de vidrio y plástico, latas de bebida, bolsas de plástico y hasta zapatos o sillas de terraza. ¡Qué lástima! , con lo bien que funcionan los servicios de recogida de basuras y enseres de desecho.  

Quizá no esté en nuestras manos hacer grandes gestos, (los grandes gestos a favor de la Naturaleza requieren más envergadura y deben estar al frente de ellas las autoridades, pero sí podemos hacer gestos pequeños. A mi se me ocurre uno muy fácil: ¿No sería posible llevar en nuestros paseos por el pinar, además de la cesta para los níscalos una hermosa bolsa de plástico para la recogida de negligencias, olvidos y malas intenciones?. Quizá, en poco tiempo, mejoraría sensiblemente la estética de nuestros admirados pinares y evitaríamos que algunos de estos residuos acabaran contaminando los ríos.

Esta idea no es algo cerrado: se admiten más, hasta formar una red de sugerencias y acciones, hasta dejar los bosques como el salón denuestras casas.

Barcelona, a 10 de noviembre de 2015.

No hay comentarios:

Publicar un comentario