sábado, 20 de septiembre de 2014

UN PEDRAJERO EN LA GUERRA DE CUBA

La entrega, hace unos días, por parte del señor Severo González Calvo al Ayuntamiento de Pedrajas de un libro conteniendo las memorias escritas por su abuelo Severo González Salamanca sobre su participación en la Guerra de Cuba, nos mueve a reproducir en esta sección un artículo que publicamos hace ya 31 años en la revista “Tierra y Pinar”.


DIARIO DE UN PEDRAJERO EN LA GUERRA DE CUBA

Carlos Arranz Santos
Revista “Tierra y Pinar”, nº 38, octubre 1983, págs. 12-14.


LA GUERRA DE CUBA

Corre el año 1895. Resurge la insurrección en la isla de Cuba, cansados los isleños de esperar las prometidas reformas que nunca llegan.  El naciente imperialismo americano ayuda a los cubanos, ansioso de expansión y poderío.

Doscientos mil soldados españoles parten hacia el Caribe, para luchar en una guerra desgastadora de constinuas emboscadas en peligrosa selva tropical. Además, sólo los pobres van a la guerra. Las familias acomodadas pagan un dinero y salvan su pellejo.

Cuatro largos años duró la contienda (1895-1899), hasta que la poderosa escuadra americana derrotó con sus modernos barcos a la anticuada y gloriosa escuadra española, poniendo como pretexto de guerra la acusación a los españoles de haber hecho volar el acorazado Maine. La pérdida de Cuba y Filipinas supone el fin de nuestro imperio colonial y hace caer a los españoles en un profundo pesimismo  que será, a su vez, punto de partida para la regeneración de España.

SEVERO GONZÁLEZ, UN PEDRAJERO EN LA GUERRA DE CUBA

Severo González Salamanca, a sus 22 años, deja su pueblo natal, y, vestido con el uniforme rayadillo del ejército colonial, marcha a la guerra de Cuba. Severo había nacido en Pedrajas, un 6 de noviembre de 1872 y era hijo de Mariano González Miguel, arriero avecindado en la calle de la Iglesia, número 2.

Una vez en Cuba, comienza a escribir el acontecer cotidiano de su compañía. Sus escritos constan de unas 35 páginas, tamaño folio; abarcan un periodo de tiempo comprendido entre los años 1895 y principios de 1899, que es cuando regresa a Pedrajas. Se han perdido de su diario las dos primeras páginas, que posiblemente hablaran de su salida de España y de su arrivada a Cuba. Se inician sus escritos en la página 3, fechada en 9 de octubre de 1895.

A partir de esa jornada nos va refiriendo el acontecer diario de esos españoles alejados de su patria, en una guerra cruel y desgastadora. Guerra demoledora, internados en la espesa selva tropical, infectada de mosquitos y de calor sofocante, vadeando frecuentemente ríos cenagosos, siempre con el temor de una emboscada de los insurrectos. Guerra cruel, por otra parte, que obligaba a matar o morir, sin pensar. Severo nos cuenta como se destruían los cafetales, los boniatos y toda clase de sembrados de los cubanos; nos refiere la matanza de reses domésticas, para mejor doblegarlos; nos cuenta cómo quemaban los campamentos enemigos y cómo se fusilaba o macheteaba a los rebeldes capturados. También, ¡como no!, refleja los terribles sufimientos del soldado español, sus muertes en emboscadas, “a boca de jarro” (como él dice), sus largas marchas por la manigua, sus padecimientos por las fiebres tifoideas y palúdicas…

Nos narra demás su forma de comer, a base de arroz, calabaza cruda, raciones de galleta y de tocino, que llevaban a sus espaldas: 

“… emprendimos la marcha con 9 raciones a las costillas de galleta, arroz y tocino, y las calderas a las costillas también, que no sé cómo resistíamos, y tiroteándonos todo el camino…”

A veces mataban reses de los cubanos y, al no poder llevárselas para comerlas, habían de quemarlas inútilmente, para impedir que se las comieran ellos.

Al ser casi todas las páginas del diario muy semejantes, sería muy monótono reproducirlas íntegramente. Por ello, he seleccionado los párrafos textuales más significativos, que pueden muy bien darnos una idea de las vicisitudes pasadas por nuestro paisano Severo González.

“… y al poco tiempo llegamos al campamento, donde escaparon después de un ligero tiroteo, les quemamos el campamento y destruimos cuanto tenían en él, continuando la marcha…”

“… emprendimos la marcha y tuvimos que pasar un río, que tuvieron que poner los escuadrones en el río, los caballos en línea, y pasar agarrados a las bridas de los caballos, pues nos daba el agua en el pecho.  Y al poco rato de pasar tuvimos un pequeño fuego y después hicimos un rancho en unas casas de guano (palmera) y después de comer el rancho emprendimos de nuevo la marcha y serían las 2 de la tarde cuando encontramos a la partida de Indalecio González. En aquel momento empezó el fuego y después de las descargas de fusilería les hicimos dos disparos de cañón de artillería y les fuimos persiguiendo por una manigua (selva) muy espesa, les cogimos 97 caballos, donde se nos anocheció y tuvimos que acampar y quedarnos en el sendero según íbamos de a uno, y a media noche tuvimos que hacer dos descargas y pasar sin comer ni beber 24 horas, hasta que salimos al día siguiente…”

“… continuamos nuestra marcha hasta las lomas de Monteoscuro y a las nueve de la mañana empezamos el fuego con la avanzada enemiga. Al poco rato tuvimos un combate que duró hasta la una de la tarde con las partidas de Periquito Pérez Nápoles y de Basilio Guerra. Nos hacían fuego por todos los costados y además de las nutridas descargas de fusilería, les hicimos once disparos de artillería, donde fueron rechazados a todo trance. En la columna tuvimos tres heridos leves y dos graves. Los últimos murieron aquella noche en el campamento de Manacas, donde acampamos, y se nos acabaron los comestibles. El enemigo tuvo 40 muertos y 60 heridos… ”

“…el Sr. Teniente Coronel del Batallón, en vista del buen comportamiento nuestro, dispuso dar de su bolsillo una peseta a cada individuo, mas a las tres de la tarde emprendimos la marcha al Sumidero, sitio adonde no había penetrado columna alguna durante la guerra, por los malos caminos y buenas posiciones del enemigo.”

“… a media noche comenzó a llover y no lo dejó hasta el día siguiente a la una de la tarde. Toda la noche tuvimos que estar de pie, porque había mucha humedad y no podernos sentar.”

“… nada más salir del campamento tuvimos que pasar el mismo río Negro. Aquel día lo pasamos 27 veces, dándonos el agua a la cintura, y acampamos en un cafetal…”

“…fuimos por el monte Gato, donde macheteamos a cinco insurrectos, y después de llevar ocho leguas andadas (unos 40 kilómetros) nada más con el café solo, y sopeados que íbamos por los incesantes calores y no habiendo agua en todo el camino, nos hicieron fuego por la retaguardia y nos hirieron a un chico de la compañía…”

“… a las cuatro de la mañana, sin tomar café, porque se nos había acabado, fuimos al mismo valle a quitarles el maíz que tenían sembrado, y de hambre que teníamos comíamos maíz como si fuese rosquilla.”

“… al día siguiente llegamos a Cuyanamagua con un camino intransitable por el lodo y agua que había, que impedían el viajar de la tropa de infantería, para formarse una idea basta conocer que con buen camino se hacía la marcha en 5 horas y en este último viaje tardamos dos días. Hay que contar que bajamos todos los enfermos que había en el campamento. En este punto hay que reconocer que se destruyó en una hora lo que costó tantas lágrimas y disgustos a los pobres soldados y oficiales que después de una penosísima marcha por las incansables montañas y espesas maniguas de la Siguanca con el objeto de este campamento de prohibir el paso al enemigo por aquellas cercanías, estableciéndose en 14 de junio del 97 y permaneciendo hasta 22 de noviembre del mismo año, en cuyo punto quedaron descansando 19 individuos del batallón, fallecidos a consecuencia del vómito y fiebre tifoidea y paludismo. Descansen en paz las almas de aquellos infelices héroes.”

Así llega el año 1898 y con él la intervención americana que hizo acabar rápidamente la guerra.

“… estuvimos haciendo una trinchera en la loma del  Guayado, donde estuvimos hasta el día 11 de mayo, en que empezó  bombardear la escuadra americana el Faro de Cienfuegos” .


Y ya llegamos a la última página, en la que se nos habla de la salida de Cuba y del mal tiempo en la mar. Acaba el diario con una página en la que Severo va anotando todas las estaciones de ferrocarril existentes entre Cádiz, en donde desembarcó, hasta Olmedo.

“… en el día 27 de septiembre de 1898 fuimos a Cienfuegos para embarcar, donde estuvimos hasta el 29 de enero del 99, que embarcamos en el vapor francés Les Andes, saliendo el día 31 a las cuatro de la tarde, con rumbo a Santander, y en el castillo de Jagua tuvo que echar anclas y parar, porque orillaba, teniendo que estar paraus más de dos horas, hasta que le sacaron varios remolcadores, volviendo a emprender la marcha de nuevo, y viendo el capitán del barco el mal temporal que se presentó durante la travesía, tuvo que arrivar al puerto de Cádiz, donde estuvimos dos días sin desembarcar. Llegamos el 16 de febrero y desembarcamos el 18 del mismo. No nos querían dejar desembarcar allí. Querían que hubiera ido el barco a Santander. Por fin se consiguió desembarcar allí, donde estuvimos hasta el día 20, que salimos a las doce del día en el tren y llegamos a Pedrajas el día 22 por la tarde.”

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